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18 Junio 2012

Dr. Eduardo Hebel Weiss:

“La atención primaria es la que resuelve los problemas de salud”

El destacado médico cirujano, pediatra y subespecialista en gastroenterología infantil cumple su tercer periodo consecutivo en el decanato de la Facultad de Medicina de la Universidad de la Frontera de Temuco. Desde su cargo, asegura que una de sus principales misiones es formar profesionales de excelencia en el aspecto valórico y reconoce que la docencia y la interacción con los alumnos lo mantienen joven y en constante perfeccionamiento.

En septiembre de 2011, el doctor Eduardo Hebel Weiss inició su tercer periodo consecutivo como decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Frontera de Temuco, UFRO, hecho que refleja el amplio respaldo y confianza de sus pares a su gestión académica. Desde su cargo, proyecta nuevos desafíos para la formación de profesionales de la salud en la Región de la Araucanía, precisamente en tiempos marcados por la reciente celebración de los 40 años de existencia de la carrera de medicina en la prestigiosa casa de estudios superiores del sur de Chile. Al reasumir el cargo, el doctor Hebel, nacido en Valdivia hace 57 años y formado en la Facultad de Medicina de la Universidad Austral, UACh, proyectó como principales desafíos mejorar el pregrado, fortalecer la carrera de medicina, potenciar la investigación científica y optimizar la infraestructura de los campos clínicos en Imperial y Villarrica, entre otros, además de cimentar nuevos caminos de participación conjunta con los estudiantes, para así canalizar y atender sus inquietudes.

Anteriormente, el doctor Hebel, médico cirujano, pediatra y subespecialista en gastroenterología infantil de la Universidad de Giessen, Alemania, se desempeñó como director del Departamento de Pediatría y Cirugía Infantil de la Facultad de Medicina, fue jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Dr. Hernán Henríquez Aravena y actualmente es miembro de la Junta Directiva de la UFRO, en representación del Presidente de la República. Con este tercer periodo, es el sexto decano de la facultad, sucediendo a los destacados médicos Plácido Flores, Ronald Gebert, Benjamín Stockins, Raúl Salvatici y Wilfried Diener.

“Yo ingresé a la UACh en 1973 y la verdad es que me tocó estudiar durante años muy complicados, pero tengo un recuerdo muy satisfactorio de mi pasada por las aulas de la Universidad Austral, donde estudié dos carreras de manera simultánea, bachillerato en ciencias y medicina. Egresé con una impronta muy fuerte, muy adosada a la antropología médica, a la psicopatología, a cómo enfrentar a un enfermo desde una perspectiva distinta, dentro de lo que se denomina la fenomenología, lo que aprendí en el Instituto de Psiquiatría”, recuerda.

Su experiencia en la Universidad Giessen lo marcó profesionalmente. Aprendió técnicas que no existían en Chile y conoció una visión distinta de la medicina y del sistema de salud, pero también descubrió las fortalezas de la formación en nuestro país, como el rápido contacto e interacción de los estudiantes con los pacientes. Sus conocimientos son muy valorados en Latinoamérica, Norteamérica y Europa, recibiendo constantemente invitaciones para exponer sobre los avances de la gastroenterología infantil en distintos congresos, seminarios o conferencias. “Siempre es importante que te consideren y que tu nombre circule en el mundo de la medicina, pero esas son cosas que dejo un poco al margen, porque mis mayores satisfacciones pasan por otros lados, como el área formativa y mi trabajo en esta facultad, en donde he estado ligado a la carrera de medicina desde su nacimiento, hace ya 40 años”, comenta.

Doctor, ¿cómo se gesta su interés por la pediatría y la gastroenterología?
Uno de mis primeros trabajos fue en el Hospital de Lebu, donde me pidieron que me hiciera cargo del servicio de pediatría y la verdad es que me encantó. En primer lugar es una especialidad que realmente sana al enfermo, mientras que otras mejoran la calidad de vida. Además la interacción con el niño me fascina, aunque a veces no es tan fácil, pero uno actúa con una persona que es tremendamente transparente, muy auténtica y por lo mismo se genera un diálogo muy especial. Respecto de la gastroenterología, la inquietud se dio porque me interesaba hacer algo “manual” y me llamaba mucho la atención toda la parte endoscópica y procedimientos como la gastroscopía, colonescopía, biopsia intestinal, biopsia gástrica, lo que no existía en Temuco y por lo tanto era una falencia importante.

¿Cómo ha sido el desarrollo de estas especialidades en el sur de Chile?
Cuando yo terminé la beca de pediatría tuve la posibilidad de irme a Santiago y, aunque fue una decisión difícil, decidimos junto a mi familia que queríamos hacer nuestra vida acá, en el sur. Yo empecé con la pediatría en 1985 y, junto a otras especialidades, lo que yo veo es que se ha producido un salto cualitativo tremendo. En el ámbito pediátrico, en esos años habían dos grandes patologías, las diarreas y las bronconeumonías, además de la desnutrición, cosas que prácticamente ya no se ven. Ha existido toda una evolución de las subespecialidades pediátricas. Siempre nosotros vamos un poco atrás de la medicina interna, pero hoy en día, acá en Temuco, tenemos neonatólogos, cardiólogos, endocrinólogos, neurólogos, reumatólogos, etc. Ahora, yo creo que no podemos dejar de ver que el real impacto que tiene la salud en cualquier parte del mundo es la atención primaria, ahí es donde se resuelven el 95% de las patologías. Creo que el pediatra debería estar más enfocado a que los niños no se enfermen, en la prevención, pero en general por políticas nacionales e internacionales, los médicos siempre tendemos a subespecializarnos, quedando la atención primaria como el pariente pobre. A mi juicio, y lo digo convencida y consecuentemente, yo creo que la atención primaria es la que resuelve los problemas de salud.

¿Por qué ocurre esto?
Porque sencillamente no está el incentivo económico. La gente que se dedica a la atención primaria es porque realmente tiene la consecuencia con la atención primaria, pero evidentemente que la subespecialización a usted lo va a llevar a un mejor estándar de vida, a núcleos más especializados, a mayores posibilidades de especialización, a salidas al extranjero, a insertarse en grupos de investigación -a pesar de que en atención primaria también se pueden hacer muy buenas investigaciones-, lo que también pasa con la medicina familiar. Hoy hay una crisis nacional, en el sentido que los jóvenes no se quieren especializar en medicina familiar por las mismas razones. En mis clases, los alumnos de primero y segundo ya están pensando en ser subespecialistas, ni siquiera especialistas. Esto ha desfigurado un poco la realidad epidemiológica del país. Vuelvo a insistir que la salud o la función de los médicos y de todo el equipo de salud es que la sociedad no se enferme, entonces, obviamente, eso es lo que hay que enseñar en las aulas y fortalecer en el ambiente clínico. Nosotros, por ejemplo, tenemos acá un tremendo programa que se llama Programa de Internado Interdisciplinario Rural Intercultural, donde se enseñan elementos comunitarios, en que la salud es un todo, un territorio.

¿Cuáles son los principales desafíos de gastroenterología infantil?
Eso también depende de dónde se genere la gastroenterología infantil. Nosotros acá en Temuco, todos los que trabajamos en esa área, lo que más nos interesa es la cobertura, que realmente todos los pacientes tengan acceso al hospital. Queremos que todos los niños que tengan un problema gastroenterológico tengan un rápido acceso a tratamiento especializado, lo que es un tremendo desafío. Otra tarea tiene que ver más con la parte tecnológica, tener buenos equipos, por ejemplo endoscópico, lo que es muy relevante. Yo no podría aspirar a que en Temuco se implemente un centro de trasplante hepático, ya que estos hay que construirlos en aquellos lugares donde se concentran estos pacientes, con la posibilidad por lo menos de trasplantar uno o dos niños al mes, porque las posibilidades de éxito se dan en aquellas partes donde más se hacen estos procedimientos: mientras más trasplantes uno hace menos posibilidades de complicaciones. Si nosotros vamos a tener aquí un trasplante al año no tiene sentido, además es carísimo, por lo tanto yo, en ese sentido, comparto que haya que enviar los niños a Santiago. El resto de la gastroenterología la hacemos toda acá. Nosotros manejamos lo que son los niños celiacos, obviamente que las principales patologías, pacientes que vomitan, dolor abdominal crónico, vómitos crónicos, pero también tenemos los problemas hepáticos, enfermedades inflamatorias crónica intestinal, como la enfermedad de Crohn, la colitis ulcerosa.

De acuerdo a la declaración del tricentenario, presentada en el último congreso nacional de la especialidad, hay tres aspectos que son claves en el desarrollo de la pediatría durante los próximos años: maltrato infantil, adolescencia y edad pediátrica, ¿qué nos puede comentar al respecto?
Para nosotros, el maltrato infantil es una entidad sociocultural muy prevalente. Hasta hace algunos años, en caso de sospecha, daba un poco de temor denunciar la situación, pero eso afortunadamente la legislación lo cambió. Los pediatras que trabajan en el servicio de urgencia o en el servicio de pediatría están muy atentos a esto, porque detrás de un niño maltratado hay todo un entorno que está relativamente enfermo, entonces hay que hacer una intervención multiprofesional, donde a veces se conjugan elementos como la drogadicción, el alcoholismo o disfunciones familiares. A mí me ha tocado ver en mi especialidad casos de abuso sexual y cuando uno se enfrenta a una situación clínica, aunque sea una sospecha, uno debe tener la fortaleza y la transparencia para decirles a los padres. Respecto a la adolescencia, puedo decir que esto es un temazo. Hay muy pocos adolescentólogos, existe la especialidad, pero no en Chile. Deberían existir especialistas en la materia, porque es una disciplina que debe ser específica, como la geriatría. Se trata de una interfaz entre la niñez y la adultez. Desde una perspectiva de la salud mental y psicológica, es distinto a un niño y a un adulto. Si no existen parámetros más o menos definidos existen riesgos que se desbandan. Por último, respecto a la edad máxima pediátrica, yo creo que los 21 años puede ser un poco excesivo, pero sí los 18. Hay algunas patologías crónicas, como la enfermedad celiaca, que deben tratarse por muchos años, por lo que hay varios factores a considerar. En la práctica, sobre los 15 años, ya el menor debería ser manejado por un internista.

¿Cuál ha sido su mayor satisfacción como médico?
Las grandes satisfacciones se tienen cuando uno ha hecho bien su trabajo. Cuando los padres del paciente se sienten acogidos, cuando se hace un buen diagnóstico y buen tratamiento. Yo creo que la mejor satisfacción es cuando uno ha hecho un buen acto médico, y yo le hablo de un acto médico personalizado, es decir, cuando uno ha visto en la otra persona a alguien que ha perdido la salud y que mediante una intervención uno la vuelve a recuperar y vuelve a insertar a esa persona en su mundo sociocultural, en su mundo escolar, en su entorno familiar, sintiendo luego el agradecimiento de las familias por ese acto médico. Pienso que eso es lo más relevante, el resto son cosas que estimulan el ego y yo creo que el ego en el ámbito médico puede ser un arma de doble filo. No hay que perder la humildad en la medicina, porque existe el riesgo de equivocarse. En ese contexto, pienso que el médico, por una condición innata, propia y genuina, debe tener un grado de humildad y, de equivocarse, tiene que tener la capacidad de reconocerlo, porque nadie es infalible. Lo digo porque he tenido experiencias muy duras. La base de todo esto es la comunicación, tanto con el paciente y su familia, y estar dispuesto a escuchar. Hoy en día, desde una perspectiva bioética, las decisiones son tomadas en conjunto, con el paciente y con el equipo de salud.

¿Qué importancia tiene socializar o humanizar la actividad médica?
Yo creo que el médico tiene que situarse en el contexto del paciente, considerando los aspectos familiares, culturales, de diversidad y socioeconómicos, lo que permitirá tener una mayor cercanía con él. El acercamiento debe ser más del médico al paciente que al revés. Aquí hay historias muy hermosas, como en la unidad de neonatología, que fue humanizando el parto, con mayor presencia del padre y generando más cercanía entre la madre y el recién nacido. También cuando el paciente, cuando ya está cerca de morir, cuenta con tiempo para despedirse de sus familiares, los que quedarán mucho más tranquilos espiritualmente. Como médico, uno tiene que permitir que se den estas instancias, que pueden marcar una importante diferencia y que son propias de la vida.

¿Qué aspectos destacaría en relación a los logros y avances que muestra actualmente la Facultad de Medicina de la UFRO?
Fundamentalmente, y primero que todo, destacar que este proyecto se gestó gracias a profesionales muy visionarios. La facultad comenzó con la carrera de enfermería y obstetricia y después se abrió medicina. Evidentemente ha tenido todo un crecimiento progresivo, en cuanto a la calidad de los médicos y al impacto que ha tenido la carrera de medicina en el desarrollo del Hospital Dr. Hernán Henríquez Aravena. La Facultad de Medicina de la UFRO existe gracias al hospital, pero también ha ayudado muchísimo en la consolidación del establecimiento asistencial como centro de referencia de salud en el sur de Chile, particularmente en las áreas clínicas y de superespecialización. Cuando uno visualiza este hospital hace 30 años atrás evidentemente ha tenido un gran progreso. Por una parte, por el mismo desarrollo del hospital, y por otro lado, por el hecho de que esté adosado a una universidad de esta envergadura. Ahora, la gestión de una facultad de estas características es cada vez más compleja, ya que la inclusión y presencia de las universidades privadas ha impactado en nosotros. Además, como universidad pública, los últimos meses han sido muy difíciles debido a las paralizaciones de los estudiantes. No soy infalible, pero nadie me puede sacar en cara no tener este sello de poder trabajar en una universidad pública para el sistema público de salud, independiente que muchos de los colegas que estamos en la UFRO nos dedicamos a la actividad privada, cosa que es legítima, pero a nosotros nos interesa fortalecer el sistema público, tanto con médicos, especialistas, enfermeras, matronas, etc. Yo creo que ha habido una sinergia y simbiosis entre todo lo que tiene que ver con el servicio de salud, el sistema de salud municipal y la universidad.

¿Qué desafíos se han trazado para los próximos años?
Yo creo que uno de los elementos permanentes es formar profesionales de la salud de calidad. Si bien la parte técnica es importante, por sobre todas las cosas está la calidad humana. Es un sello y objetivo que para nosotros tiene gran relevancia y que, en el futuro, se nota y marca diferencias. En el aspecto académico nosotros damos el primer barniz y, posteriormente, en la práctica clínica diaria se adquieren los demás conocimientos, pero la calidad humana, los valores más importantes de las personas, nosotros los inculcamos desde el primer día de la carrera. Mi sueño es mantener este camino y seguir formando profesionales que sean óptimos, en el sentido integral de la palabra.

¿Qué lo motiva a enseñar y cuál es el sello que inculca en sus clases?
Junto a los contenidos teóricos, mi sello personal pasa por formar médicos que realmente sean buenas personas. Considero que es muy importante transmitir que debe existir una actitud positiva frente al otro, tratar al enfermo con respeto, dedicación y dignidad. La parte técnica uno la puede aprender en la práctica clínica diaria. Personalmente, lo que me motiva es perfeccionarme constantemente, eso me mantiene vigente y más joven. Para qué decir cuando uno tiene que negociar o interactuar con la dirigencia estudiantil. He conocido jóvenes con muchos sueños y también he aprendido mucho de ellos.

Por último, ¿con qué actividades se desconecta de la rutina diaria?
Soy muy cercano a la música clásica y una de las grandes frustraciones de mi vida era no haber aprendido a tocar un instrumento, hasta que hace 5 años me compré un violín y tuve una profesora que incluso me hacía clases en la consulta. Estuve por lo menos seis meses en clases y llegué a tocar piezas completas, sencillas, pero completas. La música es algo que me apasiona, me encanta ir a conciertos y estoy convencido que no hay edad para no aprender algo. También me gusta mucho la vida al aire libre, el contacto con la naturaleza, la tranquilidad de disfrutar con mi familia en un lugar alejado de la civilización y, por lo mismo, cada vez que se puede nos escapamos a una cabaña que tenemos en el Parque Nacional Huerquehue. Otra de mis grandes aficiones, al menos durante mi juventud, era el deporte. Como buen valdiviano, me encantaba remar. Integraba el Club Phoenix y remé hasta cuarto año de medicina a nivel competitivo. Incluso participé en las clasificatorias para las Olimpiadas de Münich de 1972, competí en torneos que se disputaron en Argentina y también fui campeón nacional en varias ocasiones.


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