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30 Agosto 2004

Atenas 2004:

Doping, el lado oscuro de los Juegos Olímpicos

El terrorismo no fue la única preocupación de los organizadores de esta cita deportiva. La búsqueda del “juego limpio” por parte de los deportistas, ha desatado una verdadera caza de brujas contra quienes consumen sustancias ilícitas con el objetivo de mejorar su rendimiento.

Más allá de los triunfos de algunos países y las decepciones de otros tantos, con el cierre de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, quedó demostrando que el terrorismo dejó de ser la principal preocupación de los organizadores.

Ya en un comienzo, difícil fue para las autoridades griegas el caso de los atletas locales expulsados por desaparecer de un control antidoping y la suspensión de la corredora estadounidense Torri Edwards por dar positivo en los exámenes previos a la competición.

Estas situaciones pusieron al descubierto las férreas medidas que el Comité Olímpico Internacional impondría en aquellos atletas que fueran sorprendidos utilizando sustancias prohibidas para aumentar su rendimiento, sin importar si los deportistas involucrados eran considerados héroes en sus países de origen. “Ya no habrán intocables”, fue el mensaje de las autoridades.

La primera muestra de esta inflexibilidad la demostraron poco antes de comenzar los juegos, con el caso de los deportistas Costas Kenteris y Ekatherine Tanov, quienes acaban ser expulsados de Atenas por no asistir a los controles antidopaje el pasado 12 de agosto. Tras “escapar” de la Villa Olímpica, donde se iba a realizar el control, ambos partieron en una alocada carrera en moto que terminó con ambos en el hospital. Lo más triste del caso para los griegos, es que sobre los hombros de estos fugitivos recaían las mayores esperanzas de ese país para obtener alguna medalla en las pruebas de atletismo. Está claro que con aquella medida desesperada, Kenteris y Tanov tenían algo que esconder.

Deporte versus prohibición
Las drogas y las sustancias estimulantes han convivido desde épocas remotas en las sociedades humanas y, por lo tanto, no han estado ausentes de las actividades deportivas. Precisamente, el término doping proviene de un licor estimulante llamado dop, que era consumido por la tribu africana de los kaffires. En el siglo III a. C., los atletas griegos ya utilizaban ciertas medicinas que los ayudaban en su rendimiento, compuestas básicamente por hongos alucinógenos.

Con el paso del tiempo, el número de sustancias potenciadotes aumentó progresivamente, conformando una larga lista que considera diversos tipos de estimulantes, esteroides anabolizantes, glucocorticosteroides, derivados de las anfetaminas, analgésicos narcóticos, hormonas peptídicas, reinyección de sangre del propio atleta y sustancias enmascarantes, entre otros agentes utilizados con variados propósitos, tales como aumentar el volumen de oxígeno disponible, incrementan el ritmo cardíaco, modificar la presión arterial, desarrollar los músculos, acrecentar los impulsos nerviosos, provocar la secreción de adrenalina y permitir la mejor resistencia de la fatiga.
Con todo ello, la medicación de los deportistas de elite es un tema muy complejo, que requiere de una estrecha y permanente asesoría médica, pues los atletas no pueden consumir muchos de los principios activos que componen algunas de las sustancias utilizadas para tratar las enfermedades más comunes, como resfríos y cefaleas.

En la actualidad, casi todas las sustancias que entran al organismo de los deportistas, pueden ser detectadas mediante exámenes clínicos. Según la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), organismo encargado de promover un deporte libre de drogas, las sustancias prohibidas están categorizadas según su función en el rendimiento físico. En los últimos años, se ha incorporado a los métodos prohibidos el dopaje genético, lo que evidencia que las fórmulas para aumentar las capacidades de los deportistas avanzan a la par con los descubrimientos científicos, por lo que el desafío de las agencias antidóping es cada vez mayor.

Sin embargo, en Atenas 2004, donde el Comité Organizador Internacional (COI) se había preparado arduamente para la detección de estos avanzados dopajes, entre los atletas que infringieron las normativas predominó el uso de antiguos estimulantes y anabolizantes, como el clembuterol (hormona usada durante años para el engorde de ganado) la testosterona y el estanozolol, sustancia que adquirió fama al ser utilizada ilícitamente por el deportista canadiense Ben Jonson en 1988. Este hecho, según las autoridades, se debería a que en muchos países estos productos son de fácil acceso y bajo costo.

En esta versión de los Jugos Olímpicos fueron suspendidos 13 atletas, los que competían en categorías como el levantamiento de pesas, boxeo y atletismo. Del mismo modo, además de la suspensión, algunos deportistas fueron desposeídos de sus medallas, luego de salir positivos en los exámenes realizados después de la competencia o por no haberse presentado a dichos controles. Los casos registrados son el pesista griego Leonidas Sampanis (bronce); la pesista rusa Irina Korzhanenko (oro); el lanzador del disco húngaro Robert Fazekas (oro) y todos los miembros de la embarcación ucraniana, por el positivo de la remera Olena Olefirenko (bronce).

Tras ellos y otros muchos casos que no fueron detectados por el COI, hay cientos de atletas que siguen creyendo y practicando el principio de la competencia justa y limpia, como uno de los principios fundamentales de los Juegos Olímpicos y del deporte en general, lo que sin duda es posible gracias a la ayuda de los equipos médicos que los asesoran.

Por Francisco Bustos

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