Una infancia con amigos para una vejez feliz
A fines de mayo de 2012 se realizó en Chile el primer encuentro de relaciones saludables y felicidad, actividad que, de acuerdo a sus organizadores, resultó un éxito y sentó las bases para desarrollar en el país un trabajo integral y multidisciplinario que apunte, precisamente, a la plenitud y bienestar personal y colectivo, estado que acarrea una serie de beneficios a la salud mental y corporal de todos los individuos, como la disminución de los riesgos de padecer enfermedades, por ejemplo, cerebro y cardiovasculares, incrementando de paso la expectativa de vida.
El evento, apoyado no sólo por el Colegio Médico, sino que también por las sociedades de pediatría, de psicología clínica y de psiquiatría, neurología y neurocirugía, se enmarcó dentro de uno de los objetivos prioritarios de la comunidad internacional para este milenio, tras resolución aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas: “la búsqueda de la felicidad como aspiración universal”.
UC Saludable, organización perteneciente a la Pontificia Universidad Católica de Chile, y Al Sur de Nosotros, red sudamericana de salud mental e investigación, ya planifican la segunda versión de este encuentro, programada para el 20 y 21 de abril de 2013 en Santiago, bajo el lema “Ser feliz en un Chile que se cuida”. “La felicidad tiene la hermosa cualidad de contagiarse y de vivirse más plenamente, cuando nos vinculamos y logramos construir relaciones de calidad con nuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo”, comentó su director, doctor Daniel Martínez, médico psiquiatra y miembro del programa de auto cuidado de conductas adictivas de estudiantes universitarios (PADEU-UC) y del centro de estudio de adicciones (CEDA) de la Universidad Católica.
Esta y otras iniciativas, reforzadas por políticas públicas que impulsen el desarrollo social con bienestar, sin dudas pueden ser calificadas como loables en un mundo convulsionado y aquejado de un sinnúmero de problemas que tienden a acercar al hombre más a los estados de angustia y depresión. Pero, ¿qué más se puede hacer o dónde puede estar la clave de la felicidad? Para Demócrito (460 a.C. – 370 a.C.) la felicidad es el mayor bien que se puede alcanzar, una condición que se logra a través de la moderación, la tranquilidad de espíritu y la liberación de los miedos. En tanto, según Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.) “la felicidad consiste en una realización activa y comprometida de las capacidades innatas del hombre”, mientras que para Platón (429 a.C. – 347 a.C.) “el conocimiento de sí mismo lleva al hombre a la felicidad”. Recientemente, una investigación de científicos australianos sumó un nuevo capítulo en esta historia.
Conectividad social
Aunque para algunos expertos los hallazgos publicados en Journal of Happiness Studies (Journal of Happiness Studies, doi 10.1007/s10902-012-9369-8) no son sorprendentes, para los autores del estudio sí representan un avance concreto en este campo. El grupo de científicos, tras analizar factores como la coherencia, la conexión, el afrontamiento positivo y los valores prosociales, concluyó que la felicidad en la adultez podría ser determinada por la calidad de las relaciones durante la niñez y juventud, por sobre la inteligencia, la riqueza material y el rendimiento académico.
En un periodo de 32 años, 800 neozelandeses fueron sometidos a un detallado seguimiento, a partir de los tres años de edad. Así, la coherencia apuntó a si el niño sentía que su vida era significativa y manejable; la participación social observó la intervención en actividades organizadas, como los deportes grupales; las estrategias de afrontamiento incluyeron el uso del respaldo emocional; y la conducta prosocial se ocupó de establecer si una persona creía ser confiable, amable y responsable. Quienes evidenciaron índices positivos en estos factores de medición, se aseguró, son personas menos obsesionadas con cómo se sienten y qué pueden conseguir, más interesados en la forma en que viven y en los valores que emplean para guiar sus interacciones individuales, con los demás y con la sociedad. En contraste, el desarrollo temprano del lenguaje y el éxito académico en la adolescencia sólo tuvieron una asociación débil con el bienestar.
La conectividad social, por ende, resulta un elemento clave. Para estudiarla durante la niñez se consideraron calificaciones de padres y profesores en materias como la empatía, integración y confianza en sí mismos y en su entorno. En tanto, en la adolescencia se midió a través de los vínculos forjados con los padres, compañeros de clases, la escuela, actividades de recreación y un amigo cercano.
Todas estas relaciones, parte de una ambiente social activo, proveen oportunidades críticas de aprendizaje para explorar, evaluar y consolidar valores como la amabilidad, la confianza, la lealtad y la amistad, tal vez una de las más importantes al momento configurar pilares cognitivos capaces de definir la personalidad y potenciar estados futuros asociados al bienestar y plenitud espiritual.
Este estudio, si bien valida planteamientos previos respecto de la influencia de procesos vividos en la niñez durante la etapa adulta, también plantea la necesidad de estimular aún más la interacción social en la infancia, diseñando estrategias educativas, de recreación y formación que consoliden valores positivos en los primeros años de desarrollo. Disfrutar con un amigo lo máximo posible, aunque sea a costa de sacrificar algunos minutos de estudio, que evidentemente más tarde puedan recuperarse, se convertiría así en una experiencia fundamental que acercará a una persona, más que a otra, a un estado de felicidad en la adultez.
