Sir Tim Hunt, Nobel de Medicina
"Muchos descubrimientos científicos están relacionados con la capacidad lúdica"
Tim Hunt es alto, imponente y posee la mirada de quienes han sabido mantener la capacidad de asombro frente a los fenómenos del mundo y de los hombres. Fue precisamente esta pasión por cada desafío que enfrenta, lo que lo llevó a hacer el descubrimiento más importante de su carrera.
El año 2001, junto a los investigadores Leland Hartwell y Paul Nurse, recibió el Premio Nobel de medicina por haber descrito el comportamiento de la ciclina, molécula fundamental en la regulación del ciclo celular, lo que ha permitido abrir nuevos caminos para la investigación del cáncer. Además, por esta labor, en 2006 la reina Isabel II lo nombró el caballero de la Corona Inglesa.
En entrevista exclusiva con SAVALnet, en el marco de la Cumbre Científica que se desarrolló entre el 12 y el 20 de enero de 2007, el investigador contó que uno de los dolores más grandes de su vida fue cuando perdió a su madre víctima de un cáncer, que consumió su vida sólo en un par de meses tras el diagnóstico. Pero también añadió que, como científico, ese terrible episodio le resultó profundamente fascinante. “Hay tanto allí que no entendemos y por eso es un campo muy interesante para la investigación”, dijo.
Sir Hunt es un convencido de que la gran mayoría del los tumores malignos no se producen tanto por la contaminación o por los estilos de vida, sino que simplemente porque somos más longevos que hace 50 o 100 años. “El cáncer es una enfermedad asociada a la vejez y cada vez estamos viviendo más años, entonces llega un punto en que nuestras células comienzan a funcionar defectuosamente. Una excepción a esto es la leucemia infantil y es posible observar que allí la efectividad de los tratamientos también ha avanzado considerablemente”.
Pero si hay un punto que preocupa de sobremanera al científico son aquellos tumores que se pueden prevenir suprimiendo algunas conductas, puesto que están asociados a ciertos hábitos dañinos para la salud, como el cigarrillo o la exposición desmedida a los rayos solares. Por ello, en sus viajes por el mundo, Sir Hunt lleva una bandera de lucha: la prevención.
¿Cuáles son actualmente hoy sus áreas de interés?
- Ahora principalmente estoy interesado en el proceso de la mitosis, en cómo las células entran y salen de la mitosis. Es, sin duda, algo muy específico.
Tan específico como sus proyectos anteriores...
- Sí, porque como investigador hay que ser específico para lograr resolver algunas interrogantes. Por supuesto que me gustaría trabajar en proyectos más grandes, como los que dicen relación con entender cómo las células crecen y se desarrollan. De hecho, cuando comencé mi carrera pasé tres o cuatro años tratando de entender eso, pero fue un poco frustrante, porque no logramos demasiado. A veces me pregunto qué sucedería si ahora volviera a acercarme al tema, porque ya han pasado unos treinta años y se ha avanzado en el camino de comprender la enfermedad. Pero tampoco se trata de grandes avances, porque sorprendentemente, entender la mente de las células ha resultado ser una tarea muy difícil.
¿De ahí entonces que cada paso sea tan importante?
- Absolutamente. Lo que sucede es que vas dando pasos muy pero muy pequeños y sólo después de recorrer un camino muy largo. Estos pasos son más o menos del mismo tamaño, pero algunos de ellos abren mundos mágicos, fabulosos, abren puertas que permiten alcanzar nuevos entendimientos.
¿Continúa trabajando junto con los colegas con los que compartió el Premio Nóbel?
- No, porque ya tengo 64 años y estoy muy cerca de retirarme. Creo que solamente quiero resolver los problemas en los que estoy trabajando ahora y en unos tres o cuatro años más, seguramente jubilaré.
Más específicamente, ¿podría contarnos de qué se trata esa investigación?
- Estoy tratando de identificar una enzima llamada fosfatasa, la cual remueve fosfatos de las proteínas y éstas vuelven a su estado original, es el fin de la mitosis, cuando las células dejan de dividirse y entran en una suerte de estado de relajación. Como decía, es un tema muy específico y de verdad espero ser capaz de resolverlo.
Usted suena de verdad muy entusiasta al respecto…
- Sí, porque en la actividad científica muchas veces estás a sólo un milímetro de conseguir algo y cuesta mucho y de pronto lo logras y es absolutamente fantástico. Es como cuando uno está escribiendo y sólo le falta una palabra, la palabra clave que le de sentido a todo. El lápiz trata, pero el papel se resiste y, de pronto, cada letra aparece haciendo de ese un momento maravilloso. Todo esto sucede cuando uno interroga a la naturaleza y, al mismo tiempo, la naturaleza te interroga a ti. Es muy difícil describir la sensación, pero tú sabes cuando estás detrás de algo y realmente tienes algo y estás haciendo algún progreso. Eso es muy bueno, pero también puedes tener la certeza cuando te quedas atrapado en algo que no avanza y eso se siente muy mal.
Usted siempre ha hablado de la importancia que tiene para un científico el hecho de mantener un espíritu lúdico. ¿Cómo se relaciona eso con la posibilidad de estimular el interés de los jóvenes por la investigación?
- Cuando yo era pequeño, mi primer profesor de ciencias era un hombre muy lúdico y eso fue muy inspirador para mí. Él formó un club de ciencia y nos hacía jugar con las cosas para aprender de ellas. Por ejemplo, nos hizo construir pequeños helicópteros de radio control y otras cosas interesantes para niños pequeños, cosas que vuelan, cosas que disparan, todo lo cual finalmente nos llevó a entender mucho de electrónica. Ese tipo de enseñanzas son fundamentales, porque la teoría puede ser interesante, pero llevar las cosas a la práctica es lo que resulta realmente entretenido. Así, incluso en los estudiantes universitarios, o en los alumnos de postgrado es posible incentivar el interés por la investigación, invitándolos a aprender haciendo.
