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06 Octubre 2003

Dr. Luis Leighton

Pasión por la ópera

Gracias a una constante preocupación por el tema, el médico se ha convertido en un profundo conocedor del ámbito operático en sus más diversos aspectos.

Por Paloma Baytelman

Además de su trabajo como ginecólogo en la ciudad de Viña del Mar, el doctor Luis Leighton es un experto en ópera. Posee una importante colección de registros discográficos, está suscrito a varias revistas especializadas en este género musical y ha viajado para asistir a las temporadas de importantes teatros, como el Colón en Buenos Aires, el Metropolitan Opera de Nueva York y el Teatro Municipal de Río de Janeiro, en Brasil.

Su formación en el tema ha sido absolutamente autodidacta. Desde pequeño se sintió atraído por el mundo de las letras; primero fueron los cuentos, luego las novelas y más tarde el teatro. Así, de ser un lector empedernido, paso a interesarse por otros géneros que de una u otra forma están fuertemente ligados a los libros, como son el cine y la ópera. Pero, sin duda, esta última expresión artística es la que más le gusta.

Gracias a su incansable interés en el tema, el profesional no sólo sabe de autores, obras y estilos, sino que además es un conocedor del ámbito operático en otros variados aspectos.

Sus relatos son envolventes a la vez que precisos y severos. Por ello, con este riguroso crítico que se ha formado con largas horas de estudio y decenas de noches en las butacas del mundo, la conversación puede durar horas y días sin que el tema se agote.

“Romeo y Julieta”<br>Frank Dicksee

Para sacar partido de sus amplios conocimientos y en vista de que el tiempo no es infinito, le preguntamos sobre uno de los pasajes más curiosos de la presente temporada de ópera 2003 del Teatro Municipal de Santiago: la presentación de la obra Los Capuletos y Los Montescos, de Vincenzo Bellini (1801-1835).

Según el doctor Leighton, se podría decir que esta puesta en escena es un estreno, por lo menos para este siglo, pues en Chile la pieza sólo había sido montada en el Teatro Victoria de Valparaíso, alrededor de 1850. Además, aclara que la obra no tiene relación directa con “Romeo y Julieta” de William Shakespeare (1564- 1616), aunque ambas rescatan la misma historia de la tradición oral italiana del siglo XV.

“Las fuentes literarias son comunes entre Felice Romani, el libretista de Bellini, y Shakespeare. Pero cuando se compuso la ópera, la obra del escritor inglés era bastante desconocida, pues la gran difusión de sus piezas dramáticas comenzó recién a mediados del Siglo XIX. Si bien es cierto que los personajes tienen en común los nombres -Romeo y Julieta- y la situación del conflicto amoroso, su naturaleza psicológica es completamente distinta”.

-Los Capuletos y los Montescos es una obra de 1830 ¿Cómo era el quehacer operático de esa época?
- En la primera mitad del Siglo XIX los compositores producían sus obras como ahora lo hacen los directores de cine. Había algunos que hacían una pieza cada tres o cuatro años y otros que tenían una actividad creativa más prolífica y trabajaban mucho por encargo. Por lo tanto, el repertorio con el cual los teatros construían sus temporadas, se estaba haciendo en ese momento. En 1830 Verdi aún no había empezado a componer sus grandes obras, Puccini no había nacido, y Mozart era una rareza que había sido dejada en el pasado. Las óperas representadas eran las que en ese momento estaban siendo compuestas y eran exhibidas por un par de temporadas antes de dejar paso a otras novedades. Sólo una parte de estas piezas ha sobrevivido en el repertorio actual.

Teatro Victoria

- ¿Por eso no se volvió a montar esta obra de Bellini en Chile?
- Claro. Después de que fue presentada alrededor del 1850 en el Teatro Victoria de Valparaíso –que ya no existe como tal-, no se volvió a montar acá, porque se dio espacio a nuevas creaciones y porque aparecieron estilos que resultaban más atractivos para los espectadores de la época. Posteriormente, otros autores han escrito varias óperas basadas en Romeo y Julieta, con un enfoque romántico y naturalista que se apega más a la línea de Shakespeare y, por lo tanto, responden mejor al gusto de la gente. Por eso se puede considerar que es un estreno para Chile, porque luego de que se exhibiera, fue abandonada y olvidada. Ahora su puesta en escena tiene carácter de excepción, es decir, que no es una obra de repertorio que se esté dando permanentemente.

Madame Butterfly

- ¿Cuáles son entonces algunas obras que no pueden faltar en el repertorio de un teatro donde se monten óperas?
- Tosca, Bohème y Madame Butterfly, de Giacomo Puccini; Traviata y Aida, de Verdi, y Carmen, de Georges Bizet. País del mundo donde uno vaya, siempre se está presentando alguna de estas obras, las que junto a otros clásicos, como Mozart y Wagner, se van entremezclando con piezas de excepción, como Los Capuletos y los Montescos, y con algún estreno contemporáneo.

- ¿En la temporada 2003 del Teatro Municipal de Santiago hay alguno de estos estrenos de los que usted habla?
- Sí. En junio se realizó la primera audición de la ópera “Fulgor y Muerte de Joaquín Murieta”, en la temporada alta del Municipal de Santiago. Es una obra del compositor chileno Sergio Ortega (recientemente fallecido), sobre el poema dramático homónimo de Pablo Neruda. El texto es de fines de los ‘60 y es la única pieza teatral que escribió el poeta. Luego de este estreno mundial, la producción entera viajó a Finlandia a fines de julio, para presentar la ópera en el Festival de Savonnlina, donde tuvieron muy buena acogida. Personalmente, no me gustó por varias razones, pero es rescatable el hecho de ser un estreno mundial. Sin embargo, el público chileno es muy tradicionalista y, como el funcionamiento del teatro depende en dos terceras partes de la taquilla, no siempre es posible poner el énfasis en un repertorio audaz y novedoso, porque la afluencia de público disminuiría. Más aún; esta situación significó la renuncia del pasado director titular de la orquesta, el húngaro Gabor Ötvos, quien no obstante ser un gran músico, no logró imponer la presentación de nuevo repertorio, tanto en el campo operístico como en el sinfónico.

- Con obras clásicas, piezas de excepción y estrenos ¿Se puede decir que la del Teatro Municipal de Santiago es una buena temporada?
- Sí. Éste es uno de los teatros de ópera importantes que hay en Latinoamérica. También está el Teatro Colón de Buenos Aires, pero el año pasado tuvo tantos problemas económicos, que presentó obras en que sólo había cantantes argentinos. El Colón es una plataforma mundial, los mejores han cantado y cantan allí, por lo tanto, hacer en ese teatro una temporada sólo con argentinos no se puede considerar una temporada internacional. Cada año el Colón monta 12 títulos, mientras que el Municipal tiene sólo seis obras. Así y todo, el nuestro es uno de los teatros más importantes de Latinoamérica. Además del Colón estan el Teatro Municipal de Rió de Janeiro y el Teatro de Bellas Artes de Cuidad de México. También hay ópera en Caracas, Lima y Bogota, pero no son teatros importantes.

- ¿Existe algún elemento que distinga al Municipal de los otros grandes teatros latinoamericanos?
- Sí. En Chile hay una cosa particular que no he visto en ninguna otra parte del mundo, pues se realizan dos actividades paralelas. Es decir, cuando se está presentando alguna ópera, existe una versión internacional y otra nacional. La ópera internacional cuenta con un elenco extranjero que a veces es de muy alto nivel y otras no tanto. Es gente que está cantando en todas partes del mundo y en algunas oportunidades resulta que vienen en mal estado o que no eran tan buenos como su cartel lo decía. La actividad paralela se llama “Encuentro con la ópera”; allí la misma producción es cantada por intérpretes nacionales y, si no hay en Chile un artista que pueda interpretar el papel, se trae uno de segunda línea de Argentina o incluso de Estados Unidos o Europa. Esta es una opción más económica, pero se trata de la misma obra, con una muy buena preparación musical, auque la calidad vocal pudiera ser un poco inferior, pero la producción es igual en cuanto a los tarjes y decorados.

- ¿Siempre es mejor la versión internacional?
- No siempre. Hace dos años vino una cantante rumana muy famosa, que no pudo interpretar su papel en dos funciones porque se enfermó de gripe. Tuvo que ser reemplazada por una soprano italiana poco conocida, que estaba en la versión de “Encuentro con la opera”. Resultó que la cantante italiana era extraordinaria. Desgraciadamente yo no alcancé a verla, porque en el día de mi abono la enferma insistió en cantar y no lo hizo del todo bien. Pero en esto hay una cuestión de prestigio para, sobre todo si a la reemplazante se destaca.

- ¿Cómo es la actividad operática en Estados Unidos y Europa?
- Además de las temporadas regulares, tienen programas especiales de verano que están dedicadas a diferentes compositores o a un tema determinado. Algunos de ellos presentan sólo obras de Mozart o Wagner, o bien óperas barrocas o contemporáneas. En Estados Unidos, se exhiben muchas obras y es un mercado tan rentable que se autofinancia, no como en Europa que deben conseguir varios auspiciadores. Uno de los teatros más importantes de Estados Unidos es la Ópera Metropolitana de Nueva York (MET). El funcionamiento es como el de los cines; es decir, hay presentaciones diariamente y los sábados además tiene una función de matinée. Como obviamente no pueden presentar la misma ópera todos los días, cuentan con más de 30 piezas listas para presentarse, cada una con su propio elenco. Los cantantes son especialistas en un determinado tema o en un autor. La sala del MET tiene una enorme capacidad, pero siempre la demanda es muy alta, por lo que resulta difícil conseguir entradas.

- Usted ha ido varias veces al MET ¿Cómo ha sido esa experiencia?
- Estupenda. Allí he tenido experiencias mayúsculas; he visto producciones de primerísimo nivel y a grandes cantantes, como el tenor español Alfredo Kraus, que falleció en 1999. Estaba yo estudiando en Nueva York cuando supe que Kraus interpretaría la ópera Werther de Jules Massenet, pero cuando llegué al teatro resultó tan fácil conseguir las entradas, que pensé que el tenor no iba a cantar y que pondrían a un sustituto, sobre todo considerando que Kraus estaba en los últimos años de su carrera. Entonces, cuando apareció en escena no lo podía creer. Era como ver a Dios. Otro de los grandes que tuve la oportunidad de ver hace algunos años fue a Plácido Domingo, quien a mediados de septiembre presentó un estreno mundial en Los Ángeles. Se trata de la obra Nicolás y Alexandra, de la compositora estadounidense Deborah Drattell.

- Así como este último dato que acaba de mencionar ¿Suele estar informado de todas las novedades del quehacer operático internacional?
- Sí. Con esto de la sociedad globalizada uno tiene acceso muy rápidamente a la información. Nicolás y Alexandra fue estrenada el 14 de septiembre y un par de horas más tarde se podía tener acceso a la crítica especializada a través de Internet. Además, rápidamente, el mismo teatro graba la función, la presenta en DVD y a las pocas semanas uno la puede comprar a través de la red. Pese a que en los últimos años ha disminuido la cobertura al quehacer operático, y en general a la alta cultura, en diarios como el “New York Times” o el “Washington Post”, continúan presentando artículos muy interesantes sobre el tema. Además estoy suscrito a cuatro importantes revistas especializadas, por lo que me mantengo razonablemente informado. Las más conocidas son la “Opera News”, “Opera Quarterly” (ambas editadas en Estados Unidos) y “Opéra International” (publicada en Francia).

- Más allá de las diferencias evidentes, en cuanto a la distribución espacial ¿Qué distingue a un teatro como el MET del Municipal de Santiago?
- El Municipal tiene diseño italiano en forma de herradura, el Metropolitan, en tanto, es como un cine enorme y desde cualquier localidad es posible ver el escenario. Pero a medida que está más lejos pierde detalles de la puesta en escena y escucha menos nítido el sonido. Varias veces he ido a una localidad que cuesta alrededor de 15 dólares, en la cual se oye perfectamente, pero se ve como si uno estuviera en un estadio. Lo bueno es que se pueden ocupar binoculares. En cambio, en los teatros en forma de herradura, las ubicaciones laterales poseen solamente visión parcial del escenario.

- Y ¿Cuál es la ubicación que usted prefiere en “nuestra herradura”?
- La ubicación que yo tengo, por mi abono, no es ni la más cara ni la más elegante, pero es una excelente localidad desde el punto de vista de la audición, visión y comodidad. Es una butaca en el balcón frontal en el fondo del teatro, por lo que se puede tener una visión completa del escenario. Está en el tercer piso sobre la platea y allí caben unas 80 personas. Es muy difícil conseguir una de estas butacas, son casi vitalicias y heredables. De hecho yo la herede, porque la esposa de un caballero falleció y él, antes de dejar el abono, me lo ofreció y a mí no me lo quita nadie… Antes me tendría que morir.

Así, con esa pasión por la ópera, el doctor Luis Leighton continúa atento a los pormenores del quehacer operático chileno e internacional. No se pierde detalle y posee una formada opinión de cada obra que tiene oportunidad de disfrutar, así como de los interpretes y músicos. Ello sólo es posible por los amplios conocimientos que ha adquirido en un constante esfuerzo autodidacta, que tiene por objeto hacer de su deleite algo más que una mera entretención, pues para él, el disfrute de una pieza debe ser, sobre todo, una experiencia cultural globalizante.

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