Un buen susto para aumentar las defensas
El posible efecto de la exposición voluntaria al miedo en los niveles de inflamación despierta la curiosidad de la ciencia. Análisis exploratorios sugieren que podría modular las respuestas inmunitarias.
El miedo es una emoción universal que nos acompaña en todas las etapas de nuestras vidas. Para la gran mayoría de las personas, sentirlo no es grato porque se asocia a una sensación de peligro, amenaza o un riesgo inminente que puede ser real o imaginario [1]. Sin embargo, detrás de esa connotación negativa se esconden varios beneficios para la salud.
Si bien investigaciones previas han explorado este campo, un grupo de científicos de la Universidad de Aarhus en Dinamarca trabajó en una arista diferente: el temor recreativo [2]. "El miedo y las reacciones de estrés agudo son mecanismos fundamentales de supervivencia que activan el sistema adrenérgico, lo que provoca respuestas vitales de lucha o huida", aseguran.
Pero qué ocurre con el organismo si nuestra intención no es pelear o arrancar, sino que quedarnos y experimentar, solo por gusto, una experiencia aterradora.
"Si bien el estrés sostenido se asocia con una inflamación leve no saludable, se ha observado que una activación más aguda y transitoria del sistema adrenérgico afecta al inmunitario y, posteriormente, atenúa la inflamación leve, por ejemplo, a través de la exposición al frío o la hiperventilación. La exposición voluntaria a estos estímulos es un activador confiable de este proceso", aseguran los autores del ensayo titulado "Descubriendo el efecto del miedo recreativo en la inflamación: un estudio de campo de cohorte prospectivo".
Del horror a la entretención
De acuerdo con académicos de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de México (UNAM), el miedo "actúa como un mecanismo de defensa, que advierte peligros para la integridad física y bienestar. Se origina en una región del cerebro denominada amígdala, que forma parte del sistema límbico, encargado de regular las emociones y funciones de conservación" [1].
Fisiológicamente se manifiesta mediante la aceleración del ritmo cardíaco y respiración, contracción muscular, temblor de piernas y manos, sudoración, bloqueos, tics, piloerección y expresiones faciales como palidez. También hay alteraciones cognitivas, conductuales y neuronales como la liberación de cortisol, dopamina, noradrenalina y adrenalina [3].
Según el doctor Elías Aboujaoude, profesor de psiquiatría y ciencias del comportamiento en la Universidad de Stanford de Estados Unidos, nuestra respuesta biológica al miedo es increíblemente compleja e implica neurotransmisores y hormonas que afectan a zonas de todo el cerebro, desde la amígdala hasta el lóbulo frontal. "El efecto en todo el cuerpo puede ser estimulante y, psicológicamente, podemos sentir satisfacción o incluso triunfo cuando el objeto que nos asusta desaparece" [4].
En su trabajo, los investigadores de Dinamarca se propusieron dos objetivos: primero evaluar los cambios proporcionales de los participantes con inflamación leve -en el momento y tres días después de un evento aterrador voluntario- y, posteriormente, explorar las alteraciones del valor medio en los marcadores inflamatorios y células inmunes a lo largo del tiempo.
Con este fin, reclutaron a 69 mujeres y 44 hombres (de 29 años como promedio) para visitar durante 50 minutos una instalación recreativa que simula "una casa embrujada", ubicada en la ciudad de Vejle. Todos fueron equipados con dispositivos de monitorización de frecuencia cardíaca para registrar datos en tiempo real mientras recorrían sus habitaciones. Luego declararon sus niveles de miedo mediante una escala Likert [5].
"Recogimos muestras de sangre antes, después y luego de tres días del evento para medir los niveles de proteína C reactiva de alta sensibilidad (PCR-as) y los recuentos de células inmunitarias. La inflamación de bajo grado se definió como niveles de PCR-as superiores a 3 mg/L", explicaron.
Respuesta inmunitaria
De los 22 participantes que presentaban una inflamación de bajo grado (PCR-as > 3 mg/L), 18 disminuyeron sus niveles, en promedio, desde 5,7 mg/L antes del evento a 3,7 mg/L tres días después.
"Los leucocitos y linfocitos totales se redujeron en los individuos con inflamación de bajo grado y con niveles inflamatorios normales". Según los autores, "los análisis exploratorios sugieren que la exposición al miedo recreativo controlado podría modular las respuestas inmunitarias. Al parecer, no solo proporciona emociones fuertes, sino que también beneficios para la salud" [2].
Más allá de los efectos observados, el vínculo entre el terror voluntario y la función inmunitaria requiere investigaciones más profundas para evaluar su incorporación a estrategias de atención médica. La idea es que los resultados de cualquier abordaje que surja de esta línea de trabajo sean seguros y efectivos, a pesar del susto que nos podamos llevar.
Referencias
[1] El miedo, una alarma mental para proteger la integridad. Nota de prensa. https://unamglobal.unam.mx/global_revista/el-miedo-una-alarma-mental-para-proteger-la-integridad/
[2] Louise Bønnelykke-Behrndtz, M., Clasen, M., Benckendorff, J. N. E., Kristjansen, K. A., Høyer, L., Mensel, C., Nanthan, K., & Andersen, M. M. (2024). Unraveling the effect of recreational fear on inflammation: A prospective cohort field study. Brain, behavior, and immunity, 123, 1042–1051. Advance online publication.
[3] Kalin N. H. (1993). The neurobiology of fear. Scientific American, 268(5), 94–101.
[4] Explicando el atractivo del miedo. Nota de prensa. https://www.nationalgeographic.es/ciencia/2023/10/pasar-miedo-por-que-gusta-tanto
[5] Likert, R., (1932). El método de construcción de una escala de actitudes. Archives of Psychology, 140, 44-53.
Por Óscar Ferrari Gutiérrez