La cara oculta de la leche
Los problemas de digestibilidad de la lactosa afectan a millones de personas en todo el mundo, pero no tienen por qué ser una amenaza para la salud si se reducen los síntomas con una buena dieta.
La leche es el alimento más completo para el ser humano, por sus incomparables características nutricionales: contiene proteínas de alto valor biológico; diferentes vitaminas y minerales imprescindibles para la nutrición humana; y es fuente por excelencia de calcio. Se trata del primer aporte nutricional que reciben y deberían recibir los niños, porque interviene en la formación de huesos y dientes, en la contracción de músculos y en la transmisión del impulso nervioso.
Además de la leche materna, que el hombre ha consumido desde tiempos muy remotos, las primeras evidencias sobre el uso de leche de animales domésticos, como cabras y ovejas, data de unos 11 mil años antes de Cristo. Parte de estos antecedentes se basan en un gran panel de piedra encontrado en un templo de Ur cerca de Babilonia, en el cual aparecen vacas con sus becerros, hombres que las ordeñan y unas jarras altas en las cuales echan la leche ordeñada; allí aparece también la diosa egipcia del cielo y de la alegría, Hathor, representada con cuerpo de mujer y cabeza de vaca. También en el desierto del Sahara se han hallado pinturas rupestres que muestran escenas de ordeño y, del mismo modo, los escritos del Viejo Testamento hablan de este alimento en varias oportunidades.
Así, siguiendo diversos patrones culturales y etapas históricas, en cada región los habitantes fueron desarrollando sistemas que les permitieron transformar la leche, tanto para conservarla durante más tiempo, como para variar sus formas de consumo.
Al ser un alimento fundamental en la dieta humana, para incentivar su consumo y desarrollo de la industria de los lácteos, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estableció el 1 de junio como el Día Mundial de la Leche.
Sin embargo, un porcentaje importante de la población padece de intolerancia a la lactosa, una enfermedad que se caracteriza por incapacitar a la persona para digerir el azúcar propio de la leche –la lactosa-, porque el intestino no produce la enzima necesaria para ese proceso: la lactasa. Eso produce que el azúcar pase directamente al colon, donde es fermentada por bacterias intestinales, lo que provoca malestar.
La incapacidad para digerir cantidades significativas de esta azúcar de la leche se debe a la falta de expresión de la enzima lactasa presente, normalmente, en las células del intestino delgado. Al no existir suficiente lactasa, gran parte de la lactosa no es digerida y, por lo tanto, pasa sin ser absorbida al intestino grueso o colon.
“Ésta se presenta, ya sea por déficit progresivo de la enzima lactasa en las células de la mucosa intestinal o por insuficiente expresión. La lactasa desdobla la lactosa en glucosa y galactosa, proceso fundamental para su absorción”, destaca el doctor Jorge Pérez Flores, gastroenterólogo de la Clínica Intersalud de Rancagua, quien además está a cargo de las reuniones clínicas de los especialistas.
La lactosa en el colon es digerida o fermentada por las bacterias saprófitas presentes ahí, cambiando la acidez de ese medio, generando gases como metano e hidrógeno, pudiendo producir molestias físicas o intolerancia clínica.
La patología puede presentarse de manera permanente o transitoria. En el primer caso, el origen es genético y los síntomas se manifiestan a partir de los seis o siete años y se mantienen durante toda la vida, aún cuando la predisposición está presente desde el nacimiento. “Su causa principal es genética, se hereda en forma recesiva y es progresiva. Es la más común de las patologías relacionadas con el consumo de lácteos y se estima que afecta aproximadamente a un 70 por ciento de la población adulta”, manifiesta.
También, añade, que “existen causas adquiridas secundarias como enfermedades inflamatorias intestinales, enfermedad celíaca, uso de algunos antibióticos, quimioterapia, cirugías e infecciones intestinales, que son reversibles en la medida que se controle el problema o enfermedad de base”.
En ambos casos las manifestaciones clínicas son igualmente molestas: distensión abdominal, meteorismo, flatulencia y, en algunos casos, náuseas y vómitos. Generalmente se inician 30 minutos a dos horas después de ingerido el alimento lácteo. Sin embargo, no todas las personas con mala absorción de lactosa refieren molestias físicas frente al consumo de lácteos. La intensidad y frecuencia de los síntomas depende de muchos factores, como la cantidad y tipo de lácteo ingerido, la edad, origen étnico o presencia de otras enfermedades digestivas.
Suele confundirse con la intolerancia a la leche de vaca, que es una condición de alergia a proteínas de la leche –no a la lactosa- que genera problemas clínicos serios, sobre todo en niños menores de año y con otras patologías como colon irritable o intestino irritable.
“Es muy habitual que los médicos o las personas sospechen que las molestias son debidas a la presencia de colon irritable o intestino irritable, por sus síntomas y por corresponder –ambas- a condiciones de alta prevalencia en nuestra población. Es más, pueden coexistir y también ser expresión de otras enfermedades o condiciones del paciente. Para descartar, es muy importante comenzar con un historial dietético del paciente, para relacionar los síntomas con la ingesta de leche u otros productos que contengan lácteos. Es práctico eliminar los lácteos de la dieta por un tiempo y evaluar la mejoría o desaparición de ellos. Debemos recordar que la presentación de los síntomas es variable en los pacientes, según intensidad y frecuencia, lo que –muchas veces- posterga el diagnóstico”, argumenta el especialista.
Para el gastroenterólogo, actualmente es posible objetivar la deficiencia de la lactasa con algunos exámenes como el test de hidrógeno en aire expirado con carga de lactosa, método más utilizado y de buena especificidad. “El test de tolerancia a la lactosa es de menor especificidad y requiere muestras de sangre repetidas en un tiempo determinado. Biopsia del intestino delgado por endoscopía digestiva alta para constatar en laboratorio la presencia de lactasa, también es otro método al igual que el test genético para determinar la condición lactasa-deficiente que padecen estos pacientes”.
Hay estudios recientes que muestran que ser portador de la condición genética lactosa-deficiente condiciona mayor riesgo a fracturas óseas y a cáncer de colon en edades avanzadas, por lo que estas personas deben consumir alimentos que aporten calcio y vitamina D en cantidades apropiadas.
“Son buen aporte de calcio el brócoli, repollo, sardinas, salmones con esqueleto blando y yogurt como asimismo el huevo e hígado para la vitamina D. En este último caso, contribuye a su absorción una exposición prudente al sol. Una asesoría por nutricionista resulta muy necesaria para una planificación dietética balanceada libre de lácteos”, destaca.
En el mercado se disponen productos etiquetados de baja cantidad o libres de lactosa. Sin embargo, el especialista señala que es importante reconocer los alimentos con contenido oculto de lactosa. “Se puede recurrirse al uso de la enzima lactasa en formato comercial, que se ingiere con la comida principal del día o gotas que se agregan al consumo de lácteos. En la causa adquirida, reversible, estas medidas se asocian al tratamiento de la enfermedad de base”.
“Quienes padecen esta condición, sólo tienen que cambiar los hábitos alimenticios, suprimiendo todo tipo de leche de vaca y derivados. Estar pendiente de la composición de cada alimento o producto a ingerir y tratar de determinar a partir de qué cantidad de leche y derivados se desencadenan los síntomas, con el objeto de consumir una cantidad menor, ya que una cantidad que no se tolera, si se toma repartida en dos o más tomas durante el día, puede aguantarse. Eso ayudará a evitar problemas por la falta de calcio, como la osteoporosis, sobre todo en el grupo de las mujeres adultas”, enfatizó el especialista.
