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18 Noviembre 2019

Ejercicio como intervención antidepresiva

Si bien los tratamientos psicológicos y farmacológicos son eficaces, aumentar los niveles de actividad física diaria puede reducir significativamente el riesgo de depresión, incluso en sujetos predispuestos genéticamente.

La depresión es una alteración de la conducta caracterizada por un estado de ánimo persistente de tristeza, desinterés o pérdida de placer en las actividades de la vida diaria y representa la principal causa de discapacidad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). A pesar de esta carga, las estrategias para prevenirla siguen siendo limitadas y la comprensión de los factores modificables de protección incompleta.

Esta condición debilitante es el resultado de interacciones complejas entre factores sociales, psicológicos y biológicos. “Un decaimiento patológico del estado anímico con un descenso del humor que termina en tristeza, acompañada de diversos síntomas y signos de tipo vegetativo, emocionales, cognitivos y conductuales que alteran los ritmos vitales y perduran por tiempo prolongado, al menos dos semanas. Con frecuencia tiende a manifestarse en el curso de la vida, con aparición de uno o varios episodios, adquiriendo un curso fásico o recurrente con tendencia a la recuperación entre ellos” (Rev. Med. Clin. Condes 2014; 25(1) 79-98).

Es una enfermedad frecuente y la OMS calcula que afecta a más de 300 millones de personas, cifra que se incrementa en presencia de otras patologías, en especial las crónicas.

Su abordaje está basado en dos aproximaciones: psicoterapia para los casos leves; y tratamiento farmacológico para la depresión moderada y grave. Pese a la eficacia de estas intervenciones, se estima que más de la mitad de los afectados no recibe tratamiento. 

Teniendo en cuenta su alta prevalencia y los efectos adversos de algunos antidepresivos, es vital emplear herramientas complementarias que ayuden a prevenir y tratar esta enfermedad. 

La evidencia ha demostrado que practicar alguna actividad física puede ser eficaz a la hora de lograr ese objetivo, pues favorece la producción de proteínas que reparan las neuronas y estimulan su proliferación; regula los niveles de serotonina y otros neurotransmisores; aumenta el flujo sanguíneo cerebral; y provoca liberación de endorfinas.

Un artículo publicado en la revista Depression and Anxiety da cuenta que incorporar el deporte de forma regular reduce significativamente el riesgo de depresión, incluso en personas predispuestas genéticamente (DOI: 10.1002/da.22967).

Los investigadores de la Universidad de Harvard en el Hospital General de Massachusetts de Boston llegaron a esa conclusión analizando información proporcionada por 7.968 participantes inscritos en el Partners HealthCare Biobank, una base de datos destinada a ayudar a científicos a comprender cómo genes, medio ambiente y estilos de vida afectan la salud. 

Para ser incluidos en el estudio, como requisito, los seleccionados no podían estar cursando una depresión y a todos se les estimó el riesgo heredado. Además, se les solicitó que entregaran una muestra de sangre para el análisis de su genoma y completaran una encuesta de autoevaluación de salud y estilo de vida.

Esta evaluó ocho tipos diferentes de actividad física recreativa: caminar, trotar, correr, andar en bicicleta, deportes de raqueta, natación, ejercicio de intensidad alta y baja; y la cantidad promedio de tiempo que le dedicaban a la semana en el último año.

Los resultados de la muestra analítica evidenciaron que los individuos con mayor riesgo genético tenían un 50% más de probabilidad de experimentar un nuevo episodio en los próximos dos años, en comparación con aquellos con bajo riesgo poligénico; y que, en todos los grupos, las personas más activas físicamente al inicio del estudio tenían menor probabilidad de desarrollarla. 

Por ejemplo, en el grupo de mayor riesgo, la incidencia fue casi del 13% para aquellos que no hicieron deporte, en comparación con solo el 8% para los que lo practicaron durante tres horas semanales.

Tanto el ejercicio de alta como el de bajaintensidad se relacionaron con una disminución de la probabilidad de depresión. En general, por cada cuatro horas de pasatiempo físico por semana –aproximadamente 35 minutos por día– se observó una reducción del 17% de cursar episodios en los próximos dos años.

Para Karmel Choi, becario postdoctoral en genética psiquiátrica en la Escuela de Salud Pública de Harvard TH Chan y el Hospital General de Massachusetts y uno de los autores del trabajo, los hallazgos sugieren que “cuando se trata de depresión, los genes no determinan el destino y estar físicamente activo tiene el potencial de neutralizar la probabilidad adicional de episodios futuros en individuos que son genéticamente vulnerables”.

“La magnitud de esta condición en todo el mundo subraya la necesidad de estrategias efectivas que puedan beneficiar a tantas personas como sea posible. Esta investigación muestra el valor de los datos y la genómica sobre el cuidado de la salud en el mundo real”.

El hallazgo más sorprendente de este estudio fue evidenciar de que pese a la existencia de un factor biológico fijo –como el riesgo poligénico de la enfermedad– el deporte puede ser un elemento protector. Tal conocimiento podría, en última instancia, guiar a los médicos y profesionales de la salud pública a aconsejar a sus pacientes sobre intervenciones antidepresivas a través del ejercicio.

Por Carolina Faraldo Portus

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