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28 Mayo 2007

Art Brut, creando desde la locura

El vínculo entre creación artística y enfermedad mental es un cuestionamiento que comenzó a tomar fuerza en las postrimerías del siglo XIX, en especial a partir de la obra del doctor Cesare Lombroso, psiquiatra italiano que fue pionero en la ciencia de la criminología, publicando en 1876 el libro “El hombre delincuente”, donde utilizó la teoría evolucionista de Darwin para explicar la conducta criminal. Midiendo los cráneos de convictos ejecutados y comparándolos con los de simios prehistóricos, el autor llegó a la conclusión de que los criminales eran víctimas de un fenómeno que definió como “atavismo”, donde según él se encontraba la relación definitiva entre el delito y la locura.

Más tarde, las ideas de Lombroso fueron propagadas en Francia por el doctor alemán Max Nordau a través de “Degeneración”, un libro que tendría graves consecuencias para las personas vinculadas al mundo del arte, dado que calificó a los seguidores de algunas corrientes de avanzada como los peores enemigos de la sociedad. Esta teoría inspiró a Paul Schultze-Naumburg, teórico del arte alemán que fue consejero de Joseph Goebbels, el ministro de propaganda de Adolf Hitler.

A principios de los años ’30 Schultze-Naumburg acuñó el término “Arte Degenerado”, idea que fue utilizada por el propio Hitler para señalar que toda desviación o infracción a la norma sería considerada como un signo de degeneración, una amenaza de contagio y un peligro para el orden establecido. Estas medidas de coerción impactaron fuertemente el ámbito cultural, con estertores que duraron un par de décadas.

Así, tras la II Guerra Mundial, algunos artistas reaccionaron sintiendo la necesidad de alejarse de la influencia de la tradición para explorar técnicas desconocidas, con el fin de volver a captar la espontaneidad que desde épocas ancestrales el hombre tuvo para trazar signos. De este modo, en una primera instancia, crearon un tipo de expresión que denominaron como “informal”.

A mediados de los años 40, Jean Dubuffet, un pintor que había formado parte del grupo surrealista encabezado por André Breton, comenzó una búsqueda orientada a lo que llamó obras extra-culturales. Para ello recorrió hospitales psiquiátricos de Suiza y Francia y, más tarde, círculos de espiritismo y convictos, recolectando obras de desertores sociales de todo tipo.

Esta iniciativa tuvo lugar cuando, a los 42 años y gracias a la fortuna familiar, el propio Dubuffet decidió dedicarse por completo al arte, para lo cual comenzó destruyendo todas las obras que había creado hasta ese momento y optó por buscar la inspiración en la calle, con el objetivo de despertar el interés del público por lo cotidiano.

Sosteniendo que la creación artística sólo requiere de embriaguez y locura, su obra comenzó a mostrar algo muy alejado de las corrientes clásicas, basándose en la belleza de expresiones que desde la tradición eran consideradas feas. De este modo, en 1945 acuñó el concepto “Art Brut”, es decir arte bruto, para referirse a un tipo de arte espontáneo e inventivo que rechaza cualquier efecto de armonía y de belleza.

Luego de tener el vocablo y tras décadas de arduo trabajo, Dubuffet logró consagrar a creadores ajenos al mundo del arte, que tanto en la temática como en la materialidad utilizaban recursos extraídos de su entorno y experiencia personal y no de las referencias del arte clásico o moderno.

Dado que los sujetos, las técnicas y los sistemas de representación provenían de una invención completamente personal, desde el primer momento el arte bruto se opone a lo que se conoce como “arte cultural”. Por ejemplo, mientras los artistas modernos enfrentaban la cultura y las normas sociales para cuestionarlas, los autores de arte bruto eludían todo eso, evitando incluso legitimarse frente a la crítica. Se legitimó entonces, en las últimas décadas del siglo XX, una expresión plástica que da cuenta de fuerzas latentes pero reprimidas por un contexto social poco favorable a su libre manifestación. Un arte que desafía los cánones clásicos de equilibrio y armonía, o simplemente los ignoran optando por el desequilibrio, la repetición, el exceso, lo inacabado.

Aunque muchas líneas de expresión del arte bruto responden a lo que se esperaría de una obra creada por un individuo con esquizofrenia, al presentar perspectivas alteradas, desorden, uso de materiales heterogéneos y pérdida del sentido de la composición, entre otras cosas, para Jean Dubuffet lo interesante de encontrar el arte en la locura consistía, precisamente, en la posibilidad de desligarse de la óptica habitual.



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