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27 Noviembre 2017

Superbacterias, ¿la mayor epidemia de los próximos años?

Estos diminutos y peligrosos organismos unicelulares podrían provocar la muerte de diez millones de personas en 2050. El problema pasó del terreno científico al político y expertos sugieren cambios urgentes.

La resistencia microbiana es un proceso biológico natural e inevitable, donde bacterias patógenas sensibles a los antibióticos, se adaptan y se seleccionan como bacterias resistentes, al enfrentar una carga antibiótica permanente, lo que se traduce en el fracaso de los tratamientos, persistencia de las infecciones y riesgo de propagación del agente bacteriano entre personas.

Esta condición ocurre por mutaciones en genes ya existentes o por la adquisición de genes que otorgan resistencia desde otro microorganismo resistente. Los procedimientos médicos invasivos, la cercanía entre pacientes y, particularmente, el mal uso de los antibióticos, facilitan y promueven el desarrollo de la resistencia antimicrobiana. 

Se trata de un fenómeno común en los establecimientos de salud de Latinoamérica, mientras que a nivel comunitario los rangos de resistencia son bastante menores a los descritos en los hospitales, pero malas prácticas como la automedicación pueden rápidamente modificar este escenario. Así lo plantea Cristián Aguilera Rossi, doctor en microbiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Frontera de Temuco (Chile), para quien este tema se ha convertido en un problema global, que impacta directamente en la salud y vida de las personas.

“Actualmente nos enfrentamos a una realidad sanitaria tremendamente compleja, ya que algunos tipos de bacterias patógenas causantes de graves infecciones, son resistentes a la mayoría o a la totalidad de los tratamientos antibióticos disponibles. Por culpa de estas ‘superbacterias’ ya mueren unas 700 mil personas al año en el mundo, y de no cambiar la situación, se espera que esta cifra llegue a diez millones en el año 2050”, comenta el académico.

Las superbacterias son cepas resistentes a varios tipos de antibióticos. Anualmente, estos microorganismos unicelulares infectan a más de dos millones de personas y son responsables directos del fallecimiento de por lo menos 23 mil solo en Estados Unidos, de acuerdo a estudios de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). 

Desafortunadamente, muchos de los antibióticos prescritos para las personas son innecesarios. El abuso y el mal uso de los antibióticos contribuyen a crear bacterias resistentes a los medicamentos, incluso frente a patologías como la tuberculosis e infecciones por estafilococos.

“Cuando se utilizan correctamente, los antibióticos pueden ayudar a destruir las bacterias que causan las enfermedades. Pero si una persona toma un antibiótico cuando tiene una infección viral como la gripe, el medicamento no afectará a los virus que hacen que enferme. En lugar de eso, se destruirá una amplia variedad de bacterias en su cuerpo, incluyendo algunas de las bacterias que lo ayudan a digerir los alimentos, combatir las infecciones y mantenerse sano. Las bacterias que son lo suficientemente fuertes como para sobrevivir al medicamento tendrán la oportunidad de crecer y multiplicarse rápidamente. Estas cepas resistentes a los medicamentos pueden transmitirse a otras personas”, explica el doctor Dennis Dixon, experto de los Institutos Nacionales de la Salud (Estados Unidos).

Con el tiempo, si cada vez más personas toman antibióticos cuando no es necesario, las bacterias resistentes a los medicamentos seguirán prosperando y propagándose. Es más, tienen la peligrosa capacidad de compartir sus rasgos a otras bacterias. Así, los medicamentos pueden ser menos eficaces o bien no funcionar en absoluto. “Las infecciones bacterianas que fueron tratables por décadas ya no responden a los antibióticos, incluso a los más nuevos”, subraya el especialista en enfermedades bacterianas y fúngicas. 

Para la doctora Jane Knisely, investigadora del citado centro norteamericano, el criterio juega un papel clave. “Debemos hacer un mejor uso de los medicamentos que tenemos, ya que no hay muchos en la línea de desarrollo de antibióticos. Es importante entender la manera óptima de utilizar estos medicamentos para aumentar su eficacia y disminuir las posibilidades de que exista resistencia”.

En 2011 la Organización Mundial de la Salud, manifiesta su preocupación por la creciente resistencia a los antibióticos de diferentes microorganismos, fenómeno que ya cobraba miles de vidas por infecciones hospitalarias o nosocomiales en todo el planeta.

“Estas bacterias tienen la capacidad de transferir los genes de resistencia a otras bacterias, aunque sean de especies y géneros distintos. Son resistentes a múltiples antibióticos e inutilizan fármacos, amenazando procedimientos como trasplantes de órganos, tratamientos contra el cáncer y terapias intensiva y neonatal en bebés prematuros. Es un problema serio, que requiere una estrategia global”, advertía la OMS.

Un año después, en el marco de un curso de terapia antimicrobiana organizado por la Sociedad Chilena de Infectología, la doctora María Eugenia Pinto, especialista en microbiología clínica de la Universidad de Chile, aseguraba que “estamos frente a problemas de mayor resistencia que antes estaban focalizados en algún grupo microbiano específico y ahora se ha ido ampliando cada vez más. Hoy enfrentamos la aparición de distintos tipos de resistencias que afectan a diferentes tipos de antibióticos, incluso aquellos que son de última generación”.

De acuerdo a un informe emitido por el Banco Mundial, de mantenerse el incremento en las infecciones resistentes a los antibióticos, éstas impactarán en la economía interna de cada país, en la pobreza y comercio mundial, en los costos sanitarios y en la producción de los alimentos. La situación se vuelve mucho más preocupante, al ser testigos de la facilidad con que sucede la movilidad de las bacterias y la transferencia de su resistencia, además del estancamiento en la generación de nuevos antibióticos.

Es más, la resistencia frente a los antibióticos ha dejado de ser un tema que afecte exclusivamente a las personas al interior de los hospitales, ya que este problema también existe y de manera muy dramática en la medicina animal, producción agrícola y en la industria alimentaria, con prácticas preventivas y terapéuticas que además comprometen la salud medioambiental.

Al menos, la controversia ha pasado del terreno científico, donde llevaba mucho tiempo en debate, al político, con organismos internacionales como Naciones Unidas, Organización Mundial de la Salud, Organización Mundial de Sanidad Animal y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, que han presionado para que finalmente cada país desarrolle sus propios planes de acción frente a la resistencia en salud humana, animal y agrícola. 

“Chile ha realizado un esfuerzo muy importante, y ha cumplido este año 2017 con la creación de un Plan de Acción Nacional para manejar la resistencia a los antibióticos, cuyas estrategias centrales son las de mejorar la comprensión pública y la formación profesional en este tema, realizar vigilancia integrada, reducir la incidencia de infecciones hospitalarias, seguir controlando el uso de los antibióticos y fomentar la investigación científica”, destaca el doctor Cristián Aguilera.

Según el docente de la Unidad de Microbiología de la Universidad de La Frontera, “en hospitales, clínicas y consultorios chilenos, se reconoce y controla desde hace bastante tiempo la resistencia a los antibióticos, y cada vez existe mayor preparación y conciencia para su adecuada contención y reducción, sin embargo, fuera del ambiente hospitalario, poco o nada se sabe del tema. Se necesita, por lo tanto, dar a conocer este problema a la ciudadanía, fomentar prácticas responsables en el uso de los antibióticos para prolongar su eficacia y disminuir las posibilidades de resistencia, ya que son productos únicos y valiosos, que salvan vidas”.

“Todos nosotros, personas comunes y corrientes, podemos ser parte de un proceso de contención de la resistencia a los antibióticos en nuestro entorno más cercano, con un impacto real y demostrado, a través de acciones muy simples como tomar antibióticos solo cuando un profesional de la salud se los recete, finalizar siempre un tratamiento antibiótico, no utilizar antibióticos que han sobrado o han estado almacenados por mucho tiempo, nunca compartir los antibióticos, nunca comprar antibióticos en lugares no establecidos o a través de internet, prevenir infecciones mediante un buen lavado de manos y de los alimentos, mantener vacunaciones al día y jamás exigir o solicitar antibióticos para el tratamiento de una infección viral. Son medidas de autocuidado muy fáciles de implementar y tremendamente provechosas, que deben tomarse ya, en este momento, porque no queda mucho tiempo, la velocidad de la resistencia a los antibióticos está superando a la línea de desarrollo de nuevos fármacos, y no se exagera al indicar que de no hacer nada, el problema puede convertirse en la mayor epidemia de los próximos años”, aconseja el facultativo.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

Mundo Médico

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