La astrobiología y su innovadora batalla contra el cáncer
Los esfuerzos por erradicar el cáncer o bien disminuir sus tasas de mortalidad han sido hasta ahora infructuosos. Incluso, la enfermedad ha ganado terreno debido a malos hábitos propios de la vida moderna. En este escenario, disciplinas de las ciencias alejadas del ámbito médico se han aventurado en busca de una solución, que podría encontrarse en las más profundas raíces evolutivas de la humanidad.
El 5 y 6 de junio de 2012 Paul Davies estuvo por primera vez en Chile. El reconocido físico, escritor y locutor británico, cuyas investigaciones y teorías se han centrado en los campos de la cosmología, mecánica cuántica y astrobiología, fue el invitado principal del Simposio internacional denominado “El desierto de Atacama: el cruce entre la astrobiología y la investigación del cáncer”, organizado por la Universidad de Antofagasta.
El encuentro despertó mucho interés, convocando a médicos, principalmente oncólogos, de distintos países, quienes tuvieron la gran oportunidad de comparar y analizar técnicas propias de los científicos dedicados a la astrobiología, pero enfocadas a orientar soluciones y tratamientos para el cáncer, patología que causa miles de muertes cada año en el mundo entero. Una mirada distinta e innovadora, de eso no hay dudas. En sus estudios, Davies plantea que la vida en la Tierra pudo provenir de Marte, o bien del espacio sideral, montada en asteroides y cometas que impactaron hace más de 3 mil 800 millones de años la superficie del planeta, portando primitivos oligoelementos y estromatolitos, precursores de las más antiquísimas formas de vida unicelular. Por lo mismo, no resulta extraño que su nombre “viaje” por el cosmos, luego que el astrónomo escocés-australiano Robert McNaught, prolífico descubridor de asteroides y cometas, bautizara en abril de 1999 el asteroide 1992 OG como 6870 Pauldavies, en honor a sus osadas teorías.
Los postulados del británico, autor de libros como “La mente de Dios”, “La frontera del infinito”, “El universo desbocado”, “¿Cómo construir una máquina del tiempo?” y “Un silencio inquietante”, entre otros, han explorado terrenos que durante décadas estuvieron reservados casi con exclusividad al ámbito de la ciencia ficción, como la naturaleza del tiempo, las propiedades de irradiación energética de los agujeros negros y los orígenes y búsqueda de vida en el universo. En 2005, asumió la presidencia del grupo de trabajo de postdetección del SETI (Search for ExtraTerrestrial Intelligence o Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre) de la Academia Internacional de Astronáutica, trabajo que ha compatibilizado con una extensa trayectoria en las aulas, desempeñándose, por citar sólo algunas, en las universidades de Cambridge, Londres, Newcastle y Macquarie, Sidney. Gracias a su particular perspectiva de la ciencia, Davies se ha adjudicado durante su carrera diversos premios, como el Advance Australia Award, Eureka Prizes, Templeton, otorgado en 1995 por su contribución a la investigación o los descubrimientos de realidades espirituales; y en 2002, el premio Michael Faraday de la Royal Society de Londres, en reconocimiento “a su dedicación para comunicar, mediante conferencias, libros, programas y discusiones el sentido de maravilla que conlleva la investigación científica”. Un hombre dueño de un talento multifacético.
Un accidente al acecho
En Antofagasta, Paul Davies, quien además es director del Beyond Institute (centro de conceptos fundamentales en ciencias), director del Centro para la convergencia de la ciencia física y la biología del cáncer y co-director de Cosmology Initiative, todos dependientes de la Universidad Estatal de Arizona, conectó la astrobiología con el cáncer, fundamentalmente, al estudiar ciertas partes de las células y algunos fenómenos que las afectan y que ocurren cuando el hombre desarrolla un tumor, y las características de otras células presentes en especies vegetales o animales que habitan zonas extremas, como el desierto de Atacama. Algo no menor, si tenemos en cuenta que la astrobiología es considerada una disciplina científica de las ciencias biológicas, la cual hace uso principalmente de una combinación de la astrofísica, biología y geología para el estudio de la existencia, origen, presencia e influencia de la vida en el conjunto del Universo, incluyendo la Tierra. Muy asociada a ella está la exobiología, disciplina que, lejos de hipótesis ufológicas, se dedica al estudio de las probabilidades de vida extraterrestre.
En 2009, el investigador, que también estuvo en Santiago dictando la charla “El origen de la vida” en el salón de honor del ex Congreso Nacional, fue contratado por la Universidad Estatal de Arizona para dirigir una investigación sobre el cáncer, desde una perspectiva nueva e imparcial, basada en sus conocimientos y distinta a los cánones que rigen a la enfermedad. “El cáncer es parte del proceso viviente y probablemente se originó hace varios miles de millones de años. Bajo esta premisa, las personas más preparadas para poder entender este proceso son justamente quienes se dedican a la astrobiología, porque ellos estudian acerca del origen de la vida y pueden darnos luces de cómo se genera la vida y por lo tanto dar luces de cómo se lleva a cabo el proceso de la transformación de una célula normal a una célula neoplásica”, comenta Davies. En esta investigación, el norte chileno jugaría un papel clave. “Los astrobiólogos están muy interesados en el desierto de Atacama, por ser una región extremadamente seca del planeta y además hay condiciones de mucha radiación y bajo oxígeno, por lo tanto, cómo la vida es capaz de proliferar en un ambiente tan adverso puede dar claves de cómo se puede estar originando el cáncer o cómo la célula se protege para no sufrir daño”, agrega.
Con el respaldo económico del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, Paul Davies, en colaboración con Charles Lineweaver, investigador de la Universidad Nacional de Australia, plantea una teoría que llega hasta los orígenes evolutivos del cáncer y de la vida, cuando los organismos pluricelulares aparecieron en el planeta hace más de mil millones de años, postulado que de ser acertado transformará el enfoque de la terapia contra la enfermedad, vinculará el origen de la patología con el mismo origen de la vida y con el proceso de desarrollo embrionario.
Hasta ahora la aparición del cáncer se asocia a “accidentes” genéticos, sin embargo, ambos físicos llegan a una conclusión distinta, afirmando que el cáncer es en realidad una respuesta sistemática y organizada emitida por algún tipo de estrés o reto físico, provocada por un accidente casual, pero a partir de entonces se desarrolla más o menos de forma predecible. De hecho, Davies piensa que el cáncer es un retroceso a un fenotipo ancestral. “El cáncer es un accidente esperando suceder”, dice.
En términos simples, se sugiere que el cáncer es la ejecución de un programa antiguo que ha sido precargado en los genomas de todas las células. Esta información genética no ha sido erradicada por la evolución debido a que cumple funciones absolutamente cruciales durante las primeras etapas del desarrollo del embrión. Los genes que están activos en el embrión y que se tornan inactivos posteriormente, son los que retoman la actividad cuando la persona contrae cáncer. “Son los mismos genes antiguos, que yacen en lo profundo de la vida multicelular. Cuando se activan genes del cáncer que dan paso a los estadios más malignos de la enfermedad, lo que ocurre es que se están volviendo a expresar genes que estuvieron activos desde las primeras etapas de la embriogénesis”, se subraya. Este enlace entre la enfermedad y el desarrollo embrionario ha adquirido una nueva valoración por parte de diferentes equipos de investigación, los que han proporcionado evidencia que muestra similitudes entre la expresión de genes en un tumor y un embrión, añadiendo peso a la teoría.
“Ya hay algunos indicios de esto en varios estudios experimentales. Cuando la vida dio un paso trascendental a partir de células individuales a conjuntos multicelulares, la Tierra tenía bajos niveles de oxígeno. Efectivamente, el cáncer vuelve a una forma metabólica antigua llamada fermentación, que puede suministrar energía con poco oxígeno, aunque sí requiere de mucha azúcar”. Planteamiento de los científicos que explica el interés por el desierto chileno. Davies y Lineweaver predicen que si las células cancerosas están saturadas de oxígeno, pero privadas de azúcar, se van a estresar más que las células sanas, moderándolas y matándolas.
Aunque, por ahora, el cáncer no se pueda remediar por completo, tal como el envejecimiento, sus efectos podrían ser mitigados, retrasando su aparición y extendiendo sus periodos de inactividad. Para eso se requieren pensamientos radicales que estén en sintonía con esta innovadora postura, la cual, tal vez insospechadamente, termine siendo el camino que lleve a una potencial cura de la enfermedad, camino que apunta hacia el futuro pero que no deja de mirar las más profundas raíces evolutivas de la humanidad y el lugar que tiene el cáncer desde los albores de la historia.
