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11 Febrero 2013

200 años de publicaciones médicas

La manera más común de culminar una investigación científica es la publicación de sus resultados en alguna revista médica, sin embargo, el crecimiento y desarrollo histórico de este tipo de publicaciones periódicas, en muchos casos, ha sido lento y con altibajos.

Como médico de Chicago J.H. Salisbury observó en 1906 el impacto de las revistas médicas: "la escuela de medicina es cursada, por regla general, una vez en la vida, las reuniones de las sociedades médicas son poco frecuentes, pero una revista médica, al igual que un periódico, es una amiga siempre presente, cuya influencia y consejo son potentes, para bien o para mal”. Sin embargo, éstas han tenido frecuentemente una existencia precaria. Miles han ido y venido en los últimos 200 años, y muchas siguen luchando por subsistir. Por ejemplo, la historia de la prestigiosa The New England Journal of Medicine es una ventana sobre las cambiantes funciones de las revistas y de la profesión médica. Tales publicaciones no se han limitado a difundir nuevos conocimientos sobre la teoría y la práctica médica. También han definido el alcance de los asuntos médicos, sistematizando los aspectos profesionales y sociales. Al mismo tiempo, trabajan para preservar su reputación, estabilidad financiera e independencia editorial en un entorno en constante cambio, en medio de una avalancha de información biomédica.

 

Orígenes

Lanzada en 1812, New England Journal of Medicine and Surgery and the Collateral Branches of Science era una recién llegada: algunas revistas médicas ya se habían establecido en Nueva York, Filadelfia y Baltimore. El primer número incluyó ensayos sobre problemas clínicos, revisiones del progreso científico, una celebración de Francois Xavier Bichat y un artículo que se esforzaba por descifrar un remedio secreto francés para la gota. Inicialmente publicada trimestralmente, la revista se fusionó en 1828 con el Boston Medical Intelligencer para convertirse en el semanario Boston Medical and Surgical Journal, nombre que mantuvo durante un siglo. Sobrevivir fue un reto. Conforme las revistas más prominentes luchaban y desaparecían durante la Guerra Civil, ésta solicitaba a sus lectores el apoyo financiero.

A lo largo del siglo, aparecieron cientos de publicaciones, principalmente de sociedades, colegios médicos y de otros sectores terapéuticos. En 1879, se creó el Index Medicus para controlar la información en crecimiento, el cirujano general John Shaw Billings se quejó que "es tan inútil aconsejar a un hombre a no crear una nueva revista como lo es aconsejarle que no se suicide" (1879). En 1882, casi tres cuartas partes de las 509 creadas en los Estados Unidos desde 1797 no tenían control alguno.

Tampoco la sobrevivencia aseguraba calidad. Según un artículo de 1879 del Chicago Medical Journal and Examiner la mayoría de las publicaciones no aportaba absolutamente nada: son parásitos peligrosos y desagradables sobre el cuerpo médico. En 1876, algunos opinaban: sería una ganancia inmensa si el periodismo médico de nuestro país pudiera resumirse en no más de media docena de semanarios, además de unos pocos mensuales y trimestrales. Tales sueños de racionalización cedió a la conciencia de las realidades comerciales de una darwiniana "lucha por la existencia" (1913).

Aunque el NEJM perduró a lo largo del siglo 19 y más allá, en un principio vivió a la sombra de Journal of the American Medical Association (JAMA, fundada en 1883), la revista médica dominante en América del Norte hasta bien entrado el siglo 20. Sin embargo, celebró su centenario en dos ocasiones, en 1912 y 1928. En 1921, fue vendida a la Sociedad Médica de Massachusetts por $1. La competencia se mantuvo entusiasta en 1921, con más de 5000 publicaciones médicas. Todo esto se intensificó a lo largo del siglo, las revistas generales dieron paso a revistas especializadas, interdisciplinarias, y así. Si bien esta revista, rebautizada como New England Journal of Medicine en 1928, alcanzó la prominencia global, sus editores admitieron en 1972 sobre la función de una revista médica general en un mundo de conocimiento sub-especializado y práctico.

 

Las numerosas funciones

Al hablar ante la Asociación Americana de Editores Médicos en 1884, su presidente Leartus Connor, las definió con una visión ambiciosa. Deberían ser una escuela de medicina, un programa de residencia, un preceptor clínico, un conjunto de libros de textos y una sociedad médica en sí misma. Llegó a la siguiente conclusión: "representan el gran medio unificador del pasado y del presente, el difusor de todos los hechos, de los nuevos pensamientos, de nuevas y mejores aplicaciones para el estudio del cuerpo humano y para el alivio de sus enfermedades”. Aunque esto puede parecer un mandato imposible, casi todos estos objetivos siguen siendo aceptados actualmente.

La difusión de nuevos resultados de investigación en fisiopatología y terapéutica demuestra las cambiantes formas en las que se produce el conocimiento médico. Según Joseph Garland (1952), en las primeras décadas, las contribuciones originales de los médicos estadounidenses no podían cubrir ni un trimestre. Los editores complementaban con reseñas de libros, conferencias y de otras publicaciones, ofreciendo también becas para francés y alemán (literalmente conocido como “medicina translacional"). Por último, se publicaban reseñas de práctica clínica, informes de casos, cartas de lectores y sus propios editoriales.

Con los años, las revistas no sólo respondieron a las comunicaciones, también se encargaron de difundir conocimiento sin mayor relevancia. Los editores comenzaron agresivamente a plantear conflictos de interés entre los investigadores (2000) y se unieron para exigir transparencia en los ensayos clínicos, lo que requirió del registro público de los ensayos, como condición previa para ser publicados (2004). También han desempeñado un papel más tácito pero no menos crucial: delimitar el dominio adecuado de los conocimientos y de la práctica médica. En la elección de los temas a cubrir, los editores se han referido a lo que los médicos y autoridades de salud deben conocer. Informes acerca de la botánica y la historia natural, esenciales para la práctica médica, han desaparecido, sustituidos por temas como la epigenética y la farmacogenómica. Pero a veces, los editores no han considerado temas no menos importantes. Por ejemplo, en varias ocasiones se han negado a publicar sobre la homeopatía y otras terapias alternativas.

De hecho, como forma de mantener la práctica médica a cierta distancia, datos climatológicos aparecían regularmente en 1812, se preocupaban por el suicidio y la degeneración de raza en 1912, y exponían sobre los efectos de los riesgos ambientales (1966), la guerra nuclear (1986) y el cambio climático mundial (1989). Algunos autores avalaban lo anterior, y creían que las revistas y sus editoriales no tenían necesariamente que limitarse a temas relacionados con la medicina, sino que de aquellos que el lector tenga o pueda tener interés (1952). Se ha coincidido con el argumento que las decisiones editoriales deben tener en cuenta la filosofía, la política, la economía, la pedagogía y otros aspectos sociales de la salud (1977), además de incluir y discutir temas importantes que impliquen salud y medicina (1999). Esta ambición de participar en debates contemporáneos sociales y políticos se refleja en el compromiso de las revistas con las actuales reformas de salud.

Las revistas médicas, mediante la mediación entre la ciencia biomédica y el contexto social de la salud, tienen otro papel: la definición de la profesión médica como una comunidad social y moral. Los primeros editores reconocían que este tipo de publicación "proporcionaba un vínculo de unión y solidaridad entre los miembros de la profesión que ninguna otra forma podía suministrar" (1865). Han proporcionado un foro para las noticias comunitarias, anuncios y de conducta profesional. Por ejemplo, las efemérides suelen transmitir normas importantes para la práctica médica. Cuando se hundió el Titanic, las editoriales renombraron a los cirujanos del buque, quienes murieron en sus puestos: "el heroísmo de estos dos médicos, es motivo de gratitud y satisfacción con la profesión que representaban” (1912).

Otras veces, publicaban relatos de viajes, el ascenso de Jacob Bigelow al monte Washington en 1816 o las vacaciones noruegas de Cecil Austin en 1909. Dichos escritos destacaban que los médicos, incluso durante el ocio, eran hombres de ciencia, atentos a la geología, la botánica, la zoología, la antropología y de los lugares que visitaban. Vestigios de este género se pueden apreciar en las fotografías publicadas hasta el día de hoy. Si bien se utilizaba principalmente para llenar el espacio vacío, reflejaba la identidad y aspiraciones de una comunidad de lectores. Cuando se integraba a médicos que vivían en lugares distantes, reflejaba también la globalización de las revistas y de la ciencia médica.

En ocasiones se han centrado explícitamente en las normas comunitarias. Han tomado posición sobre la ética de la investigación, por ejemplo, de la influyente exposición de Henry Beecher en 1966 sobre la investigación no ética (1966) y de los debates sobre las normas para la realización de ensayos clínicos en los países en desarrollo (1997). De igual forma, se abordaron los cambios éticos de la práctica clínica. En 1906 se publicó un alegato que reconsideraba las prohibiciones contra la eutanasia, Timothy Quill en 1991 defendió su decisión de asistir en el suicidio de un paciente moribundo de leucemia. Han proporcionado foros para el debate sobre los méritos de decir la verdad y la información para los pacientes, ya sea en casos de incertidumbre médica (1914) o error médico (2007). En efecto, la responsabilidad moral de discutir errores - dentro de la comunidad médica - motivó la decisión en 1923 de publicar los registros de casos del Hospital General de Massachusetts. Los mismos fueron presentados en parte para proporcionar "comodidad" a los profesionales que luchaban de forma aislada con casos difíciles.

 

Retos del pasado y del presente

Para mantenerse vivas, las revistas médicas han recurrido a patrocinadores (sociedades médicas o colegios) y anunciantes (farmacéuticas y de otro tipo). Aunque el patrocinio de una sociedad médica puede parecer correcto, los editores a menudo han comprometido su autonomía. Muchas publicaciones importantes permanecen bajo el control de sociedades médicas. En los últimos 15 años, las tensiones entre editores y supervisores se han dejado ver en las editoriales del JAMA (1999), el New England Journal of Medicine (1999), y el Canadian Medical Association Journal (2006). Tampoco la relación con los anunciantes ha sido fácil, muchas veces se ha lamentado que las revistas médicas dependan de anuncios farmacéuticos para su sustento financiero. Sin embargo, se entiende que el problema no puede ser resuelto por la abstinencia: los médicos reconocen y aprecian las históricas relaciones de amistad con las empresas de fabricación de medicamentos.

Aun cuando la supervivencia pueda parecer segura, las revistas han luchado para hacerse oír en medio de la competencia. Desde que Billings creó el Index Medicus, los autores han utilizado el lenguaje de la patología para criticar la vastedad de la literatura publicada. Incluso antes de expandirse dramáticamente la investigación médica después de la Segunda Guerra Mundial, The Lancet informó en 1935 sobre el creciente "blastoma periodístico". Cuatro años más tarde, Sir Robert Hutchinson describía la "enorme proliferación con crecimiento similar al de un hongo, que amenazaba a la comunidad médica”.

A finales del siglo 20, las revistas necesitaban competir no sólo entre sí, sino con los periódicos y otros medios. Franz Ingelfinger señaló en 1977, "la medicina se ha convertido en materia de titulares". Aparecían nuevos tópicos en esta forma de publicación: debates sobre políticas de salud y seguros médicos, negligencias, cabildeo de intereses especiales en relación con determinadas enfermedades, y el interés en la educación sanitaria. Los nuevos medios, también representan retos. En la década de 1960, el Instituto Nacional de Salud (NIH) experimentó con grupos de intercambio de información, permitiendo que los científicos se comunicaran directamente entre sí mediante el envío de mimeógrafos. De un grupo de 32 investigadores de biología de membrana en 1961, el programa se amplió a 3600 integrantes 5 años más tarde. Muchos vieron en este mecanismo la inevitable desaparición de las revistas médicas. Un ex editor The Lancet predijo: "llegará el día en que las revistas serán sustituidas como medio de publicación de nuevas investigaciones”. Pero el NIH cerró el programa en 1966, debido a la falta de fondos para mimeógrafos y correos, con preocupación adicional sobre la ausencia de arbitraje y excesivo énfasis en la prioridad.

Internet y otras tecnologías de medios sociales han permitido nuevas experiencias. Las revistas de acceso libre trasladan los costos de publicación a los autores para que los resultados de la investigación puedan ser libremente compartidos a nivel mundial. Los blogs, listas y Twitter permiten la existencia de una sola voz autorial e influyen cada vez más en lo que se considera como información médica relevante. Los periodistas y blogueros habitualmente cubren las principales conferencias médicas, transmitiendo descubrimientos prometedores antes que la investigación haya sido presentada para su revisión y publicación. Muchos de estos modelos avalan las virtudes que contrastan el libre acceso con la centralización del poder y los beneficios de los editoriales tradicionales. El papel óptimo de las publicaciones biomédicas en este ambiente sigue siendo indeterminado.

 

El futuro

Durante dos siglos, las revistas de carácter médico han mediado la producción y difusión del conocimiento médico, sus historias han estado fuertemente entrelazadas con la del sistema médico. A pesar de la aparición de rivales inimaginables hace una generación, muchas han mantenido una influencia sustancial en la profesión médica y la sociedad. Pero la ansiedad se mantiene: ¿qué nos depara el futuro?

Navegando a través de muchos obstáculos, han persistido, adaptándose a los cambios del entorno y aprovechando nuevas oportunidades. Elaborar sitios web ofrece contenidos sólo utilizables por Internet, como audio, video y otros formatos a veces imposible de ofrecer. Las revistas deben seguir no sólo administrando el cambiante panorama de la producción y publicación de conocimientos médicos, sino también las corrientes más amplias de su contexto social, económico y político. Esta responsabilidad no puede ser soportada por editores independientes. El pensamiento de los lectores – con la mantención de las suscripciones y el acceso vía web - dará forma a las decisiones de los editores, patrocinadores y anunciantes. Las prioridades y perspectivas de las revistas en el futuro dependerán de cómo y qué tan bien los médicos las utilicen.

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