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26 Marzo 2018

Kindfulness:

Mentes saludables y felices para la ciencia

Recientes estudios han demostrado que las bases de un cerebro sano residen en emociones positivas como amor, amabilidad, ternura, compasión y bondad, las cuales pueden entrenarse para alcanzar la felicidad. 

El día 20 de marzo se celebró el Día Mundial de la Felicidad, efeméride que estableció la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para insistir en la trascendencia de ella como aspiración real en la vida de las personas en el plano personal, afectivo y profesional. 

En todo el planeta se desarrollaron diversas actividades y conversatorios donde quedó de manifiesto que la sociedad actual necesita cambiar su enfoque para trabajar en la creación de redes positivas y ambientes emocionales saludables, para –de esa manera- desarrollar procesos y habilidades para alcanzar la felicidad. 

Y eso, porque recientes estudios han demostrado que nuestra cultura tiende a producir resultados y puntuaciones y a no invertir en bienestar, conexión, empatía o cooperación, herramientas trascendentales para desafiar los entornos sociales y las circunstancias de la vida de millones de personas alrededor del mundo.

Un pionero en este campo es el doctor en neuropsicología Richard Davidson, experto en neurociencia afectiva, director del Center for Healthy Minds de la Universidad de Wisconsin, quien popularizando el concepto de neuroplasticidad postuló y propuso que el bienestar mental no es otra cosa que un conjunto de habilidades que pueden ser aprendidas y cultivadas. 

Además fue precursor en la investigación sistemática de cómo la meditación y otras técnicas contemplativas impactan positivamente en el cerebro (DOI: 10.1371/journal.pone.0001897); demostró que el lóbulo frontal está en su mejor momento cuando las intenciones de una persona coinciden con sus comportamientos y cuando los pensamientos se alinean con las acciones; y desarrolló el concepto y un Kindfulness Program, que busca incentivar y volver a practicar la amabilidad para enfrentar el mundo de manera amable, abierta, ecuánime y afectiva. 

Y eso, porque “la base de un cerebro sano es la bondad, habilidad que se puede entrenar si aprendemos a tener control sobre nuestra mente”, como explica el doctor Davidson. (Doi: 10.1093/scan/nsx099)

En el libro “La felicidad: evidencias y experiencias para cambiar nuestro mundo”, editado por la Sociedad de Neurología Psiquiatría y Neurocirugía (Sonepsyn) en 2013, la doctora en psicoterapia y miembro del Instituto Bienestar, Pauline Heine Preisler, señala que “una de las claves de la felicidad es hacerse responsable de las propias actitudes y acciones, siendo agentes de cambio activos, transformando aquello que no nos hace felices y que sí podemos modificar, generando así experiencias que reporten emociones positivas y que aporten sentido a nuestra vida cotidiana”

“Quedarse pasivo frente a las circunstancias que no nos satisfacen, aclara, en una actitud de queja “porque los demás tienen la culpa” o de evitación “para no pensar en el problema”, disminuye nuestra autonomía y libertad, haciéndonos dependientes de los otros. En ese escenario, dejamos de ser protagonistas de nuestra vida y quedamos a la espera de cambios provenientes del exterior para ser felices”.

Para el doctor Davidson la forma de lograr este cambio es a través del entrenamiento del cerebro en emociones positivas. Luego de conocer al Dalái Lama, el especialista en neurociencia cambió el enfoque de sus estudios neurocientíficos, los que estaban centrados en los mecanismos cerebrales implicados en la depresión y ansiedad

Comenzó a trabajar de manera integral. Parte de sus investigaciones están publicadas diferentes revistas científicas, las cuales le permitieron escribir el libro: The Emotional Life of your Brain (La vida emocional del cerebro), donde enfatiza que “la salud mental y física son afectadas profundamente por las emociones y lo que sabemos de éstas es que varían de un individuo a otro. Los hechos han demostrado que entender los mecanismos cerebrales que hacen que una persona responda de manera más extrema que otras, ha sido una estrategia muy fructífera para ayudar a modificar patrones de conducta poco beneficiosos”.

De acuerdo con su experiencia científica, los estilos emocionales pueden transformarse, ya que el cerebro no es una estructura rígida, sino que todo lo contrario. La materia orgánica, especialmente el tejido nervioso, está dotado de un extraordinario grado de plasticidad que le permite adaptarse y cambiar como resultado de la conducta y la experiencia. (DOI: 10.1016/j.tics.2008.01.005)

La ciencia ya demostró que el cerebro se puede regenerar mediante su uso y potenciación. Gracias a esta neuroplasticidad se pueden crear nuevas neuronas en el cerebro y nuevas conexiones nerviosas –neurogénesis- a lo largo de toda la vida. (DOI: 10.1038/nn.3093) Si bien los jóvenes parecen responder a la ejercitación con más facilidad, la capacidad de transformación acompaña al ser humano hasta el final de sus días. (DOI:10.1037/a0038256)

El doctor Davidson junto a su equipo de trabajo en el Center for Healthy Minds en la Universidad de Wisconsin, desarrolló un Kindfulness Program con el que busca promover la bondad y el bienestar en las escuelas, las comunidades educativas y las instituciones que trabajan con niños y adolescentes alrededor del mundo. 

Está pensado para trabajar las emociones, prevenir y afrontar el bullying a través de cuatro pilares: la atención; el cuidado, la conexión con otros y la apreciación de ser una persona saludable. 

El bienestar es una habilidad, que se puede cultivar bondadosamente si se toma conciencia de lo que somos y se decide efectivamente seguir el camino hacia la felicidad, porque ésta es una decisión, una actitud.

Ingman Bergman dijo una vez que “a todo el mundo le gusta la felicidad, a nadie le gusta el dolor. Pero no se puede tener un arcoíris, sin un poco de lluvia”. La clave está en cómo se entrena a la mente para que los pequeños chubascos se transformen en luminosos amaneceres. 

Por Carolina Faraldo Portus

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