Una insospechada mirada a los accidentes cerebrovasculares
Investigadores del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares de Estados Unidos aseguran que, gracias a un curioso fenómeno, el ojo puede convertirse en una ventana al cerebro.
Un grupo de científicos perteneciente a los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos realizó una investigación que aborda un campo hasta ahora inexplorado y que, insospechadamente, podría encaminarse en un futuro no muy lejano a consolidar una mirada distinta, tanto en la evaluación como en el tratamiento, de personas que han sido víctimas de un accidente cerebrovascular.
El estudio, publicado en la revista Neurology (doi.org/10.1212/WNL.0000000000005123), se propuso determinar el origen y los alcances de los curiosos puntos brillantes que aparecen en los ojos al momento de tomar imágenes cerebrales a pacientes que sufren ictus.
Los científicos descubrieron que una sustancia química administrada rutinariamente a los pacientes con apoplejía sometidos a escáneres cerebrales, puede filtrarse a sus ojos y resaltar algunas áreas. Esto, potencialmente, podría entregar una idea más certera del motivo y características del ACV.
“Estábamos algo asombrados por esto, es un fenómeno muy desconocido”, comentó el doctor Richard Leigh, investigador clínico asistente del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares de los Institutos Nacionales de la Salud. “Se plantea la cuestión de si hay algo que podamos observar en el ojo que ayude a los médicos a evaluar la gravedad de un accidente cerebrovascular y nos guíe sobre la mejor manera de ayudar a los pacientes”, agregó el autor principal del artículo.
Es el gadolinio lo que hace que los ojos brillen de forma tan intensa en las mencionadas imágenes. Se trata de un químico inofensivo y transparente que habitualmente se administra a los pacientes durante las exploraciones por resonancia magnética (IRM) con el objetivo de resaltar las anomalías en el cerebro. En los individuos sanos, este medio de contraste permanece en el torrente sanguíneo y posteriormente es filtrado por los riñones. Sin embargo, cuando una persona sufre un daño en la barrera hematoencefálica las cosas son diferentes.
El gadolinio logra penetrar este sistema de protección formado por células endoteliales que recubren los capilares del cerebro y cuyo propósito es evitar la entrada de sustancias extrañas. Así, su fin de controlar y restringir el paso de sustancias tóxicas entre la circulación sanguínea y el fluido cerebral, es vulnerado y como consecuencia se generan estos puntos brillantes que marcan la ubicación exacta del daño cerebral.
Sondeos previos en esta área habían demostrado que ciertas enfermedades oculares podrían causar una interrupción similar en la barrera sanguínea ocular, lo que hace para el ojo lo que la barrera hematoencefálica hace para el cerebro.
Los investigadores determinaron que un accidente cerebrovascular también puede comprometer la barrera sanguínea ocular y que el gadolinio que se filtra a los ojos de un paciente tiene el potencial de proporcionar valiosa información sobre el tipo de ACV.
¿Cómo lo hicieron? Realizaron resonancias magnéticas en 167 pacientes con accidente cerebrovascular al ingresar a un hospital sin administrar gadolinio y los compararon con escáneres tomados con gadolinio dos horas y 24 horas más tarde. Debido a que el gadolinio es transparente, no afectó a la visión de los pacientes y solo pudo detectarse mediante resonancias magnéticas.
“Parece que el accidente cerebrovascular está influyendo en el ojo, por lo que el ojo es un reflejo de lo que está sucediendo en el cerebro. Estos resultados son preliminares, por lo que estudios futuros deberán estar en sintonía con esto para comprender completamente su impacto”, subrayó el doctor Leigh.
Aproximadamente tres cuartas partes de los pacientes experimentaron una fuga de gadolinio en sus ojos en una de las pruebas, con un 66 por ciento evidenciado en el escaneo tras dos horas y un 75 por ciento en el escaneo luego de 24 horas. El fenómeno se presentó tanto en pacientes no tratados como en quienes recibieron una terapia llamada tPA, para disolver el coágulo de sangre responsable de sus accidentes cerebrovasculares.
El gadolinio generalmente estaba presente en la parte frontal del ojo, llamado cámara acuosa, después de dos horas, y en una región hacia la parte posterior, llamada cámara vítrea, a las 24 horas. Los pacientes que mostraban gadolinio en la cámara vítrea en el punto temporal posterior tendían a ser mayores, con antecedentes de hipertensión y presentaban más puntos brillantes en sus escaneos cerebrales, llamados hiperintensidades de materia blanca, que están vinculados con el envejecimiento cerebral y la función cognitiva disminuida.
En tanto, en una minoría de pacientes el examen de dos horas mostró gadolinio en ambas cámaras oculares. Los accidentes cerebrovasculares en esos pacientes tendieron a afectar a una porción más grande del cerebro y provocar aún más daño a la barrera hematoencefálica que los ictus de pacientes con un patrón más lento de fuga de gadolinio o ninguna fuga en absoluto.
Para Richard Leigh la conclusión es clara: “los hallazgos plantean la posibilidad de que, en el futuro, los médicos puedan administrar una sustancia a los pacientes que podría acumularse en el ojo como el gadolinio y obtener rápidamente información importante sobre sus accidentes cerebrovasculares sin la necesidad de una resonancia magnética. Es mucho más fácil para nosotros mirar dentro de los ojos de alguien que mirar dentro del cerebro de alguien, entonces, si el ojo es realmente una ventana al cerebro, podemos usar uno para aprender sobre el otro”.
Por Óscar Ferrari Gutiérrez
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