Corticoides en pediatría
No se justificaría el empleo rutinario de corticoides en recién nacidos con displasia broncopulmonar
Desde la década pasada ha habido una importante disminución de la mortalidad neonatal en recién nacidos prematuros de muy bajo peso, sin embargo, la displasia broncopulmonar (DBP) es una de las consecuencias crónicas más frecuentes en los niños que han sido capaces de sobrevivir. La inflamación desempeña un papel dominante en su patogenia, originando la razón por la que la administración de corticoides postnatales haya merecido tanta atención, no solamente en investigación médica, si no que también, por el constante aumento en su utilización en las unidades de cuidado intensivo neonatal.
Por lo consiguiente, el empleo de corticoide postnatal como terapia de la DBP se ha generalizado. En las redes neonatales norteamericanas, se estima que entre un 19% y un 25% de los menores de 1500g al nacer lo recibe en la actualidad, mientras que en una red neonatal sudamericana esto ocurr´ría en el 9% de ellos. El esquema de tratamiento más común es comenzar con 0,5 mg/kg/día en dosis decrecientes por 7 a 12 días. Los resultados de los estudios iniciales y especialmente la evidente respuesta clínica favorable en la mayoría de los casos han favorecido su uso. Resulta indudable que no se han ponderado bien los riesgos a largo plazo de esta terapia, aunque estos hayan sido de conocimiento más reciente. En Febrero del 2002, la Academia Americana de Pediatría en conjunto con la Sociedad Canadiense de Pediatría publicaron una declaración bastante contundente en contra del uso indiscriminado de corticoide postnatal.
El propósito principal de un artículo publicado en la Revista Chilena de Pediatría, correspondiente al número de enero de 2003, por los pediatras J. L. Tapia y J. Kattan, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, fue repasar la evidencia biomédica publicada sobre los riesgos y las ventajas de la terapia con corticoides a diferentes edades en el periodo postnatal, intentando dilucidar su justificación en el uso de rutina, a qué edad postnatal y en qué dosis. El estudio comprendió la búsqueda de artículos en Bases de Datos de importancia, tales como Medline (Pubmed de la National Library of Medicine) y NICHD Cochrane Neonatal, desde 1972 en adelante. La recopilación de los estudios se basó en seleccionar aquellos que fuesen trabajos clínicos controlados y metanálisis, provenientes de revistas líderes en el tema.
Los resultados de la revisión demostraron que cuando su uso es temprano (menos de 72 horas de edad), por cada 10 pacientes tratados se previene sólo un caso de DBP, pero con complicaciones agudas importantes, como perforación intestinal, hipertensión arterial y cardiomiopatía hipertrófica. De otro modo, su uso tardío facilita la extubación y minimiza el requerimiento de oxígeno a las 36 semanas corregidas, pero asociándose a mal progreso ponderal e hipertensión arterial. Tal vez, lo más preocupante sería el efecto de los corticoides sistémicos sobre el neurodesarrollo, en especial, por el mayor riesgo de disfunción motora y parálisis cerebral. Se estima que por cada 30 pacientes tratados, resultará en 4 extra con parálisis cerebral y en 3 extra con algún daño en el neurodesarrollo.
En resumen, aumenta la evidencia científica que describe sobre las consecuencias y los riesgos de la administración de corticoides postnatales a largo plazo, lo cual superaría a las ventajas de su utilización a corto plazo. Por otra parte, las dosis empleadas en la mayoría de los estudios analizados son 10 a 15 veces mayores a las estimadas fisiológicamente. Por lo tanto, el manejo de la displasia broncopulmonar con corticoides, debería estar restringida a los casos que hayan sido cuidadosamente seleccionados, por ejemplo, en pacientes con requerimientos máximos de oxígeno y soporte ventilatorio, utilizando además, dosis más bajas y duraciones más cortas que las empleadas actualmente, es decir a 0,2 mg/kg/día y en dosis decrecientes.
Por último, los autores terminan acotando que la realización de nuevos estudios controlados se podría justificar sólo para medir efectividad a dosis menores (tal vez hasta de 0,05 mg/kg/día, de acuerdo a estimación fisiológica) o bien con preparados corticoidales distintos a la dexametasona. Además, la medida de análisis primario debiera ser la sobrevida sin alteraciones en el neurodesarrollo a largo plazo. Otra línea de investigación interesante sería la relación entre niveles bajos de cortisol plasmático durante los primeros días de vida y el mayor riesgo de DBP en recién nacidos de muy bajo peso.
Fuente bibliográfica
Rev Chil Pediatr 2003; 74 (1): 70-80