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22 Octubre 2007

Dr. Felipe Espinoza:

“En oncología pediátrica cada avance abre también nuevas necesidades”

La Fundación Niño y Cáncer es un organismo sin fines de lucro, que busca contribuir al tratamiento integral de los niños con cáncer y leucemia del país, ayudando a su desarrollo integral, mejorando su calidad de vida y fortaleciendo su integración social y familiar. El pediatra Felipe Espinoza, forma parte del consejo general de la entidad y es el encargado del área onco pediátrica en el Hospital San Borja de Arriarán.

El profesional estudió Medicina en la Universidad Austral de Chile en Valdivia y luego siguió una beca de Pediatría en el Hospital San Borja, donde también se subespecializó en hemato-oncología.

¿Por qué decidió abocarse a esta área de la medicina?
- Cuando estudiaba medicina, en un principio, yo quería ser era traumatólogo. Sin embargo, durante el internado de Pediatría tuve extraordinarios docentes que me enseñaron no sólo lo que aparece en los textos clásicos de la especialidad, sino que también una actitud hacia el niño enfermo que me marcó muchísimo. Posteriormente, por cosas del destino llegué al Hospital San Borja y no sólo me hice pediatra, sino que además me dediqué a esta sub-especialidad que se aboca a una patología que hace 40 años tenía generalmente mal pronóstico, pero la aparición de nuevos protocolos y grupos colaborativos han hecho que cada día los niños con cáncer tengan más y mejor posibilidades. También debo destacar que he desarrollado parte de mi carrera en el Hospital San Juan de Dios, donde conocí gente maravillosa, profesionales fantásticos y con gran compromiso con la salud pública.

¿Cómo se interesó en trabajar con niños con cáncer?
- Durante la formación en Pediatría, una de las pasadas que más me gustó fue la de Oncología. Al terminar la especialidad de Pediatría, a uno de los pacientes que atendía en la práctica privada le diagnostiqué un tumor de la columna vertebral, situación que me marcó muchísimo. Paralelamente se dio la posibilidad de quedarme en el equipo del Hospital San Borja.

Y ¿cuál fue el paso que lo acercó a la fundación?
- Habiéndome dedicado gran parte de mi vida profesional a esta especialidad, me invitaron de la Fundación Niño y Cáncer para formar parte del directorio ejecutivo. Allí conocí gente muy comprometida, que buscaba hacer felices a niños que están con cáncer o que ya terminaron su tratamiento y que eventualmente quedaron con alguna secuela. Una de las premisas de la entidad es que una vez que se terminó el tratamiento a estos niños que superaron esta grave enfermedad hay que ayudarlos a reincorporarse a la vida común y apoyarlos para que sean felices y, así, esta enfermedad no vuelva.

¿Qué tipo de responsabilidades debe enfrentar la organización?
En lo personal, yo formo parte del Consejo General, pero hacemos muchas cosas. Lo mejor para conocer la fundación es entrar a nuestro sitio web www.ninoycancer.cl.

En su área de especialidad, ¿cuáles han sido los principales hitos o avances en las últimas décadas?
- Fundamentalmente, ha habido avances en la sobrevida y curación de los niños. Esto ha sido posible porque, como lo decía previamente, han cambiado los protocolos de quimioterapia, las técnicas quirúrgicas, los tiempos operatorios, la radioterapia, los tratamientos de apoyo. A esto además hay que sumarle la etapificación de los pacientes al iniciar el tratamiento con nuevos técnicas diagnósticas que incluyen la terapia citogenética, inmunofenotipo y otras como la PCR, que le están dando “a priori” el pronóstico del niño para hacer terapias más agresivas o más suaves. No hay que olvidar tampoco el avance que significa el transplante de medula ósea que es una opción para un grupo de pacientes que antes estaban perdidos.

¿Actualmente, cuáles son las problemáticas más prevalentes en el ámbito de la oncología infantil?
- En 100 años más, cuando vean el tipo de tratamiento que les hacemos hoy a los pacientes van a opinar lo mismo que nosotros opinamos de las sangrías de siglos pasados. Esto debido a que los tratamientos son muy poco específicos y producen demasiados efectos secundarios, tanto a corto como largo plazo, por ello, el seguimiento de estos niños debe ser muy exhaustivo. Como ejemplo del punto de vista endocrino, como por posibles segundos tumores, aquellos niños secuelados por su enfermedad o por la terapia, etcétera.

¿Cómo se puede mejorar la calidad de vida de estos niños, al mismo tiempo que fortalecer su integración social y familiar?
- Lo más importante es poder tratar a los niños con cánceres de buena manera y eso ya se ha logrado en gran medida, gracias al programa PINDA, que nació debido al empuje de un grupo de connotados oncólogos y al alero del Ministerio de Salud. Queda un largo camino por recorrer en lo que es el seguimiento y en la reincorporación a la vida normal de estos niños, y en la actualidad hay varios grupos trabajando en ello, incluido el PINDA que tiene un protocolo de seguimiento. Problemas que antes no tenían solución como la hormona de crecimiento en niños irradiados de SNC que debían ser donadas por fundaciones como la nuestra, ahora ya lo cubre un programa gubernamental.

En su área de acción, ¿qué nos podría decir del rol que juegan la investigación y la docencia?
- PINDA se ha preocupado de que los protocolos diseñados, muchos de ellos en colaboración con países desarrollados, puedan arrojar resultados útiles para el desarrollo de futuros nuevos protocolos que van sirviendo poco a poco par mejorar aún más la sobrevida y curación de nuestros niños. Así entonces cada día se conoce más de estas enfermedades y así se les da un tratamiento más específico. La mayoría de los centros que tratan a estos niños están en hospitales grandes donde se realiza docencia tanto a alumnos como a becados de Medicina, así como también clases de extensión para los colegas de consultorios.

¿Cuáles diría que son los desafíos a futuro, tanto de su área de trabajo, como para la corporación?
- Esto por ahora no tiene luz al final del túnel. En la medida en que vamos avanzando en el sentido de nuevos descubrimientos y nuevas terapias, se van abriendo siempre nuevas necesidades y, al principio, son las fundaciones las primeras en darse cuenta de que pueden hacer algo para mejorar aún más el tratamiento. Creada la necesidad pasa algún tiempo y las autoridades asumen la responsabilidad con ellas y así, poco a poco. damos cada día una mejor salud.

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