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10 Marzo 2014

Fertilidad masculina en tela de juicio

Un estudio publicado en la revista JAMA Psychiatry advierte de los riesgos de una paternidad tardía, tema que, erróneamente, se asociaba exclusivamente a las mujeres. La mayor fragmentación del ADN de los espermatozoides y su consecuente menor calidad elevaría la posibilidad de que los hijos presenten problemas mentales o trastornos psicológicos.

El perfeccionamiento profesional, el deseo de llevar a la práctica los conocimientos adquiridos y contar con mayor independencia económica y tiempo para ellas mismas son, de acuerdo a la conclusión de expertos, los principales factores que han llevado a las mujeres a tomar la decisión de postergar la maternidad, escenario que se presenta particularmente en las naciones con un alto estándar de desarrollo o bien en países que buscan alcanzarlo.

Según una serie de sondeos y encuestas llevadas a cabo en Europa, América y algunos países sudamericanos, las mujeres, en promedio, planifican ser madres por primera vez entre los 35 y 40 años. Incluso, en algunos países como Inglaterra, el número de mujeres que tienen hijos sobre los 40 años se ha duplicado durante la última década. Pese a los evidentes progresos de la medicina, los riesgos de buscar descendencia a edades tardías, cuando la fertilidad femenina comienza a evidenciar signos de declive, aún persisten. Ginecólogos advierten que los riesgos asociados son fundamentalmente sufrir un aborto durante el primer trimestre de embarazo, padecer diabetes gestacional, hipertensión, problemas circulatorios, anemia, dificultades durante el parto y cesárea. Vele decir, mientras el reloj biológico avanza, disminuyen las posibilidades de ser madre y los hijos están más expuestos a presentar algún problema genético.

Más allá que la mujer de clase media y alta ha ganado en protagonismo social y calidad de vida, sintiéndose plenamente joven a los 40 años, hay algunos datos que se deben tomar en cuenta. Al final de los 30, pero especialmente a comienzos de los 40, asoman ciertas desventajas en materia de fertilidad, condiciones fisiológicas para llevar un embarazo a buen puerto, y probabilidades de concebir un feto sin anomalías genéticas.

La menopausia marca la última menstruación, que en promedio ocurre entre los 48 y 52 años. Pero la perimenopausia se inicia cinco o diez años antes, y es entonces cuando verdaderamente comienza a declinar la fertilidad. Su curva describe una meseta entre los 30 y 35 años, pero luego baja abruptamente. La probabilidad de que una mujer ya no pueda concebir a partir de los 35 está por debajo del 20 por ciento, pero cinco años más tarde trepa al 40 por ciento. A los 45, ya alcanza el 80 por ciento.

Las madres de más de 35 años padecen mayor riesgo de tener niños con anomalías genéticas cromosómicas, pero “nunca se llega a alto riesgo”, aclaran especialistas. Por alto riesgo se consideraría una posibilidad mayor al 10 por ciento, como sucede en madres mayores de 48 años, eventualidad que se da muy escasamente.

Sin embargo, según datos epidemiológicos, los índices de riesgo crecen considerablemente luego de los 35 años. Por ejemplo, una mujer de esa edad tiene una posibilidad en 378 de tener un hijo con Síndrome de Down, que es la anomalía cromosómica más frecuente; y una en 192 para cualquier anomalía cromosómica, incluyendo Down. Al llegar a los 40 años, la incidencia se triplica -una sobre 106- para Síndrome de Down; y es de una en 66 para la totalidad de anomalías. Apenas tres años más tarde, las probabilidades se duplican para ambas variables.

Para explicar este aumento se barajan diversas hipótesis. “Actualmente se sabe que aproximadamente el 70 por ciento de las concepciones tienen anomalías cromosómicas, con independencia de la edad materna, y la mayoría de ellas se eliminan por mecanismos de selección natural. Considerando lo antes mencionado, es probable que este proceso de selección natural no actúe tan eficazmente con el avance de la edad cronológica de la mujer”, coinciden los doctores Roberto Quadrelli y Alicia Vaglio, del Instituto de Genética Médica de Montevideo, Uruguay. 

Pero para ser justos, los hombres también tienen mucho que decir en esta historia, o al menos, deberían hacerlo. Y es que, si bien los varones cuentan con la ventaja de la fertilidad durante toda su vida, a medida que envejecen, la tasa de mutaciones genéticas transmitidas a través de sus espermatozoides aumenta significativamente, al punto que expone a sus hijos a un mayor riesgo de problemas mentales o trastornos psicológicos, especialmente el autismo y la esquizofrenia.

Así al menos se desprende de un reciente estudio publicado en la revista JAMA Psychiatry (doi: 10.1001/jamapsychiatry.2013.4525), trabajo que, pese a no establecer fehacientemente una relación causa-efecto, manifiesta una clara tendencia que incluso sorprendió a los autores de la investigación.

“Estamos impactados con los resultados. Las asociaciones específicas con la edad paterna fueron mucho, pero mucho, mayores que las observadas en estudios previos. De hecho, encontramos que ser padre a una edad avanzada fue asociado con un mayor riesgo de varios problemas, como trastorno por déficit de atención e hiperactividad, intentos de suicidio y consumo de drogas, mientras que las investigaciones hasta ahora mostraban que una paternidad a edades tardías podría disminuir la tasa de algunos de estos problemas”, comenta Brian D'Onofrio, profesor asociado del departamento de Psicología y Ciencias del Cerebro en la Escuela de Artes y Ciencias de la Universidad Bloomington y principal autor del estudio.

Tras analizar los datos de los 2,6 millones de nacimientos en Suecia, desde 1973 hasta 2001, se comprobó que los niños nacidos de padres con 45 o más años, en comparación con aquellos cuyo progenitor estaba entre los 20 y 24 años en el momento de su nacimiento, tenían un riesgo de autismo 3,5 veces superior, 13 veces más probabilidad de sufrir un trastorno por déficit atencional e hiperactividad, el doble de trastorno psicótico, 25 veces más de trastorno bipolar e incluso una probabilidad más del doble de desarrollar conducta suicida o consumo de drogas. Es más, la paternidad tardía no sólo se vinculó con trastornos psiquiátricos, sino que también con mal rendimiento académico. “Las mutaciones genéticas durante la espermatogénesis están asociadas con la edad paterna avanzada y con mayor presencia de patologías en los hijos. Hemos realizado el estudio sobre edad paterna con la muestra de población más amplia. Además, predecimos numerosos problemas psiquiátricos y académicos que están asociados con un deterioro significativo, siendo capaces también de estimar la asociación entre la edad paterna reproductiva y estos problemas mientras comparábamos hermanos y primos. Esta aproximación nos permite controlar muchos factores que otros estudios no han tenido en cuenta", afirma D'Onofrio.

Anteriores investigaciones ya habían alertado sobre estos inconvenientes, atribuyéndolos a la mayor fragmentación del ADN de los espermatozoides y su consecuente menor calidad, en la medida que los hombres van sumando años. Durante la vida de una mujer, sus células de ovocitos se dividen sólo 23 veces, en cambio en los hombres, cuando llegan a la pubertad, sus espermatozoides se dividen cada 16 días. A los 40 años ya han sido sometidos a 660 divisiones celulares, mientras en cinco décadas la división celular del esperma supera las 800 divisiones, factor que aumenta considerablemente las posibilidades de los hijos presenten algún tipo de alteración genética.

Por su parte, el profesor de genética de la Universidad de Carolina del Norte (Estados Unidos), doctor Patrick Sullivan, destaca la metodología del estudio publicado en JAMA Psychiatry y las múltiples líneas de investigación sobre enfermedades mentales que abre, sin embargo, hace un llamado a las personas mayores de 40 años que quieran ser padres -o ya lo fueron- a no tener una mirada tan pesimista. “La última cosa que ellos deberían pensar y decir es ‘tuve a mi hijo a los 43, está condenado’. La gran mayoría de los niños nacidos de padres mayores estarán bien”. El experto norteamericano explica que “si se tiene en cuenta que la prevalencia total de estas enfermedades, como el autismo, está entre el 0,5% y el 1% de la población, el aumento del riesgo debido a la edad del padre puede suponer que en lugar de ocurrir el trastorno en uno de cada 300 aparezca en uno de cada 100”.

En definitiva, este estudio se traduce en un toque de alerta frente a una sociedad moderna, exigente y vertiginosa que ha modificado las costumbres y prioridades tanto de hombres como mujeres. Las personas, en su indiscutible libertad de planificación familiar, deben estar plenamente informadas de los riesgos de una paternidad y maternidad tardía, tarea que parece estar hecha y chequeada por las mujeres, pero que los hombres deberán empezar a revisar con detención, puesto que se trata de un tema que cambia paradigmas y que los deja, como debe ser, en una situación de igualdad con el sexo femenino.

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