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27 Marzo 2023

El poder obesogénico del entorno

La exposición a sustancias químicas xenobióticas altera el metabolismo y predispone a algunas personas susceptibles a ganar peso. Para los científicos es otro elemento que influye sobre esta epidemia. 

La prevalencia global de sobrepeso y obesidad ha aumentado dramáticamente en las últimas décadas. Se trata de un grave problema de salud pública, reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como uno de los desafíos más importantes del siglo XXI [1] y que necesita ser abordado de manera interdisciplinaria [2].

Se cree que la adición de ingesta calórica y la disminución de la actividad física representan las causas fundamentales de este exagerado incremento. Sin embargo, la ciencia de vanguardia muestra que existen saboteadores silenciosos en la vida cotidiana que contribuyen, en gran medida, a esta epidemia: los obesógenos ambientales, es decir, sustancias químicas xenobióticas (extrañas a los sistemas biológicos) que alteran el desarrollo normal y los controles homeostáticos sobre la adipogénesis y el equilibrio energético [3].

Esta hipótesis fue postulada en 2006 por los académicos Felix Grün y Bruce Blumberg del Departamento de Biología Celular y del Desarrollo de la Universidad de California en Estados Unidos al descubrir que “estos elementos que inducen el peso interrumpen los sistemas hormonales, alteran la manera en que se forma y almacena la grasa y cambian la manera en que un individuo responde a sus elecciones dietéticas”.

Los obesógenos pueden determinar la cantidad de alimentos necesarios para mantener la homeostasis y, por lo tanto, aumentar la susceptibilidad a la obesidad. El momento más sensible para su acción es en el útero y durante la primera infancia, por lo que podría transmitirse a las generaciones futuras a través de la programación epigenética [4]. A juicio de los especialistas, esta premisa cambia la narrativa de curarla a prevenirla.

Sesgo hacia factores individuales

Una de las razones por las cuales se han pasado por alto este punto es que el tratamiento de la obesidad está inclinado hacia factores individuales como la dieta y el ejercicio. Por tanto, se atribuye a una falla personal o falta de fuerza de voluntad el que un individuo no pueda llevar el control de su peso. 

Ese tipo de pensamiento podría estar arraigado en los estándares de belleza convencionales y la idea de que esta enfermedad es un problema estético más que uno de salud. Tanto así que ya existen investigaciones que demuestran que los obesos son estigmatizados y etiquetados como perezosos, desmotivados y carentes de autodisciplina [5].

La explicación médica predominante sigue siendo que el aumento descontrolado de peso es el resultado de un desequilibrio entre la ingesta calórica excesiva y el gasto energético insuficiente. Sin embargo, este simple patrón no es capaz de explicar el incremento del índice de masa corporal (IMC) observado en los últimos años. 

Se postula también que las variantes genéticas tienen un rol sobre esta problemática. Pero las que se conocen hasta el momento solo pueden explicar el 2,7% de la variación individual del IMC [6]. 

La balanza se inclina a que son múltiples factores ambientales los que afectan la susceptibilidad a la obesidad. Estos incluyen la composición del microbioma intestinal [7], estrés [8], ritmos circadianos interrumpidos [9], tabaquismo materno durante el embarazo [10], mayor disponibilidad, accesibilidad y asequibilidad a alimentos ultraprocesados [11] e influencia del ambiente obesogénico.

Tipos comunes 

Las sustancias químicas disruptoras endocrinas (EDC, por sus siglas en inglés) pueden promover la obesidad al elevar el número de células grasas y almacenamiento en las ya existentes; alterar la tasa de producción versus destrucción y metabólica basal; y modificar la microbiota intestinal, control hormonal del apetito y saciedad.

Se encuentran en artículos domésticos cotidianos como recipientes de alimentos, juguetes, utensilios de cocina, productos de cuidado personal, agentes de limpieza y suministros médicos. Como están presentes en una variedad tan amplia de fuentes pueden contaminar alimentos, agua o aire, lo que aumenta aún más sus vías de exposición.

Existe evidencia sobre cómo el bisfenol A (BPA) -un xenoestrógeno ampliamente utilizado en la industria de los envases de plástico- afecta varias funciones fisiológicas relacionadas con la reproducción, trastornos endocrinos, metabólicos y cáncer [12].

Otras EDC son los ftalatos (que se utilizan para hacer que los plásticos sean más duraderos y flexibles), la atrazina (pesticida que se encuentra comúnmente en aguas superficiales y subterráneas), y algunos edulcorantes artificiales (como la sacarina) presentes en alimentos bajos en grasa y sin azúcar.

Las personas pueden reducir su exposición evitando alimentos preenvasados o procesados y privilegiando el consumo de frutas y verduras libres de pesticidas. 

Dado que los componentes de la contaminación del aire son diversos, los mecanismos de acción son únicos para el individuo, lo que indica la necesidad de plantear un enfoque holístico, personalizado y preciso para la prevención y control de la obesidad con políticas que consideren restricciones al uso masivo de EDC. 

Por lo pronto, el llamado es a armonizar el ambiente individual, social y natural, porque un desequilibrio de estos factores puede debilitar la capacidad de autorregulación.

Referencias
[1] Sousa ACA, Malarvannan G, Isobe T, Rato L. Editorial: Obesogens in the XXI century: Emerging health challenges. Front Endocrinol (Lausanne). 2022;13:999908.
[2] Mayoral LP, Andrade GM, Mayoral EP, et al. Obesity subtypes, related biomarkers & heterogeneity. Indian J Med Res. 2020;151(1):11-21.
[3] Grün F, Blumberg B. Environmental obesogens: organotins and endocrine disruption via nuclear receptor signaling. Endocrinology. 2006;147(6 Suppl):S50-S55.
[4] Heindel JJ, Howard S, Agay-Shay K, et al. Obesity II: Establishing causal links between chemical exposures and obesity. Biochem Pharmacol. 2022;199:115015.
[5] Puhl RM, Heuer CA. The stigma of obesity: a review and update. Obesity (Silver Spring). 2009;17(5):941-964.
[6]Locke AE, Kahali B, Berndt SI, et al. Genetic studies of body mass index yield new insights for obesity biology. Nature. 2015;518(7538):197-206.
[7] Díez-Sainz E, Milagro FI, Riezu-Boj JI, Lorente-Cebrián S. Effects of gut microbiota-derived extracellular vesicles on obesity and diabetes and their potential modulation through diet. J Physiol Biochem. 2022;78(2):485-499.
[8] Kumar R, Rizvi MR, Saraswat S. Obesity and Stress: A Contingent Paralysis. Int J Prev Med. 2022;13:95.
[9] Froy O. Metabolism and circadian rhythms--implications for obesity. Endocr Rev. 2010;31(1):1-24.
[10] Smart SJ, Nikaj AN, Yu L, Li H, Yan F, Zhang J. Association between maternal smoking during pregnancy and offspring overweight in U.S.-born children. Pediatr Obes. 2021;16(3):e12717.
[11] Martí Del Moral A, Calvo C, Martínez A. Consumo de alimentos ultraprocesados y obesidad: una revisión sistemática. Nutr Hosp. 2021;38(1):177-185.
[12] Oliviero F, Marmugi A, Viguié C, Gayrard V, Picard-Hagen N, Mselli-Lakhal L. Are BPA Substitutes as Obesogenic as BPA?. Int J Mol Sci. 2022;23(8):4238.

Por Carolina Faraldo Portus

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