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11 Septiembre 2006

Los inicios de la farmacia y la botica de los jesuitas en Chile

La palabra farmacia tienen su origen en el vocablo griego pharmakon que significa "remedio". Si bien, la aplicación de éstos para sanar o, al menos, aliviar el sufrimiento, es tan antiguo como la humanidad, por lo que es muy difícil determinar cuándo comienza la práctica farmacéutica.

En Mesopotamia, Egipto y China no sólo se utilizaban plantas y partes de animales para curar enfermedades, sino que también se usaban procesos químicos para la elaboración de remedios. Es en esta etapa donde la práctica de la medicina y la farmacia se realizaban de manera conjunta y por sacerdotes, quienes observaban los cambios que se producían en el entorno de acuerdo a las teorías que se desprendían de la astronomía, las matemáticas y la química, por lo que estas especulaciones tenían mucho de magia.

Los griegos conocían muy bien las drogas y sus virtudes, las que incluso plasmaron en las columnas del templo dedicado al dios de la medicina, Esculapio, y se les debe a ellos, en gran parte, la propagación de estos estudios por Europa.

Para los romanos el conocimiento de los remedios farmacológicos fue de gran importancia, por lo que aumentaron de manera considerable el número de drogas medicinales. Los árabes también se vieron cautivados por las facultades terapéuticas de las plantas y fue Avicena, médico, filósofo y científico persa que escribió alrededor de 450 libros de diversas materias, donde se refirió en muchos de ellos a los fármacos.

En América, las culturas indígenas fueron desarrollando remedios contra la enfermedad durante siglos. En Perú, la quina era utilizada para el tratamiento de la malaria y el curare (sustancia extraída de diversas especies del género Strychnos), para emponzoñar las flechas para la caza, lo que ayudaba a paralizar a las presas.

En el siglo XVI Paracelso destacaba que los procesos vitales eran químicos y, por lo tanto, en el estudio de la química podía encontrarse la curación de las enfermedades. Sus investigaciones se volcaron sobre todo en el campo de la mineralogía y produjo medicamentos para destinarlos a la lucha del cuerpo contra la enfermedad. Además, estudió y descubrió las características de muchas enfermedades como sífilis, bocio, entre otras y para combatirlas se sirvió del azufre y el mercurio.

A partir del siglo XVII se comienza a usar el término farmacia con el sentido que la conocemos actualmente, ya que se desarrolló una ciencia más compleja lo que se ve reflejado en la farmacopea de Londres y París, que estaba integrada por drogas compiladas a partir de sustancias simples de la medicina antigua y drogas metálicas de efectos más violentos. Muchas de ellas eran inútiles debido a la falta de una experimentación lo que hacía imposible su generalización.

En nuestro país, la llegada de los jesuitas por solicitud del obispo Fernando de Barrionuevo, el 9 de Febrero de 1593 trajo consigo una serie de aportes a la sociedad de la época. La influencia de los primeros misioneros se hizo sentir casi de inmediato: ayudaron a la educación del país; su campaña misional en el sur de Chile favoreció el que se realizara el reconocimiento de los terrenos que rodean a Chiloé; y, además, crearon la primera farmacia o botica en Chile, la cual estuvo a cargo del Hermano José Zeitler, quien entregó medicamentos a las clases más postergadas y ayudó a desarrollar la ciencia farmacológica en el Chile.

El hermano José no era médico, sino que farmacéutico, pero la extensión de sus conocimientos y la enorme autoridad que obtuvo lo obligaron a ejercer como médico en el consenso de todos los profesionales que en su época rendían en Santiago.

Nació en Waldsasse, Baviera, en marzo de 1724 y a los 22 años ingresó a la Compañía de Jesús como hermano coadjutor. Con el título de farmacéutico llegó a Chile en 1748 y de inmediato tomó los trabajo y la administración de la Botica de los Jesuitas en Santiago.
En su biblioteca existían más de cien obras científicas que constituían la única colección de trabajos especializadas en medicina, cirugía, química y farmacia que existía en el país y que servía de consulta para los médicos que ejercían.

No sólo se dedicó a la farmacia, también adquirió serios conocimientos médicos circunscritos a una práctica profesional que por disposición de sus superiores había quedado limitada a los propios religiosos de la Compañía y, en casos excepcionales, se extendía a algún miembro de la sociedad chilena adinerada que pagaba muy bien por estos servicios, los que eran requeridos por los médicos de la ciudad previa autorización de su prelado. Los dineros recibidos eran destinados a renovar y aumentar la existencia de la Botica y a proporcionar gratuitamente medicamentos a los más necesitados.

En 1767 llegó desde España la orden de expulsión de los jesuitas del país. El hermano Zeitler se encontraba en Concepción atendiendo al Provincial de la Orden. Mientras tanto, el Gobierno había incautado la Botica de Santiago y se la había entregado al presbítero y médico Juan Álvarez, quien debía confeccionar el inventario en compañía del protomédico Ignacio Jesús Zambrano.

Las circunstancias obligaron al Gobierno a volver a entregar la dirección de la Botica al hermano José, desafiando así las órdenes reales. A pesar del deseo de las autoridades, de los médicos y de los vecinos de Santiago de retener el hermano Zeitler, éste fue expulsado del país en febrero de 1772.

El inventario fue publicado en 1953 por el doctor Enrique Laval, quien destacó que “incuestionablemente ni la Universidad de San Felipe, ni los Hospitales de Santiago, ni los médicos de la ciudad podían exhibir una biblioteca médico-farmacéutica más completa y selecta que la que perteneció al hermano José Zeitler".

La botica de los jesuitas, representa el desarrollo alcanzado por la farmacia hasta el siglo XVIII. Fue la más prestigiosa de todas, administrada con tal sagacidad que sorprende por el volumen considerable de sus drogas, calidad y preparación técnica de quienes la regentaron: religiosos jesuitas alemanes que, al mismo tiempo, eran farmacéuticos.

Esta Botica compitió, no sólo con las mejores de América, sino que también resistió con éxito la comparación con cualquier farmacia europea de su tiempo. Ellos fueron los verdaderos introductores de muchos adelantos culturales y científicos en Chile y otros países latinoamericanos.





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