Entornos naturales para beneficiar la salud
Una reciente revisión realizada por el Instituto de Salud Global de Barcelona comprobó que vivir junto a fuentes, ríos, lagos o mares tiene efectos positivos para el bienestar subjetivo de las personas.
Para los grandes pensadores antiguos el saber no era obra de una conquista personal, sino que una especie de revelación entre dos voluntades: la humana y la divina que, al ser aprehendida, ayudaba al hombre a conocer y enfrentar la vida.
Si bien no existe una delimitación histórica para la filosofía presocrática, a partir del siglo VII-VI a.C., en las colonias griegas de Asia Menor y en las ciudades de la Italia Meridional surgió –de manera casi contemporánea- un nuevo “modelo” de hombre: solitario, extraño y desinteresado de los negocios, pero tremendamente atraído por el espectáculo que le entregaba el universo.
Este periodo, denominado cosmológico dentro de la filosofía, llevó a muchos de ellos a abandonar los placeres materiales de la vida, la seguridad de sus creencias y la tradición para buscar respuestas a preguntas en la misma realidad, no a través de un mito. Fue así como el universo, el medio ambiente y el entorno a través sus apariciones, cambios y transformaciones se convirtieron en un verdadero vehículo hacia el conocimiento pleno.
Tales de Mileto (VII–VI a.C.) es considerado el primer filósofo de la historia –precisamente, por haber sido el primero en intentar dar razón a la estructura y formación del universo. Él afirmaba que el agua era el principio o materia originaria de la que surgieron todas las realidades que componen el cosmos.
Para los ojos o el sentir del hombre actual, este razonamiento extravagante, tiene la virtud y mérito de haber sido el motor que puso en movimiento un conjunto de inquietudes, de recursos y métodos, de base racional, encaminados a dar respuesta a cuestiones que los seres humanos venían planteándose desde el inicio de los tiempos. Tales fue en su tiempo un transgresor, un innovador, un emprendedor del conocimiento.
Aristóteles en su Metafísica (83b6) señaló que “la mayoría de los primeros filósofos consideró que los principios de todas las cosas eran sólo los que tienen aspecto material (…) En cuanto al número y a la forma de tal principio, no todos dicen lo mismo, si no que Tales, el iniciador de este tipo de filosofía, afirma que es el agua, por lo que también declaró que la tierra está sobre el agua. Concibió tal vez esta suposición por ver que el alimento de todas las cosas es húmedo y porque de lo húmedo nace del propio calor y por él vive. Y es que aquello de lo que nacen es el principio de todas las cosas. Por eso concibió tal suposición, además de porque las semillas de todas las cosas tienen naturaleza húmeda y el agua es el principio de la naturaleza para las cosas húmedas”.
Tales no sólo buscó un principio (arkhe), sino que intentó explicar la realidad usando algo nuevo: la razón (logos). Para él, el agua tenía un ciclo indestructible que asumía todos los estados y formas. Para los antiguos era símbolo de fluidez, caos y calma.
Y, al parecer, no estaban alejados de la realidad. Un reciente estudio realizado por el Instituto de Salud Global de Barcelona comprobó que vivir junto a fuentes, ríos, lagos o mares tiene efectos positivos para la salud mental y el bienestar de las personas. (Environmental Research 159 (2017) 629–638).
La depresión mayor y la ansiedad son dos de los trastornos mentales más comunes en el mundo actual, por lo que identificar ambos desórdenes y sus factores asociados resulta fundamental para evitar futuras discapacidades y disminución de la calidad de vida que, a largo plazo, se traduce en costos elevados para los sistemas de salud en todo el planeta.
La revisión de 35 artículos internacionales, encabezada por la doctora Mireia Gascon del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), sugiere que vivir junto a lugares con agua es beneficioso, especialmente para la salud mental y el bienestar, así como para la promoción del ejercicio físico.
En 2016 la Escuela de Medicina de la Universidad de Exeter en Cornwall en Reino Unido comenzó a liderar un proyecto de investigación, denominado BlueHealth, que busca –justamente- constatar cómo las costas y los ríos afectan a la salud de las poblaciones, tanto positiva como negativamente.
Durante cuatro años y medio, el equipo de investigación –en el que participan varios centros de investigación líderes de Alemania, Grecia, Italia, España, Estonia, los Países Bajos y Suecia- evaluará los efectos de diversos proyectos a gran y pequeña escala para que las conclusiones permitan “desarrollar directrices sobre cómo la salud debe considerarse para crear y mejorar el acceso a las infraestructuras azules y, en última instancia, informar a los responsables de la toma de decisiones en asistencia sanitaria, salud pública y urbanismo”, destacó el doctor Mathew White, especialista en medio ambiente de la Escuela de Medicina de la Universidad de Exeter. (DOI:10.1136/bmjopen-2017-016188).
Porque como ya lo había concluido el doctor White anteriormente “la costa marina es el mejor medio ambiente para crear una sensación de bienestar general en las personas”. (DOI: 10.1016/j.healthplace.2017.03.008)
Estos datos, junto con la evidencia de estudios anteriores, refuerzan la importancia de los espacios naturales para tener pueblos y ciudades más saludables, porque actúan como pulmones que renuevan el aire polucionado, relajan y suponen una evasión necesaria para la desconexión, la reducción de la ansiedad, el mejoramiento de los niveles de concentración, el fomento de la creatividad, así como de las capacidades mentales y afectivas.
Por Carolina Faraldo Portus
