El VIH cede terreno
El sida, acostumbrado a utilizar una serie de trucos para evadir el sistema inmunitario, dejó uno de sus principales secretos al descubierto. Como si se tratara de un caballo de Troya, el virus acechaba escondido en las células dendríticas antes de iniciar su ofensiva.
Una de las incógnitas más relevantes en la propagación del VIH en el organismo acaba de ser dilucidada. Una de las razones, tal vez la principal, del por qué la comunidad científica aún no dispone de una cura definitiva para el virus de la inmunodeficiencia humana, es que éste infecta las células del sistema inmunitario encargadas de activar la respuesta que, en teoría, debería frenar la infección.
Pues bien, investigadores del Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa de Barcelona, España, lograron recientemente desentrañar el mecanismo utilizado por el VIH para penetrar, sin ser descubierto, en el sistema inmunitario, coronando con éxito un trabajo pionero a nivel mundial a través del cual, además, han conseguido bloquear dicha entrada y evitar la propagación del virus.
Según los científicos españoles, la relevancia de este estudio radica en el descubrimiento de un mecanismo nunca antes descrito, el que, por su naturaleza, tiene un potencial difícil todavía de imaginar, pero que presumiblemente permitirá, en un plazo que no debería superar los diez años, diseñar un fármaco capaz de bloquear la transmisión del VIH dentro del cuerpo humano.
Hasta ahora, uno de los principales escollos encontrados por los investigadores es que los 20 fármacos utilizados contra el VIH no son capaces de eliminar por completo la presencia del virus del organismo, ya que éste es capaz de esconderse y alojarse en el interior de las células dendríticas, precisamente las encargadas de resguardar el sistema inmunitario, aprovechándose de las mismas para propagarse e infectar los tejidos linfáticos.
El equipo de científicos, liderado por Javier Martínez-Picado y Nuria Izquierdo-Useros, podría ponerle remedio a este problema, tras descubrir la puerta de entrada del VIH a estas células dendríticas, enigma que la comunidad científica intentaba descifrar hace años y que no es más que la estrategia invasiva del virus. Se trata de la molécula siglec-1, la que permite al VIH acceder a las células dendríticas maduras cuando se unen a los gangliósidos del virus, que funcionan como llaves. De esta forma, las células dendríticas acumulan gran cantidad de virus en su interior y se convierten en verdaderos caballos de Troya, ya que lo liberarán apenas entren en contacto con los linfocitos T CD4, principal diana del VIH, contribuyendo así a la dispersión del virus dentro del organismo.
“Teníamos la llave y ahora tenemos la cerradura” coinciden los investigadores, dando el enigma por resuelto. También han logrado bloquear la entrada a través de moléculas derivadas de los azúcares y otros anticuerpos, lo que abre las esperanzas de encontrar un fármaco capaz de evitar la infección. Es más, ya se ha iniciado el cribado de millones de compuestos químicos mediante simulación informática con la intención de avanzar en el diseño de un fármaco que permita mejorar la eficacia de los tratamientos actuales contra el sida.
“Los virus dejan de entrar y dejan de dispersarse. Es como poner silicona en la cerradura para que no entre la llave”, agregan, recordando que este mecanismo no se conocía, ya que el foco estaba situado en la infección del sistema linfático y no en el vehículo que llevaba el virus hasta el mismo.
Ataque estratégico
Las primeras células en detectar y capturar a un patógeno son las dendríticas, las que desmenuzan al invasor en piezas más pequeñas. De esta forma llegan hasta el tejido linfático, donde se ponen en contacto con otras células del sistema defensivo: linfocitos CD4. Son éstas las encargadas de generar la respuesta adecuada para que el organismo identifique las piezas y las extermine.
Hasta ahí todo bien, sin embargo, el VIH se las había ingeniado para “burlar el sistema”. Cuando el virus ingresa en las células dendríticas, éstas no lograban desmenuzarlo, quedando escondido en su interior, con su capacidad de infección intacta. La célula, entonces, se comporta como un caballo de Troya, pues desencadena su ataque una vez que el virus entre en contacto con los linfocitos CD4.
En resumen, las dendríticas serían las grandes propagadoras de la infección, mientras que los CD4 son utilizados por el VIH para replicarse en su interior, multiplicarse y luego exterminar el sistema defensivo. Los tratamientos actuales se dirigen a eliminar el virus en los CD4. Pero eso no consigue una curación de la infección, porque el VIH se encuentra escondido en las otras células del sistema defensivo: las dendríticas.
Identificado el problema, se trabaja ahora en la solución. La comunidad científica internacional reconoce que se trata de un avance importante en el conocimiento de la biología, abriendo el espectro de las moléculas que hacen que el VIH tenga una capacidad de infección mayor. Esto, porque hace 12 años se descubrió otra molécula presente en las células dendríticas, denominada DC-SIGN, que ayuda a éstas a captar el virus y favorecer la infección de los linfocitos. Este nuevo trabajo, publicado en la revista PLoS Biology (PLoS Biol. 10 (12): e1001454. doi: 10.1371/journal.pbio.1001454) y realizado en colaboración con las universidades de Heildelberg (Alemania) y de Lausanne (Suiza), aporta otra proteína, faltando ahora por determinar el peso relativo de ellas.
Tras este paso, vendrá la tarea de encontrar una molécula capaz de bloquear a la proteína presente en el VIH, o bien a la de la célula dendrítica. Lo ideal sería encontrar un compuesto que bloquee la proteína presente en el virus y no en la célula, porque si se bloquea al DC-SIGN o siglec-1, sería algo positivo para el VIH, pero malo para la respuesta inmune en general, explican los expertos.
Martínez-Picado reconoce que ya tienen identificadas 30 moléculas que bloquean la entrada del virus en las células dendríticas, sin embargo restan aún las pruebas en laboratorio. El trabajo permitirá abrir nuevas líneas de investigación, que podrían servir incluso para frenar la propagación de otros virus que utilizan un mecanismo similar, como el caso del HTLV-1, que provoca leucemia. En fin, se trata de una luz al final del túnel, que abriga esperanzas para un futuro mejor en este campo de la medicina. Una buena noticia para cerrar el 2012.
