La misteriosa relación entre el cerebro humano y canino
Un equipo de investigadores húngaros realizó, por primera vez, un estudio de neuroimagen en perros y humanos, el cual reveló las áreas del cerebro que se activan ante estímulos sonoros en ambas especies.
Durante siglos, el tema de la relación mente-cerebro ha entusiasmado a científicos, filósofos y religiosos. Si bien el desarrollo de la neurología y psicología se remonta a cientos de años, la investigación en neurociencias es un logro del siglo XX. Tanto es así, que en estos últimos 100 años, se han generado gran parte de los conocimientos que sustentan la visión general del sistema nervioso.
Las características bioquímicas, fisiológicas, farmacológicas y estructurales del cerebro han sido descritas, primero en invertebrados y luego en vertebrados, lo que ha permitido dedicar décadas de estudios para definir las bases de las funciones de percepción, emoción, memoria, atención y cognición, algo que ha arrojado un caudal importante de información, así como variadas incógnitas que aún no encuentran solución.
El misterio de la correlación mente-cerebro se ha transformado, desde entonces, en un interesante y apasionante viaje por un túnel de información, hipótesis y teorías que siguen abriendo puertas para descubrir la inmensidad que supone la mente humana, la adquisición de conocimientos, la toma de decisiones, los afectos y las motivaciones, comparándola incluso con el reino animal.
Un reciente estudio realizado por un grupo de investigadores de la Academia de Ciencias de Hungría –publicado en la revista Current Biology (Curr Biol. 2014 Feb; 18. (14): 123-127)- reveló a través del uso de resonancia magnética funcional qué áreas del cerebro se activan ante estímulos sonoros en perros y en humanos. Los resultados fueron asombrosos: las imágenes obtenidas revelaron la activación de regiones similares en ambas especies, eso revelaría por qué los perros parecen entender las emociones humanas.
La domesticación canina, dijeron los investigadores encabezados por el doctor Attila Andics de la Universidad de Budapest, se habría dado entre 18 y 32 mil años atrás, “desde entonces estos animalitos han compartido un mismo ambiente social, lo que ha permitido un desarrollo cerebral interesante que habría permitido una evolución significativa en una determinada zona del cerebro que evolucionó, al menos, cien millones de años atrás, la edad del último antepasado en común de humanos y perros”, indicó el estudio.
Para llevar a cabo este primer estudio comparativo de neuroimagen entre animales no primates (perros) y una especie de primates (humanos), los investigadores adiestraron a 11 perros para mantenerlos quietos durante el scanner. Eso hizo posible realizar el mismo experimento con los animales y los 22 voluntarios humanos.
Entrenarlos llevó un buen tiempo, durante el cual se utilizaron estrategias de refuerzo positivo y muchas alabanzas. “Hubo 12 sesiones de entrenamiento preparatorio, luego siete sesiones en el cuarto del escáner, y por fin los perros fueron capaces de permanecer sin ninguna clase de movimiento hasta unos ocho minutos. Una vez que fueron entrenados parecían muy felices. No lo hubiese creído si no lo hubiera visto”, contó el doctor Andics.
Durante el examen, los investigadores reprodujeron 200 sonidos pertenecientes a voces humanas, perrunas y ruido de ambiente que sirvieron para identificar las áreas del cerebro estimuladas en las diferentes situaciones. Presentaron a los perros y seres humanos ante el mismo conjunto de estímulos vocales y no vocales para buscar regiones corticales sensibles a la voz funcionalmente análoga.
Los resultados de la investigación señalaron que existen áreas cerebrales responsables de captar el sonido y la voz similares entre las dos especies. Sin embargo, los perros responden más contundentemente a los estímulos sonoros producidos por su propia especie que a los procedentes de los humanos. Las personas también actúan igual, los circuitos neurales auditivos se activan más ante los sonidos humanos.
Además, se demostró que la sensibilidad a las señales vocales emocionales se ajusta de manera similar y se sitúa en regiones auditivas no primarias, tanto en perros como en seres humanos.
Uno de los puntos que más llamó la atención de los expertos fue que “los perros también son capaces de percibir la emoción en los sonidos humanos. Existe un área próxima a la corteza auditoria primaria que se activa más con los estímulos sonoros felices como una risa que con los tristes”, destacó el doctor Andics.
Tras miles de años de domesticación y de convivencia directa, “este método ofrece una nueva vía para investigar los circuitos neurales de estos animales. Poco a poco, empezamos a entender cómo los perros ven a los humanos y cómo se desenvuelven en el ambiente social”, agregó.
Si bien encontraron similitudes, se dieron cuenta que los cerebros caninos y humanos respondían de manera diferente a los sonidos no vocales. En los perros, el 48 por ciento de sus regiones del cerebro sensibles al sonido, respondió con más fuerza a los no vocales que los sonidos vocales, en comparación con sólo el 3 por ciento de las regiones del cerebro sensibles al ruido en los seres humanos, algo que podría ayudar a entender cómo el mejor amigo del hombre es tan bueno para detectar los sentimientos de sus amos.
“Sabemos muy bien que los perros son muy buenos en sintonizar con los sentimientos de los dueños y también conocemos que un buen dueño de perros puede detectar los cambios emocionales en su mascota, pero con esta investigación comenzamos a entender por qué”, indicó el doctor Andics.
Lo trascendente de este estudio es que su método ofrece un enfoque completamente nuevo que podría convertirse en una poderosa herramienta para explorar la raíz de la empatía en la evolución animal, campo al cual se dirigirán los próximos experimentos.
