Los misteriosos y simbólicos dolores de Kafka
Kafka fue uno de los autores más originales y extraños de principios del siglo XX, que enriquecieron el caudal de la literatura europea con nuevas ideas, estilos y perspectivas. Si bien hay muchos críticos literarios que han tratado de encontrarle un sentido específico a su creación, la verdad es que el autor representaba mucho más que el estereotipo de una figura solitaria que escribía movida por la angustia, y que su trabajo era mucho más deliberado, subversivo y no obstante más alegre de lo que parecía ser.
Solitario e incomprendido, Franz Kafka, nació el 3 de julio de 1883 en Praga, la antigua y hermosa ciudad checa que entonces pertenecía a la monarquía austrohúngara. Desde muy pequeño, tuvo un papel activo en la organización de actividades literarias y sociales, destacando la organización y promoción de representaciones para el teatro judeo-alemán, a pesar de los recelos de sus amigos más íntimos.
Estudió derecho en la Universidad de Charles en Praga y obtuvo el doctorado en leyes en 1906. Posteriormente trabajó durante un año de pasante en una agencia de seguros de accidentes laboral y fue entonces cuando comenzó a escribir.
Recientes investigaciones señalan que los diarios del autor pueden leerse como una especie de “historia clínica”. En sus cuadernos íntimos habla de "demonios", "derrumbamiento", "embates", "desamparo", "persecución", "soledad", "asalto a las últimas fronteras terrenales", "agobiante observación de uno mismo" y muchas otras expresiones más que aluden a un mundo oscuro, desconcertante y desconocido. La interpretación médica que se ha realizado al respecto, arriesgada por cierto, señala que Kafka, además de ser un hombre atormentado y complejo, sufría de trastornos psicológicos.
Asimismo, en sus diarios y cartas se queja frecuentemente de insomnio y dolores de cabeza periódicos e intolerables, los que comenzaron a manifestarse en 1913. Neuer Kopfschmerz noch unbekannter Art. Kurzer schmerzhasfter Stich rechts über dem Auge. Vormittag zum erstenmal seitdem häuftiger (Una nueva cefalea de un tipo, hasta ahora desconocido. Un dolor corto y punzante sobre el ojo derecho. Esta mañana apareció por primera vez), escribía el autor el 16 de septiembre de 1915.
En un artículo publicado en la revista Cephalalgia, dos neurólogos suecos del Departamento de Neurología de la Universidad de Huddinge, afirman que el autor habría padecido de constantes ataques de cefalea en racimos o cefalea de Horton.
Esta cefalea –denominada también como Hemicránea angioparalítica; Faciocefalalgia autonómica; Vasodilatación simpática hemicefálica; Neuralgia esfeno palatina; Neuralgia ciliar; Neuralgia vidiana; Neuralgia petrosa superficial mayor; Cluster headache; Neuralgia de Horton; Cefalea histamínica, entre otras- se conoce desde los escritos de Nicolaes Tulp en el siglo XVII.
Esta patología es relativamente rara se presenta en forma de ataques y su severidad le ha dado el nombre de “dolor de cabeza suicida”, ya que el dolor es considerado como uno de los más intensos que puede sufrir el ser humano.
Se caracteriza por ataques de dolor extraordinariamente severo, constante, taladrante, de carácter uniforme, localizados en la región periorbital o temporal, unilateral en el 90 por ciento de los casos, no sobrepasa la línea media y reaparece una y otra vez en el mismo lado. Va acompañado por fenómenos ipsilaterales de disfunción autonómica, como un ojo enrojecido, lagrimeo, ptosis, miosis, edema de párpado, rinorrea, obstrucción nasal o hiperhidrosis de un solo lado del rostro.
El paciente suele describir el dolor como “si el ojo fuera empujado a salir de su órbita, o como cuchillos que se clavan en el ojo”. El dolor se puede irradiar a la dentadura, la garganta e inclusive a cuello y hombro. El paciente se mantiene en continuo movimiento aunque esté sentado, con gran agitación psicomotora (al contrario del paciente con migraña) y puede arrastrarse por el suelo, golpearse la cabeza en la pared o se presionarse la zona dolorosa con las manos.
Algunos pacientes se tornan agresivos durante el ataque, rechazan a su familia e incluso algunos intentan el suicidio por la intensidad del dolor. La arteria temporal puede verse dilatada a simple vista, pero el dolor no es pulsátil. Los ataques se producen en grupos o racimos y su duración varía desde semanas a meses.
Las cefaleas padecidas por Kafka tenían una duración de un par de horas. En sus escritos señala que las “sufría en horas tempranas de la mañana”. Nunca usó algún tipo de analgésico para combatirlas, muy por el contrario, ya que él desconfiaba de las drogas y de la profesión médica, por lo que hay razones suficientes para pensar que el dolor cesaba espontáneamente durante el día.
Esta “particular variedad de cefalea, extremadamente grave, proporcionan nuevas claves acerca de la producción literaria de Franz Kafka desde mediados de la década de 1910”. El Proceso (1912) o La Metamorfosis (1915), por ejemplo, muestran personajes que sufren y en ellos se hace referencia a descripciones de cuchillos, agujas y otros dolores lacerantes, justo en la época en la que él mismo sufrió de cefalea en racimos.
"En la literatura de Kafka, este tipo de descripciones dolorosas se han confundido con sadismo o masoquismo," comentan los especialistas suecos. Pero en realidad, sus personajes le ayudaron a describir, de forma metafórica, sus propios padecimientos.
