COVID-19: uso de mascarilla sería más importante que lo pensado
Los países que han adaptado el enmascaramiento de toda la población han obtenido mejores resultados en términos de enfermedades graves y mortalidad.
Un interesante artículo de perspectiva publicado el 8 de septiembre de 2020 en The New England Journal of Medicine, plantea que el uso universal de mascarillas faciales ayudaría a reducir la gravedad de la enfermedad en grandes grupos poblacionales. De confirmarse esta hipótesis, las mascarillas se transformarían en un dispositivo de mucho mayor relevancia que la sola reducción del riesgo de contagio.
Junto con los primeros informes que reportaron altas tasas de diseminación de SARS-CoV-2 proveniente de la nariz y de la boca de pacientes pre o asintomáticos - equivalentes incluso a las tasas de contagio observadas en sintomáticos -, el enmascaramiento facial universal se instauró como posible forma de prevenir la transmisión. Cierta evidencia relacionada con otros virus respiratorios indicaba que la mascarilla podía proteger de infecciones al bloquear la entrada de partículas virales en la nariz y la boca. Además, el uso generalizado de mascarillas en países asiáticos que enfrentaron el virus SARS en 2003 había demostrado su asociación con un mejor control de la epidemia.
Pero ahora, los autores del artículo han señalado que datos virológicos, epidemiológicos y ecológicos analizados recientemente permiten hipotetizar que el enmascaramiento facial también reduciría la gravedad de la enfermedad entre las personas que se infectan. Esta posibilidad es consistente con la clásica teoría que sostiene que la severidad de las afecciones virales es proporcional al inóculo viral recibido. Hoy se piensa que en las infecciones virales en que las respuestas inmunitarias del huésped pueden desempeñar un papel patogénico predominante, como es el caso del SARS-CoV-2, dosis altas de inóculo viral pueden abrumar y desregular las defensas inmunitarias innatas, aumentando la gravedad de la enfermedad.
De ello se desprende una hipotética razón adicional para usar mascarillas faciales, puesto que, al reducir el tamaño del inóculo viral, el impacto clínico debiera ser menor; es decir, la proporción de infecciones por SARSCoV-2 asintomáticas respecto de las más graves, sería también mayor. De hecho, epidemiológicamente se ha producido un cambio relevante: del 40% de infecciones asintomáticas que se reportaba como habitual en julio de 2020, se ha migrado a un 80% en entornos con enmascaramiento facial universal. También se ha visto que los países que han adoptado el enmascaramiento en toda la población presentan menores tasas de gravedad y muerte relacionadas con COVID-19.
Tal como concluyen los autores de esta perspectiva, en tanto el mundo espera ansiosamente la llegada de una vacuna exitosa, combatir la pandemia implicará mantener los esfuerzos para reducir tanto las tasas de transmisión como la severidad de la enfermedad, y la creciente evidencia comentada en el artículo sugiere que el enmascaramiento facial en toda la población sería capaz de beneficiar ambos aspectos.
