Una nueva vía para disminuir la patología coronaria
En sendos trabajos publicados en el New England Journal of Medicine, investigadores de Estados Unidos y Dinamarca concluyen que las mutaciones en el gen APOC3 benefician al corazón y las arterias.
Dicen que todos los caminos conducen a Roma y, en ocasiones, en el campo científico se repite la lógica. Y es que dos grupos de investigadores, de forma absolutamente independiente y a través de distintas vías, llegaron a la misma conclusión, y el fruto de sus trabajos podría representar un importante avance para la medicina preventiva.
Un equipo estadounidense y otro danés rastrearon el ADN de miles de pacientes hasta dar con el gen APOC3, asegurando que las mutaciones en este gen protegen el corazón y las arterias. “Las alteraciones detectadas no solo reducen significativamente los niveles de triglicéridos (un tipo de grasa que circula por la sangre cuyo exceso se asocia a lesiones vasculares) sino que disminuyen el riesgo de sufrir lesiones coronarias como infartos o ictus hasta en un 40 por ciento”, coinciden. Ambas investigaciones, publicadas en el New England Journal of Medicine, han despertado interés en facultativos abocados a frenar una de las principales amenazas del hombre moderno: la patología cardiovascular.
“Se trata de estudios muy importantes, que pueden señalarnos el camino de futuras dianas terapéuticas de las que estamos huérfanos. Eso es lo más relevante, la detección de posibles dianas, pero estamos hablando de un plazo largo”, opinan los doctores Fernando Civeira, ex presidente de la Sociedad Española de Arteriosclerosis y responsable de la Unidad Clínica y de Investigación en Lípidos y Arteriosclerosis del Hospital Miguel Servet de Zaragoza; y Luis Masana, docente e investigador de la Unidad de Investigación de Lípidos y Arteriosclerosis de la Universidad Rovira i Virgili (Tarragona). Y es que en las sociedades occidentales estas enfermedades se constituyen en la principal causa de muerte, fundamentalmente, por cuadros vinculados a la mala alimentación y estilos de vida. En España, por ejemplo, el 30% de los fallecimientos se deben a procesos cardiovasculares, porcentaje superior a la suma de las muertes provocadas por el cáncer. A nivel global, y de acuerdo a estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las enfermedades cardiovasculares son causantes de 17,5 millones de muertes cada año, proyectándose para 2030 un total de 24 millones de fallecidos. En el contexto sudamericano, Chile está dentro del grupo de países que muestra la realidad más compleja. De hecho, en la nación andina esta patología es la primera causa de muerte en hombres mayores de 35 años y en mujeres sobre los 50 años de edad.
Buena parte de la explicación de este escenario son las LDL (lipoproteínas de baja densidad), que se adhieren a las paredes de las arterias, endureciéndolas y estrechándolas. Claro que las estatinas se han mostrado eficaces a la hora de combatir estas grasas. Sin embargo, frente a los triglicéridos -otro de los agentes causantes de arterioesclerosis-, los fármacos existentes (fibratos, niacina, ácidos grasos omega 3) no han alcanzado el mismo nivel de resultados, ayudando sólo, de forma moderada, a reducir los niveles en la sangre y no aportan beneficios sensibles en cuanto a paliar el riesgo cardiovascular.
Para la OMS, cerca del 80% de las muertes prematuras provocadas por estas afecciones podrían evitarse con un tratamiento orientado a combatir los principales factores de riesgo, entre los que se cuentan el colesterol elevado, tabaquismo, hipertensión, diabetes, obesidad, sedentarismo, depresión, consumo excesivo de sal y estrés. Por lo mismo, el diagnóstico temprano y la prevención tienen un rol clave, y la investigación de estadounidenses y daneses apunta precisamente en esa dirección.
Anulación enzimática
El gen APOC3 es especialmente activo en el hígado, donde produce la apolipoproteína C3, que transporta los triglicéridos a través de la corriente sanguínea hasta su destino. Al llegar a los tejidos, estos lípidos se degradan y se transforman en ácidos grasos, es decir, en energía, proceso que se lleva a cabo gracias a una enzima. El problema es que la apolipoproteína anula la actividad enzimática, por lo que, si abunda, los triglicéridos no se metabolizan, se acumulan en la sangre y lesionan las arterias.
El trabajo de los científicos de la Universidad de Pensilvania y del Hospital General de Massachusetts analizó los exomas (la parte más activa del genoma por la fabricación de proteínas) de cuatro mil personas en busca de mutaciones que se pudieran asociar con los niveles de triglicéridos en la sangre. Tras un complejo proceso de selección y descarte, los investigadores advirtieron que cuatro mutaciones diferentes en el APOC3 no sólo comprometían la fabricación de la proteína, sino que se relacionaban con una caída del 40% de la tasa de triglicéridos. Mientras la presencia habitual ronda los 150 miligramos por decilitro, entre estas personas la cifra bajaba hasta los 85. La mutación les ayudaba a tener poca apolipoproteína C3.
Una vez comprobado que cambios en las bases del gen APOC3 se traducen en un menor nivel de triglicéridos, quedaba por determinar si, además, estas personas eran menos sensibles a desarrollar enfermedades cardiovasculares. A partir de 110.000 muestras de pacientes, los investigadores estadounidenses analizaron los perfiles genéticos y compararon aquellos que tenían las mutaciones identificadas con sus historiales clínicos. El resultado arrojó que la alteración genética se asociaba a una caída del 40 por ciento de la posibilidad de tener un infarto, ictus, isquemia crónica y el resto de lesiones coronarias.
Por su parte, investigadores de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) llegaron a una conclusión similar tras analizar las mutaciones en dos de los análisis poblacionales más extensos del mundo (el Estudio del Corazón de la Ciudad de Copenhague y el Estudio General de la Población de Copenhague) que han seguido a 75.725 personas a lo largo de 35 años. La reducción del riesgo de arteriosclerosis observada en este caso es virtualmente la misma: 41 por ciento.
Ambas investigaciones dejan en evidencia que la reducción de los niveles de la apolipoproteína C3 en la sangre se traduce en una mejora de la salud del paciente, lo que no sucede con otras terapias que buscan tratar el exceso de triglicéridos. A partir de estos hallazgos, no es difícil aventurar que si se bajan los triglicéridos mediante la inhibición del gen APOC3 se reducirá el riesgo de patología coronaria.
El desafío consiste ahora en conseguir replicar los efectos protectores naturales que tiene la mutación a través de un fármaco. En este sentido, un posible camino podría basarse en bloquear en la sangre a las proteínas que producen el gen APOC3, de forma que no se unan a las enzimas e impidan que desempeñen su función de degradar los triglicéridos. De una u otra forma, habrá que esperar varios años para pasar de los ensayos clínicos a la aplicación práctica de esta nueva estrategia sanitaria.
