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15 Mayo 2006

El tabaquismo de Freud

Cuando se están conmemorando los 150 años del nacimiento del destacado psiquiatra austriaco Sigmund Freud y a pocos días de que entre en vigencia en Chile la nueva Ley Antitabaco, resulta interesante abordar uno de los aspectos más desconocidos de la vida de este prominente hombre: el motivo de su muerte, ya que el médico falleció a raiz de un cáncer máximo bucal provocado por su adicción a la nicotina.

El consumo de tabaco está relacionado al poderoso efecto adictivo que puede tener sobre el cuerpo humano, al mismo tiempo que este hábito puede causar cáncer oral, pulmonar y de garganta. Una vez creada la adicción, es muy difícil dejar de fumar, tanto por los efectos físicos, como psicológicos de esta sustancia. Es así como millones de personas en todo el mundo han tratado de dejar la adicción al tabaco y muchas han fallado en el intento. Esto fue lo que le sucedió a Sigmund Freud, pionero del psicoanálisis y de la psiquiatría moderna.

Aunque nació en mayo de 1856 en Freiberg, Moravia (en la actualidad, Pribor en la República Checa), cuando era muy pequeño su familia se trasladó a Viena, Austria. Allí desarrolló sus estudios primarios y secundarios convirtiéndose en un influyente neurólogo, en el principal impulsor del psicoanálisis y en una figura central de la psiquiatría moderna, área en la que aún se discuten sus teorías sobre el subconsciente.

Sin embargo, él mismo sufría de una fuerte adicción física y menta a la nicotina, lo que se reflejó en una serie de problemas cardíacos que tuvo a lo largo de su vida, así como en el cáncer oral que le fue diagnosticado a los 67 años y que, finalmente, lo llevó a la muerte.


El peso de las evidencias

Existe abundante documentación sobre la necesidad tabáquica de Freud en cartas y otros documentos de la época, tales como varias fotografías donde el médico aparece con un cigarrillo o un puro en la mano… uno de los 20 que acostumbraba fumar cada día.

Cuando Freud tenía cerca de treinta años consultó a su médico y amigo, el doctor Wilhelm Fliess, aquejado por recurrentes dolores torácicos y dificultad al respirar. Tras examinarlo, el doctor Fliess recomendó a Freud dejar el cigarrillo, atribuyendo a este hábito sus dolencias. Pese a que se sintió preocupado por el diagnóstico de su amigo, no hizo nada por deter su adicción al tabaco pues no estaba convencido del todo de la relación que la nicotina tenía con su enfermedad.

En 1923 Sigmund Freud comenzó a experimentar los primeros síntomas visibles del daño que el tabaco le estaba provocando, cuando se desarrolló un crecimiento inusual en su boca, que resultó ser un tumor del paladar blando. Después de esconder el hecho por miedo a que lo fueran a culpar por su tabaquismo, el terapeuta se sometió a la primera de 33 intervenciones quirúrgicas que le realizarían en los siguientes 16 años en su cavidad bucal, para tratar lo que se transformó en un cáncer que abarcó toda la mandíbula.

El dolor limitaba sus capacidades para comer, hablar y trabajar. De hecho, cuando la enfermedad estaba muy avanzada, se vio en la necesidad de utilizar una prótesis mandibular a la que el psiquiatra bautizó como “el monstruo”.

Cuando cumplió 73 años, por recomendación del doctor Wilhelm Fliess, Freud fue internado en un sanatorio donde logró dejar de fumar por varias semanas. Después de eso, volvió a reincidir pero sólo con un cigarro al día; algunos días más tarde fueron dos, después tres, hasta que el hábito se hizo presente con más fuerza que nunca.

Durante ese período sin tabaco, el psiquiatra le escribió a su amigo diciéndole: “… no fumé desde que el día de en que me lo indicaste. Al principio me sentí muy mal, con síntomas cardíacos acompañados de una depresión templada, a lo que se sumó la desesperación de la abstinencia. Aunque estos síntomas se me quitaron, quedé completamente incapacitado para trabajar. Cuando comencé a fumar otra vez, desde los primeros puros sentí que podía volver a pensar, a crear y que nuevamente era dueño de mí”.

Luego de una etapa inicial de optimismo sustentado en su adicción, en los años siguientes Freud experimentó más problemas cardíacos, a lo que se siguieron más operaciones a su boca y mandíbula, que reemplazaron parte de su cara por nuevas prótesis. Así y todo, continuaba fumando la mayor parte del día.

En 1938, tras la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi, dado que Freud y su familia eran judíos, escaparon a Inglaterra gracias a la ayuda financiera de su paciente y familiar, Marie Bonaparte.

Pese a su enfermedad y a las condiciones del exilio, Freud siguió trabajando y fumando. De hecho, en una de las últimas fotografías que le tomaron, aparece sentado en el escritorio de su oficina en Londres, elegantemente vestido y… con un cigarrillo encendido en la mano.

Lo que resulta más irónico, es que un hombre que trabajó toda su vida para mostrar la forma en que las personas utilizan mecanismos psicológicos de defensa para enfrentar pensamientos y sensaciones desagradables, haya utilizado esos mismos mecanismos sin poder imponer su voluntad.

Freud murió del cáncer en 1939, a los 83 años y pese a todos los sufrimientos provocados por la nicotina… fumó hasta sus últimos días.



Por Paloma Baytelman

Mundo Médico

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