Composición química de las tintas:
Los riesgos desconocidos de un tatuaje
El mundo del body art está rodeado de todo tipo de falsos mitos y leyendas sin base científica alguna. Sin embargo, un reciente estudio advierte sobre los potenciales peligros sobre el sistema inmunológico.
La ornamentación corporal como vehículo de expresión e identidad y el acto ritual canalizado por medio de símbolos que conviven con una persona por el resto de su vida ha acompañado al hombre desde tiempos inmemorables.
El arte de tatuar es realmente milenario y uno de los primeros en conocerse por numerosas culturas alrededor del planeta. En el ámbito arqueológico, los registros datan de la Edad del Bronce, que corresponde a la segunda de las tres grandes eras de la historia que caracterizaron a la Edad de los Metales y que comienza con el descubrimiento de la fusión entre estaño y cobre y termina con el dominio del hierro. Sin embargo, se han encontrado vestigios euroasiáticos del periodo Neolítico en Siberia y en el delta del río Danubio, lo que indicaría que los primeros “tatuadores” provenían de esas culturas.
En septiembre de 1991, dos excursionistas alemanes hallaron en las montañas cercanas a la frontera entre Austria e Italia el cuerpo congelado de un hombre que, según creyeron, había muerto recientemente atrapado por una avalancha. El matrimonio de alpinistas no se imaginaba que ese sensacional descubrimiento se trataba de la momia congelada más antigua de la historia.
Fue bautizado como Ötzi, “el hombre de los hielos” y se convirtió en una gran sensación a nivel mundial, porque aportó nuevos conocimientos del modo de vida del hombre prehistórico gracias a la información obtenida de su esqueleto, dientes, estómago, piel, armas y otros objetos que portaba, así como de su ropa y tatuajes que tenía en su espalda y rodillas, que se conservaron perfectamente gracias al frío.
Sus más de 50 tatuajes eran lineales y simples con diseños de puntos y rayas. A lo menos 15 de ellos pudieron ser verificados, medidos y fotografiados, luego de lo cual fueron ordenados en categorías de acuerdo a los puntos de acupuntura clásicos. Además, se explicó la aplicación de estos puntos de acuerdo a la moderna acupuntura y se concluyó que su uso tenía por objeto aliviar los cambios degenerativos de la columna vertebral inferior, de las articulaciones de las piernas, de la artritis y, al mismo tiempo, mejorar los malestares gastrointestinales producidos por la trichiura, uno de los tres nematodos gastrointestinales más frecuentes en el mundo.
Si bien el origen de este arte no se sabe con exactitud, existe una certeza clara: su uso no ha desaparecido, sino que ha permanecido en diversas civilizaciones hasta nuestros días, variando sólo la connotación social y cultural asociada a su práctica.
Su auge llegó en el siglo XX, cuando se convirtieron en un elemento de la cultura pop, gracias a celebridades y músicos que surgieron durante el movimiento del Punk y el Rock & Roll. Un siglo después, la masiva popularidad de esta práctica la ha convertido en una tendencia mundial muy común, donde elegir un buen diseño o un estudio en el que las condiciones sanitarias sean adecuadas no son ya las únicas preocupaciones a la hora de optar por uno.
Dentro de los riesgos, las reacciones alérgicas, los queloides e infecciones como la hepatitis encabezaban la lista. Sin embargo, las alertas se encendieron este 2017, cuando la European Commission’s Joint Research Centre, publicó un informe en el que advertía que algunos componentes de la tinta para tatuar no estaban elaborados para ese fin y suponían, por tanto, un peligro inminente para la salud. (DOI: 10.2788/011817)
De hecho, el trabajo expresa preocupación sobre la seguridad de los pigmentos usados para estas prácticas, donde sólo el 30 por ciento de los colorantes que se emplean en las tintas están autorizados para ser utilizados en productos cosméticos sin ningún tipo de restricción.
Además, estas pinturas poseen más de 100 colorantes y aditivos, algunos fabricados con otras finalidades que no son las de ser introducidas en la dermis, ya que se usan también en la fabricación de ropa, automóviles y plásticos, debido a que dan más brillo al dibujo.
Ante este llamado de atención, un grupo de científicos alemanes y franceses demostró –por primera vez- que los pigmentos de los tatuajes, tanto orgánicos como inorgánicos, así como impurezas y elementos tóxicos que contienen metales pesados como níquel, cromo, manganeso, cobalto, carbón vegetal o dióxido de titanio viajan dentro del cuerpo en forma de micro y nanopartículas hasta llegar a los ganglios linfáticos, encargados de producir los glóbulos blancos que ayudan a combatir enfermedades e infecciones.
El estudio publicado en la revista Scientific Reports (DOI: 10.1038/s41598-017-11721-z) no sólo descubrió cómo estos órganos son teñidos con los mismos colores que se introducen en la capa más profunda de la piel, sino que también cómo se engrosan de manera crónica.
Lo que no se sabía era “que lo hacen en forma nano, lo que implica que quizás no tengan la misma conducta que las partículas a nivel micro. Y ese es el problema: no sabemos cómo reaccionan las nanopartículas”, explicó el doctor Bernhard Hesse, científico visitante del Laboratorio Europeo de Radiación Sincrotrón, institución que también participó en este estudio.
Hasta hace unos años, los problemas de salud relacionados con los tatuajes tenían que ver con la higiene y las infecciones por culpa de locales poco cuidados y prácticas habituales como humedecer la aguja con saliva. Hoy, están centrados en lo que puede llegar a pasar en el futuro con el depósito intradérmico de pigmentos de un tatuaje que supone una exposición de por vida a químicos peligrosos y, potencialmente, cancerígenos.
Los tatuajes tienen un pasado histórico rico y diverso y un presente distinto y digno de mención sobre todo con respecto a la regulación de los tintes y suministros que se utilizan para dar vida a una expresión artística que utiliza el dibujo y las imágenes para hacer del cuerpo una verdadera obra de arte.
Por Carolina Faraldo Portus
