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04 Julio 2016

Un poco de indulgencia para vivir más y mejor

Varios estudios han indagado en los beneficios que perdonar tiene para la salud. Menos estrés, un corazón sano y mayor longevidad son algunas de las ventajas que traería un acto que bien puede ser no verbal.

“Tom Sawyer” y “Las aventuras de Huckleberry Finn” son los trabajos más conocidos del escritor, orador y humorista Samuel Langhorne Clemens. Su marcada influencia en la literatura, política y vida social norteamericana del siglo XIX lo llevaron a integrarse a la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras.

En 1907 recibió el título de doctor honoris causa por la Universidad de Oxford y hoy varias escuelas de Estados Unidos tienen su nombre. Existen esculturas, puentes y bases del Ejército en su honor, con placas con su seudónimo impreso: Mark Twain.  

Un año antes de morir, víctima de un infarto agudo de miocardio, dijo “vine al mundo con el cometa Halley en 1835. Vuelve de nuevo el próximo año, y espero marcharme con él. Será la mayor desilusión de mi vida si no me voy con el cometa Halley. El Todopoderoso ha dicho, sin duda: 'ahora están aquí estos dos fenómenos inexplicables; vinieron juntos, juntos deben partir'. ¡Ah! Lo espero con impaciencia”.

En otra de sus frases célebres, Mark Twain aseguró que “el perdón es la fragancia que derrama la violeta en el talón que la aplastó”. Palabras que, de un modo u otro, invitan a reflexionar sobre una acción que, más allá de sus concepciones valóricas, filosóficas, éticas o religiosas, tiene consecuencias en la salud de las personas.

Así al menos se desprende de una serie de estudios que han indagado en este terreno. El último de ellos realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de Luther College, en Iowa, Estados Unidos, cuyos resultados fueron publicados en el Journal of Health Psychology (doi:  10.1177/1359105314544132). El trabajo plantea que perdonarse a sí mismo y a los demás puede proteger a hombres y mujeres del estrés y sus repercusiones en la salud mental.

Para llegar a esta afirmación, los académicos reclutaron a 148 adultos jóvenes, a quienes se les pidió llenar un cuestionario para medir sus niveles de estrés a lo largo de la vida, su tendencia a perdonar y su salud física y mental. Los resultados arrojan dos conclusiones, una de las cuales despertó el interés de los autores.

Lo que no es novedad es que la mayor exposición al estrés trae consigo una salud mental y física más deteriorada. Lo que sí llamó la atención es que si las personas mostraban más indulgencia, tanto con ellas mismas como con el resto, esa característica por sí sola prácticamente eliminaba la conexión entre estrés y enfermedad mental.

“El vínculo desapareció y estadísticamente llegó a cero. Me atrevería a decir que si no tienes la tendencia a perdonar, sientes los efectos del estrés sin mitigaciones ni paliativos, porque no cuentas con un amortiguador que te cuide”. 

Aunque la muestra fue pequeña y deben llevarse a cabo más sondeos científicos para profundizar en el tema, la declaración es tajante. Fue realizada por Loren Toussaint, profesor asociado de la Universidad de Luther College y uno de los líderes de la investigación. Él y sus colegas creen que los individuos que son más indulgentes adoptan mejores estrategias para lidiar con el estrés o que su reacción a factores estresantes se debilita. 

“Pienso que la mayoría de las personas busca sentirse bien y esto ofrece la oportunidad para conseguirlo. Muchos terapeutas trabajan para cultivar el perdón a través de sesiones”, agrega el docente. Este perdón no se tiene que expresar necesariamente mediante un acto verbal, sino que basta con asumir una conducta de liberación que permita a los individuos no aferrase a sentimientos negativos que vulneren su autoestima y alimenten el rencor. Nada sencillo, pero vale la pena intentarlo.

Otros estudios así lo aconsejan. Según investigadores del Hope Center (Lexington, Estados Unidos), uno de los beneficios del perdón se expresa mediante la reducción de las cantidades de cortisol, conclusión que se publica en la revista Psychological Science (doi: 10.1111/1467-9280.00320). Otro trabajo, resumido en el International Journal of Psychophysiology (doi: 10.1016/j.ijpsycho.2008.01.001) exploró las consecuencias del perdón y la ira en la fisiología, asegurando que las personas rencorosas tienden a tener ritmos cardíacos más altos, mientras que aquellos que son más empáticos y capaces de perdonar muestran ritmos más bajos y un corazón más saludable.

En tanto, investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Duke, Estados Unidos, sugieren en The Journal of Pain (doi: 10.1016/j.jpain.2004.10.012) que, de acuerdo a observaciones clínicas, muchas personas con dolor crónico tienen dificultades para perdonar. Tras aplicar medidas estandarizadas para evaluar a un grupo de pacientes con dolor persistente, los análisis de correlación mostraron que aquellos que tenían puntuaciones más altas en las variables relacionadas con el perdón reportaron menores niveles de dolor, ira y angustia psicológica.

Por último, pero no menos importante, en el Journal of Behavioral Medicine (doi: 10.1007/s10865-011-9362-4) se publicó un estudio que profundizó en la capacidad de perdonar en el adulto mayor, acción que incluso podría favorecer la longevidad. En este caso, los investigadores concluyen que las personas que practican el perdón condicional, vale decir, sólo perdonar si otros también lo hacen, son más propensas a vivir menos. La próxima vez que nos sintamos ofendidos y nos ofrezcan disculpas, habrá que considerar que existen varias razones para aceptarlas y, simplemente, dar vuelta la página.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

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