Gelotofobia: un trastorno que amenaza la adolescencia
Aunque se trata de una fobia no muy conocida en Chile, sí existen algunos antecedentes que apuntan a que fenómenos como el bullying podrían incrementar la aparición de un trastorno que, según expertos en el área de psicología infantil, afecta al 2% de los niños y adolescentes del mundo. Se trata de la gelotofobia, término que etimológicamente proviene del griego gelos, que significa risa, y fobos, que hace referencia al miedo. Vale decir, es un cuadro de características clínicas que se presenta por el incontrolable miedo de algunas personas a las risas de los demás o al ridículo.
En el país, el bullying ha cobrado gran relevancia durante los últimos años, debido a algunos casos ampliamente cubiertos por los medios de comunicación y que han sensibilizado a la población, sin embargo, especialistas aseguran que, si bien se ha producido un mayor índice de violencia en determinados episodios, ésta es una problemática que siempre ha existido, con diferentes connotaciones y variados alcances.
Este acoso sistemático afecta en su gran mayoría a adolescentes, precisamente durante la etapa en que están en pleno desarrollo, crecimiento y aprendizaje, por lo tanto, sufrir las burlas y hostigamiento de sus pares puede traer serias consecuencias psicológicas, además de generar una serie de trastornos en la personalidad, que se reflejarán no sólo en la edad pediátrica, sino que también en la madurez.
Y es que sentirse ridiculizado de forma reiterativa durante la infancia o la adolescencia es una de las causas que originarían esta particular fobia, trastorno que se presenta con mayor frecuencia en los individuos que tienen una personalidad especialmente sensible a las burlas, convirtiendo estos episodios en vivencias traumáticas.
El problema, una vez gatillado, se acrecienta al punto que el afectado puede relacionar cualquier risa o carcajada que se escuche en el entorno con un defecto o error personal, sin que necesariamente sea así, desembocando en la rápida aparición de síntomas propios de una ataque de ansiedad, como la sudoración, mareo y temblores.
Esta fobia aparece generalmente en la adolescencia, una etapa compleja en sí misma y clave en el desarrollo de la identidad, en aquellos jóvenes con tendencia a sufrir inseguridad, timidez y miedo al rechazo de sus pares, configurando un cuadro riesgoso, que incluso puede extenderse en el tiempo hasta la adultez, con indeseables sensaciones predominantes, como el terror a mantener relaciones sociales y al contacto con desconocidos. El resultado no puede ser otro: aislamiento, baja de la autoestima y depresión.
Según un estudio epidemiológico realizado por la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción, el 38,3% de los niños y jóvenes nacionales, entre 4 y 18 años de edad, presenta algún tipo de trastorno psiquiátrico. De ellos, sólo un 37,8 por ciento recibe tratamiento médico, quedando el resto expuesto a serias dificultades en su desarrollo, aprendizaje y proceso de maduración. En este escenario, cuadros clínicos como la depresión están siempre al acecho, lo que mantiene en alerta a los especialistas, debido a que esta patología en muchos casos es conducente al suicidio durante la edad pediátrica y, por lo mismo, es considerada un problema de salud pública grave en los países desarrollados. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, OMS, cada año, entre el 1 y el 6% de los adolescentes sufre depresión, por tanto, indagar en sus factores detonantes y proponer soluciones para detener este creciente índice es fundamental. Es más, Chile ostenta uno de los mayores aumentos en la tasa de suicidios en el mundo, mientras que el Ministerio de Salud proyecta que los casos bordearían los 300 por año para 2020.
Entonces, ¿cómo prevenir, detener o tratar la gelotofobia? Para los expertos, la forma más común de enfrentar este trastorno es evitando cualquier situación social que pueda motivar algún tipo de miedo.
En este contexto, un estudio de la Universidad de Zurich, Suiza, evaluó en 2009 el miedo a la risa ajena en distintas culturas, a través de una investigación que contó con la participación de 93 científicos de 73 países, quienes por intermedio de un cuestionario traducido a 42 idiomas consiguieron una muestra de 22.610 personas. Los resultados arrojaron como conclusión que el afectado tiende a esquivar determinadas situaciones que alteran su vida social, por lo tanto, el funcionamiento de este trastorno es el mismo que el resto de las fobias. Estos datos establecieron grados de gelotofobia y sus variantes culturales, entre otros índices de medición, claves en cualquier tratamiento psicológico, el cual debe desarrollarse de manera progresiva para terminar o bien aminorar los síntomas.
Aunque el tratamiento para la gelotofobia no se ha estudiado ampliamente y no existen intervenciones empíricas probadas para curarla, especialistas en trastornos psicológicos infantiles sí concuerdan que es importante enseñarle al afectado a sobrellevar esas sensaciones y aprender a reírse de sí mismo. La terapia más aconsejable es tratarlo en forma paulatina, apartando al niño de situaciones sociales complejas, pero de poco ir integrándolo a su círculo innato, con metas específicas y sencillas en un comienzo, con el fin de asumir, afrontar y superar los momentos que le generaban miedo, convirtiéndolos en tolerables y hasta naturales.
Rol clave
Como hemos mencionado, la gelotofobia es un fenómeno específico de la vergüenza, que se experimenta en la fase prelingüística de la socialización. Es, precisamente, durante esta etapa formativa que los padres juegan un papel fundamental en la detección de determinados comportamientos poco comunes o sospechosos. Asimismo, privar de atención, cariño o burlarse de los hijos de modo sarcástico puede ser la puerta de entrada a un complejo de inferioridad o sentimientos de autorreferencia.
Para algunos padres, voluntaria o involuntariamente, el sarcasmo se convierte en una herramienta o práctica habitual para demostrar a los niños su desagrado, o bien para castigar o controlar algunas conductas. Si a esto se suman las burlas de cercanos, se desarrollará en el menor una personalidad defensiva y tímida, que puede generar más acoso de sus pares, convirtiendo todo en un círculo vicioso muy difícil del cual escapar.
En tanto, la falta de atención hacia los hijos los puede confundir, ya que no percibirán si sus actos son correctos o incorrectos, generando ante un fallo inseguridad de seguir adelante en una actividad social, donde sí pueden encontrar recriminaciones, coartando el pleno desarrollo de sus potencialidades y habilidades. Humillar, ridiculizar y desinteresarse por los intentos de aprendizaje social de los niños y adolescentes provocará una excesiva atención a la reacción de los demás y así las risas de otros cobrarán más importancia que la que realmente tienen. Más aún, pueden surgir sentimientos de autorreferencia y el afectado en su subconsciente creerá que es el centro de atención y que todos están pendientes de sus conductas o comentarios, angustiándose al escuchar risas en su entorno.
De igual forma, una familia demasiado cerrada también puede dificultar el proceso de socialización de los hijos, ya que la integración no se dará de forma natural y espontánea, aumentando el riesgo de estrés, ansiedad y error, fundamentalmente ante la presión que suele establecer el grupo al adolescente, imponiéndole tendencias que, de no seguirse, puede gatillar burlas y rechazo.
Padres más vigilantes y participativos asoma como el camino adecuado para garantizar que estos miedos no se presenten o, al menos, se pueda reaccionar con prontitud ante la sospecha de sintomatología riesgosa. La idea es asegurar el bienestar de niños y adolescentes, evitando que estos individuos, en su etapa adulta, se conviertan en personas con exagerada desconfianza hacia los demás y rasgos paranoicos.
