Dra. Rossana Echeverría
Una experiencia alentadora
Convencida de que muchos pacientes psiquiátricos pueden reinsertarse en la sociedad si su enfermedad es debidamente manejada, la doctora Rossana Echeverría junto al equipo del servicio psiquiátrico del Hospital de Nueva Imperial, lograron corroborarlo con tan buenos resultados que fue necesario cerrar la unidad.
La exitosa experiencia podría ser replicada en otros hospitales psiquiátricos de Chile, siempre y cuando el cierre de los servicios no signifique muchos despidos, lo que no sucedió en el caso de la doctora Echeverría y su equipo, pues los funcionarios fueron absorbidos por el propio hospital, establecimiento que requirió de su presencia para desarrollar otras labores.
La doctora Rossana Echeverría estudió Medicina en la Universidad de Chile, al titularse trabajó en el Servicio Psiquiátrico Crónico de Nueva Imperial y, posteriormente, realizó la beca de psiquiatría en la Universidad Austral de Valdivia y un magíster en Psiquiatría Forense en la Universidad Nacional de La Plata, Argentina, lo que le permite desempeñarse en forma paralela como perito judicial.

Pero más allá de su quehacer en este ámbito -tarea que la ha llevado incluso a participar en el bullado caso de las religiosas que fueron asesinadas en La Serena- actualmente la profesional está muy contenta por el trabajo que realizó junto a su equipo y que significó el alegre cierre del Servicio de Psiquiatría del Hospital de Nueva Imperial, labor que se enmarca dentro de un proyecto del Ministerio de Salud.
El establecimiento era el único centro asistencial básico de la zona que contaba con un Servicio de Psiquiatría abocado a la hospitalización de pacientes crónicos. La profesional explica que “el Ministerio de Salud está persiguiendo que la mayoría los pacientes psiquiátricos que se descompensen sean internados en hospitales básicos, hasta que se les saque del estado sicótico o de la descompensación en que se encuentren, lo que correspondería aproximadamente a un 80 por ciento de los casos, y sólo el 20 por ciento restante sea hospitalizado en centros de mayor complejidad, como son los servicios de psiquiatría que tienen algunos hospitales regionales, o bien, hospitales psiquiátricos propiamente tales. Así se pretende disminuir año a año las plazas de cama y empezar a clausurar el mayor número posible de estos servicios”.

- ¿La idea entonces es terminar definitivamente con todos los servicios psiquiátricos para pacientes crónicos?
- No con todos, porque siempre habrá un porcentaje de enfermos, que aunque son pocos necesitan un servicio de tipo custodial. Estamos hablando de pacientes que ya están muy deteriorados y en muy malas condiciones, o que no tienen gran respuesta a los fármacos. Pero hay muchos que si pueden reinsertarse socialmente de alguna forma y, trabajando en esa línea, la idea es disminuir las unidades psiquiátricas crónicas en los hospitales básicos.
- Y ¿Qué pasa con el gran porcentaje de los pacientes que serán atendidos en los hospitales generales, cuando se consiga compensarlos o manejar su estado sicótico?
- Lo que se intenta hacer es reinsertarlos socialmente ya sea con su familias o ubicándolos en dispositivos de la comuna. Es lo que se conoce como hogares protegidos o residenciales protegidas, los que en algunos requieren de monitores y en otras ocasiones son autónomos. Es decir, que las personas viven solas, ya que se asocian tres o cuatro pacientes autovalentes en una casa y se los supervisa una vez a la semana para ver si se están alimentando bien, tomando los medicamentos, si tienen un buen pasar, si se han organizado económicamente, etcétera. En este último aspecto nos encontramos con que algunos de ellos salen a trabajar en talleres laborales y otros tienen pensiones de invalidez.
- ¿Todos los pacientes que comparten un hogar protegido tienen condiciones similares en cuanto al estado de sus respectivas enfermedades?
- No necesariamente. En Nueva Imperial tenemos un hogar protegido con cuatro mujeres y un hombre –Marcelo- que está bastante deteriorado, pero las otras pacientes le dan sus medicamentos, le lavan la ropa, le dan comida, se preocupan en muchos aspectos de su bienestar.
- ¿Cómo comenzaron a aplicar este tipo de iniciativas en Temuco?
- En 1992 junto al doctor Fernando Muñoz Porras ganamos un proyecto del Ministerio de Educación que significó 20 millones de pesos para el hospital. Parte de ese dinero fue utilizada para reforzar el Servicio Psiquiatría; contratamos a algunos profesionales y empezamos a implementar un programa de rehabilitación. En esa época teníamos 33 pacientes crónicos, con un promedio de estadía de cerca de 20 años. Es decir que eran personas que estaban en el centro asistencial aproximadamente desde 1972, y que provenían de distintas partes de Chile, porque en esos años los servicios del centro y sur del país que recibían pacientes psiquiátricos crónicos estaban sólo en Santiago, Concepción y desde ahí no había nada hasta Nueva Imperial.
- ¿Después de cuánto tiempo obtuvieron los primeros resultados positivos?
- Recién cuatro años después de haber empezado con el programa de rehabilitación tuvimos la primera alta. Al principio nos creó una gran frustración ver que requeríamos de periodos tan largos para conseguir resultados, pero cuando le contamos al encargado del área de Salud Mental del Ministerio, él se emocionó y nos felicitó. Nos dijo que nosotros -que nos sentíamos haciendo tan poco- estábamos haciendo mucho. Desde entonces comenzó una secuencia de altas y empezamos a mandar a los pacientes a sus casas. Algunos incluso postularon a subsidios habitacionales y así juntamos de a dos, tres o cuatro personas para crear hogares protegidos. Estamos hablando de pacientes crónicos, porque paralelamente en el servicio recibíamos otros enfermos que estaban seis meses o un año, y lográbamos reinsertarlos socialmente con menos dificultad.
- Un excelente resultado…
- Sí. A 10 años de haber comenzado, es decir el 2002, nos encontramos con que nos quedaban solo siete pacientes de los 33 que teníamos en un principio. De esos había algunos que sí podían vivir fuera del hospital y otros que definitivamente no podían hacerlo por sí solos. Marcelo era uno de los que no podía y por eso quedó “adjuntado” al hogar protegido de estas otras pacientes.
- Este proceso de reinserción social debe ser bastante complejo…
- Claro, abarca muchos aspectos que van más allá de sacar a una persona de su estado sicótico o mantenerla compensada. Hubo que enseñarles desde como usar un teléfono con monedas, subirse a una micro, cocinar comidas ricas y muchas otras cosas. Pero sobre todo había que conectarlos con el mundo, ya que algunos como Marcelo fueron abandonados en el hospital desde muy jóvenes. Entonces, dado que nuestra mayor actividad ya no estaba dentro de los muros del hospital, hablamos con los directores del Servicio de Salud Araucanía Sur y les planteamos la posibilidad de clausurar el Servicio de Psiquiatría.

- Y ¿Cómo tomaron ellos la propuesta?
- Bien. Incluso se hizo un recuento económico, tras lo cual optamos por derivar a los pacientes que requerían de una hospitalización de algunos meses al Hospital General de Nueva Imperial, y el dinero se pudo invertir en comprar una casa que sirviera de hogar protegido, todo lo cual significó el cierre definitivo del Servicio de Psiquiatría en octubre de 2002. En ese momento, contamos incluso con el apoyo del doctor Ricardo Celis, quien entonces era director del Servicio de Salud Araucanía Sur, y que actualmente es Intendente de la IX Región. Desde entonces decidimos definirnos como un “Equipo de Salud Mental y Psiquiatría Comunitaria Intercultural”. Intercultural por la región en la que nos desempeñamos, pues debemos trabajar bastante con machis (curanderas mapuches) de comunidades rurales. Ellas hacen las veces de interconsultores, de hecho hacen sus visitas y nos envían en forma de interconsultas a los pacientes que estiman deben ser atendidos por psiquiatras.
- Además de usted ¿Quiénes integran el Equipo de Salud Mental y Psiquiatría Comunitaria Intercultural?
- Una asistente social, una enfermera, un psicólogo, dos orientadoras y dos auxiliares médicos. El resto del personal fue absorbido por el propio Hospital de Nueva Imperial.
-¿Cuál cree que ha sido el mayor logro en el proceso que finalmente significó el cierre del servicio?
- Creo que el mayor éxito fue hacer de la visita domiciliaria una realidad y mantenerla como algo constante incluso después del cierre del servicio, porque es algo a lo cual las personas que trabajan en esta área son bastante reticentes. Pese a ello, como digo, se ha mantenido en el tiempo, lo que significa un apoyo muy importante para los pacientes una vez que se les da el alta y se reinsertan socialmente. Ese es el hecho más importante, que nunca los hemos abandonado.
La alentadora experiencia que el equipo de la doctora Rossana Echeverría llevó a cabo en la última década, le ha significado recibir importantes distinciones y la invitación a diversos encuentros para compartir los pormenores del proceso, con otros colegas que intentan reinsertar socialmente a enfermos mentales crónicos.
