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31 Octubre 2005

Max Westenhöfer Knell: pionero de la anatomía patológica en Chile

Durante el siglo XX se consolidaron las grandes disciplinas formadas en el siglo anterior. Nacieron la pediatría y salud pública chilenas, se desarrollaron las ciencias básicas, surgió la clínica chilena y, a mediados de siglo, la anatomía patológica se puso a la altura de los tiempos.

Este progreso se debió, principalmente, a los grandes médicos de la época, a la fundación de nuevas escuelas de medicina, a la creación de organismos e instituciones de salud y al mejoramiento de la infraestructura material.

En la década del ’20 abrió sus puertas la Escuela de Medicina de la Universidad de Concepción, que contó con la participación de destacados profesores, entre ellos, algunos extranjeros, como el profesor alemán de anatomía patológica Ernst Herzog. Su llegada permitió la construcción de un instituto en el que el profesional impartió la enseñanza e hizo importantes contribuciones al campo del sistema nervioso vegetativo que fueron publicados en Alemania.

Sin embargo, la anatomía patológica alcanzó un progreso significativo, cuando el doctor Max Westenhöfer Knell cambió el lenguaje de la medicina chilena y la diferenció claramente de la que se practicaba en los países vecinos. Gracias a su labor médica, se produjo el alejamiento de las discusiones teóricas, carentes de comprobación exacta.

Egresado de la Universidad de Berlín en 1894 y ayudante del Hospital La Charité, fue el último de los grandes discípulos de Rudolf Ludwig Carl Virchow, médico alemán y profesor de anatomía patológica de la Universidad de Berlín cuyos primeros estudios giraron en torno a la inflamación de las venas. Llegó a demostrar que la embolia y la trombosis son casi siempre anteriores a la flebitis propiamente dicha. Esto le llevó a investigar la patología de la serie blanca de la sangre y a describir, por primera vez, la leucemia y a introducir el término de leucocitosis.

Rudolf Virchow (1821-10902), a lo largo<br>de su carrera estuvo vinculado a<br>diversas áreas del quehacer médico

Virchow desarrolló la cátedra de patología y anatomía patológica en la Universidad de Würzburg hasta 1856. En 1858 publicó Die Cellularpathologie in ihrer Begründung auf physiologische und pathologische Gewebelehre, donde continúa y amplía los estudios emprendidos por Bichat sobre las enfermedades de los tejidos. Su afirmación omnis cellula a cellula –toda célula proviene de otra célula- marca el inicio de la teoría de la continuidad germinal, punto de partida también de la teoría del germen-plasma de Weismann. Diagnosticó por primera vez la embolia cerebral y descubrió la neuroglia en la vaina de las arterias cerebrales.

Virchow no sólo fue el patólogo más ilustre de su época, sino también el médico más respetado. Hoy es considerado el más grande de todos los tiempos. En su época fue considerado como el Papa de la medicina.

Hasta fines del siglo XIX, los clínicos desarrollaron la medicina en base a especulaciones semiológicas, las que no siempre tenían una comprobación científica. El paso más grande lo dio el avance de la bacteriología y bioquímica. Pero en el país faltaba dar un paso mayor, puesto que las autopsias las realizaban los clínicos, sin mayor preparación especializada.

La anatomía patológica, del griego pathos (sufrimiento o daño) y logos (estudio), ha sido considerado siempre como uno de los pilares fundamentales de la medicina y una disciplina básica, imprescindible para los diferentes profesionales de la salud.

Los patólogos deben tener un amplio conocimiento de todo el espectro de lesiones que se presentan en cada uno de los tejidos u órganos del cuerpo, para así poder lograr la mejor interpretación de los síntomas de las enfermedades o alteraciones. Esta especialidad comprende todos los aspectos de la enfermedad, fundamentalmente a nivel morfológico. Estas alteraciones son estudiadas con diversos métodos, que abarcan desde la patología molecular hasta la macroscópica, pasando por todos los niveles y técnicas de observación y estudio, desde la histoquímica e inmunohistoquímica hasta la ultraestructura, la microscopía óptica o la simple visión ocular directa.

Ante la necesidad de solucionar vacío pedagógico que existía en Chile, durante el mandato del Presidente Pedro Montt se concretó la contratación de un especialista escogido entre los ayudantes del célebre Rudolf Virchow. Las gestiones realizadas por Augusto Matte, representante chileno en Alemania, lograron que el doctor Westenhöfer aceptara dictar un curso y organizara los servicios correspondientes en el país.

Max Westenhöfer, egresado de la Universidad de Berlín y ayudante del Hospital La Charité en dicha ciudad, llegó a Chile en 1908. Tenía 35 años y ya había realizado una serie de publicaciones de gran valor en Europa, pero fue recibido con frialdad: sólo obtuvo el apoyo del Presidente de la República, de los que fueron sus ayudantes y de sus alumnos. El desagradable ambiente laboral hizo que presentara su renuncia a las autoridades pertinentes en 1911. Así finalizó su primera estadía. Después de la Primera Guerra Mundial quiso volver a Chile, sin embargo, a causa de las mismas odiosidades le fueron cerradas todas las puertas.

Antigua sala de clase de anatomía


En 1929, los doctores Arturo Mardones y Ernesto Prado Tagle –este último creador de las reuniones clínicas en los hospitales chilenos, líder de la anatomía patológica y primer presidente de la Sociedad Chilena de Gastroenterología- como gratitud al que había sido su maestro, le consiguieron un contrato para que formara como médicos patólogos a un grupo de jóvenes.

El doctor Westenhöfer retornó como patólogo del Servicio Nacional de Salud y se integró al Hospital del Salvador donde, entre 1930 y 1932, pudo reanudar su labor más fecunda en pro del perfeccionamiento y la calidad de la medicina chilena.

En tan sólo cinco años de arduo trabajo, se transformó en el máximo impulsor de la especialidad y en una de las personalidades que más aportes realizó para que medicina nacional pisara tierra firme. Formó como patólogos a los doctores Ismael Mena, Guillermo Brinck y Teodoro Kausel. Reorganizó y entregó al museo la cátedra de procedimientos técnicos propios y fundó institutos de anatomía patológica en los hospitales de Santiago y Valparaíso.

Publicó un centenar de trabajos científicos, entre ellos El camino propio evolutivo y el origen del hombre, trabajo sobre las investigaciones antropológicas realizadas a lo largo de su vida y que donó a la Universidad de Chile.

Con el tiempo, el doctor Westenhöfer se fue ganando el cariño y respeto de sus pares. Fue nombrado miembro honorario y académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y, al mismo tiempo, miembro honorario de un gran número de sociedades científicas del país.

Por su incomparable trabajo realizado en pro de la medicina chilena, el gobierno lo condecoró con la Orden al Mérito Bernardo O’Higgins. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, la Junta de Beneficencia lo contrató como anatomopatólogo asesor, labor que ejerció hasta el término de su vida en 1957, a los 86 años.

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