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21 Mayo 2012

Examen forense a partir de la historia

Nuevos hallazgos presentados en la conferencia anual de la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland contradirían la idea popular de que una enfermedad de transmisión sexual habría debilitado a Vladimir Ilich Ulianov.

Europa había sido durante toda la historia occidental el centro del mundo. En tecnología, ideas políticas, poder económico y militar, en las artes y la cultura en general se la admiraba e imitaba. Y, al mismo tiempo, era vista con envidia y temor.

Sin embargo, a fines del siglo XIX y comienzos del XX en su interior había varias situaciones potencialmente conflictivas. En lo social, pobreza y abandono de importantes masas de campesinos y obreros. En lo político, resentimiento entre distintos grupos étnicos que cohabitaban un mismo país. Finalmente, el sentimiento nacionalsocialista se había transformado en una verdadera bomba de tiempo, sobre todo en aquellos países que competían por la supremacía militar.

En las nacionales más industrializadas, la riqueza era cada vez mayor, pero muchos no gozaban ni a la distancia de esas riquezas. Entre los distintos países europeos existían diferencias profundas de desarrollo. Inglaterra, Alemania y Francia iban delante, mientras Italia España, Portugal, Austria-Hungría y Rusia estaban atrasados y dependientes, en su mayor parte, de la producción agrícola.

En lo internacional, Europa estaba dividida en dos grandes sistemas de alianzas, lo que tuvo una enorme repercusión en el futuro del continente. La adhesión a ellos dependió de factores económicos, territoriales, políticos y hasta raciales. La Triple Alianza o Potencias Centrales estaba integrada por Alemania, Austria-Hungría e Italia. La Triple Entente o Aliados abarcaba a Francia, Rusia e Inglaterra. Estas alianzas eran muy complejas y la posibilidad de un estallido casi accidental de hostilidades era grande. Desde la guerra Franco-Prusiana Europa había vivido un período de paz excepcional en su historia, pero con importante preparación armamentista, especialmente Inglaterra y Alemania, lo que se conoció como la Paz Armada.

En este ambiente, cualquier evento podía significar un estallido bélico y, de hecho, la Primera Guerra Mundial, empezó por un atentado al archiduque Francisco Fernando de Austria-Hungría junto a su esposa en Sarajevo, lo que significó que el 27 de julio de 1914 el imperio le declarara la guerra a Serbia.

En este escenario, mientras en gran parte de los países de Europa la guerra más brutal de la historia seguía cobrando vidas, en Rusia se producía el cambio más notorio de su larga historia: el país de los zares veía desarrollarse en su seno el fantasma del comunismo, como le había llamado Karl Marx a mediados del siglo XIX.

El año clave fue 1917. En febrero se iniciaron las protestas obreras en San Petersburgo, cuya fuerza se extendió rápidamente, al punto que el zar Nicolás II de la dinastía de los Romanov fue destituido y tomado preso con su familia. Todos ellos fueron asesinados en 1918 por los bolcheviques en Ekaterimburgo.

Se formó entonces un gobierno provisional y moderado a cuya cabeza estaba Alexander Kerensky. Paralelamente, funcionaban los soviets, poderosas organizaciones locales de obreros, campesinos y soldados que se consideraban los únicos representantes del pueblo. Kerensky fue sólo un hombre de paso después de los zares. De hecho, la mayoría de los bolcheviques dieron un decisivo paso en octubre, cuando accedieron definitivamente al poder.

El líder bolchevique era el carismático Vladimir Ilich Ulianov, conocido como Lenin que había logrado reingresar a Rusia en abril de 1917, tras años de exilio. Él condenó al gobierno provisorio y prometió retirar al país de la guerra y repartir las tierras entre los campesinos. En la revolución de octubre Lenin comenzó a poner en acción sus ideas. Bajo su mando, se formó un nuevo gobierno: el consejo de comisarios del pueblo. Además, negoció la paz con Alemania y firmó con ellos el Tratado de Brest-Litovsk. Confiscó los latifundios y las tierras de la Iglesia y, posteriormente, inició la estatización de los bienes de producción.

Luego de una cruenta guerra civil, ya para 1920 el poder de Lenin se había consolidado, aunque con una economía arruinada, donde miles de personas murieron de hambre. Ante la crisis, Lenin inició la Nueva Política Económica (NEP) que permitió a los campesinos comerciar libremente sus productos, logrando la recuperación de la economía. Curiosamente, el método no había sido comunista, sino capitalista.

En 1923 se creó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), bajo el mando de un partido único, el Partido Comunista. Un año más tarde, Lenin murió, iniciándose nuevamente una lucha por el poder entre Iósif Vissariónovich Stalin y Liev Davídovich Bronstein, más conocido como León Trotzky.

Nuevos hallazgos sobre la muerte de Lenin

Desde 1995, la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland en Baltimore junto con la Asociación de Antiguos Alumnos se reúnen una vez al año en sus ya clásicas conferencias “Historical CPC”.

La “Historical CPC”, o Clinicopathologic Conference, es un ejercicio médico clínico en el que se presenta la historia de la enfermedad de un paciente a un médico con experiencia para la discusión en un entorno didáctico. Esta forma de conferencia se usa para enseñar a los estudiantes y el personal de la casa de estudios cómo un médico con experiencia se acercaría a un caso difícil o desafiante.

La Escuela realiza este ejercicio semanalmente con casos inusuales y modernos sobre, pero una vez al año se apartan de esa modernidad y discuten sobre una figura histórica. Ya han pasado por la revisión Edgar Allan Poe, Alejandro Magno, Ludwig van Beethoven, George A. Custer, Pericles, Mozart, Claudio, Juana de Arco, Herodes, Florence Nightingale, Heinrich Schlieman, Cristóbal Colón, Booker T. Washington, Abraham Lincoln, Akhenaten, John Paul Jones y Simón Bolívar.

Y este año, la figura invitada fue Vladimir Ilich Ulianov, mundialmente conocido como Lenin, el carismático líder y artífice de la revolución rusa.

Lenin murió el 21 de enero de 1924 a las 18:50 hora de Moscú, a la edad de 53 años. Tras su muerte se originaron rumores de que sufría de sífilis. Sin embargo, la causa oficial señalaba que el artífice de la revolución habría dejado de existir debido a un ictus masivo, claro que de los 27 médicos que lo trataron, sólo ocho firmaron las conclusiones de la autopsia.

Por ese motivo, durante muchos años surgieron diversas teorías en torno a su muerte. Algunas sugirieron que había dejado de existir a causa de la sífilis, porque archivos desclasificados demostraban que Lenin había sido medicado con arsénico y con yoduro de potasio que, en aquella época, eran las únicas drogas que se utilizaban para contrarrestar los efectos provocados por la enfermedad venérea. Incluso, las secuelas padecidas en vida por Lenin, como el daño vascular, la parálisis y otras incapacitaciones, eran típicas de dicha patología.

Otras teorías señalaban, que Iósif Vissariónovich Stalin al enterarse de que el líder de la Revolución Bolchevique estaba por ordenar su ejecución por conspiración, habría decidido terminar con su “amigo para hacerse del poder. Incluso Liev Davídovich Bronstein, más conocido como León Trotzky escribió en 1930 que la misma hija de Lenin le habría confiado esta versión, pero que era imposible probar, ya que Stalin había ordenado máximo secreto sobre el caso.

La semana pasada el doctor Harry Vinters, neurólogo de la Universidad de California y el historiador ruso Lev Lurie presentaron en la conferencia anual de la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland, donde se debaten las posibles causas de personajes famosos, las conclusiones alcanzadas sobre la muerte de Lenin.

El líder soviético padeció varios ataques de apoplejía antes de morir en 1924. La autopsia realizada, reveló vasos sanguíneos endurecidos en el cerebro, algo que ha sido muy difícil de descifrar, porque era muy joven y no tenía ninguno de los principales factores de riesgo.

“Nunca fumó, no dejaba que los fumadores se le acercasen. No padecía diabetes, no estaba excedido de peso y la autopsia no halló ninguna evidencia de alta presión sanguínea”, comentó el doctor Phillip Mackowiak, organizador de la conferencia anual.

Para los investigadores la herencia genética del líder comunista pudo haber terminado con su vida. “El padre de Lenin falleció a los 54 años y ambos pueden haber sufrido el atrofiamiento de las arterias. El estrés es también un factor de riesgo para sufrir ataques y, no hay duda alguna, que él estaba bajo mucho estrés. Además, siempre había alguien intentando asesinarlo”, señaló el doctor Vinters.

Para el especialista el origen de los ictus y la aterosclerosis podrían estar en sus genes, ya que su historia familiar hace pensar en cierta predisposición genética, ya que no sólo su padre, sino que también tres de sus hermanos fallecieron por patologías cardiovasculares.

Para el doctor Vinters si Lenin hubiese vivido hoy o si los medicamentos reductores del colesterol hubiesen existido hace 100 años atrás, otra hubiese sido la historia. “Si eso hubiese pasado, Lenin podría haber vivido por otros 20 ó 25 años, suponiendo que no fue asesinado y, a lo mejor, el curso de la historia hubiese sido totalmente diferente”.

Si bien el cuerpo y cerebro de Lenin están preservados en el mausoleo de la Plaza Roja de Moscú, tanto la URSS –en su momento- como Rusia –hoy- han negado a investigadores independientes realizar las pruebas necesarias para saber si fue un asesinato o una muerte por enfermedad lo que conspiró para terminar con la vida del carismático fundador del Estado Soviético. Por lo pronto, el misterio aún permanece.


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