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20 Junio 2011

¿Plaga de Atenas o fiebre tifoidea?

En el 431 a.C., cuando Atenas y Esparta se batían en guerra por el control del Mediterráneo, una extraña epidemia acabó con un tercio de la población, marcando así el devenir de la guerra del Peloponeso. Científicos de la Universidad de Atenas descubrieron las claves de esta plaga. Nada más y nada menos que: Salmonella tiphy.

Luego de las Guerras Médicas, aquellas luchas llevadas a cabo entre las ciudades-estado griegas unidas y los Persas en la primera mitad del siglo V a. C., dos ciudades lograron destacarse: Atenas y Esparta. Ambas, para evitar ser tomadas por sorpresa ante la posibilidad de un nuevo ataque Persa, formaron sus propias ligas defensivas junto a otras ciudades. Atenas conformó la Liga de Delos y Esparta, la del Peloponeso.

Desde entonces, una triple rivalidad puso frente a frente a las dos ciudades: rivalidad de ambición y de intereses; de raza entre dorios y jonios; y de política entre aristocracia y democracia.

Ambas ciudades compitieron por el liderazgo en el mundo griego con distintas culturas, opuestas entre sí. Atenas era fuerte en su flota y tenía como forma de gobierno la democracia directa; mientras que Esparta era poderosa en su ejército y estaba gobernaba por una aristocracia tirana. Las marcadas diferencias llevaron a que ambas ciudades se enfrentaran en la llamada Guerra del Peloponeso.

Este conflicto bélico fue el resultado de un cúmulo de resentimientos entre dos sectores bien diferentes: por un lado Esparta, la polis de los guerreros, de la militarización social; y por otro la de Atenas, polis cultivada artísticamente y con un modelo político que distaba de su enemiga en todos los sentidos.

El hecho que los Peloponesos durante las Guerras Médicas no hubieran apoyado los intereses griegos más que de manera representativa, hizo que la tensión entre ambas ciudades fuera aumentando, hasta que una revuelta de Corcira contra su metrópoli Corinto encendió la chispa del conflicto: como Atenas se puso de parte de Corcira y los corintios se quejaron a sus aliados del Peloponeso, éstos decidieron la guerra contra Atenas. Esa lucha duró 27 años (entre el 431 y 404 a.C.), y tuvo por testigos a los historiadores Tucídides y Jenofonte.

Durante el segundo año de la Guerra del Peloponeso (430 a. C.), cuando una victoria ateniense todavía parecía posible, la ciudad-estado de Atenas fue golpeada por una epidemia devastadora conocida como la Plaga de Atenas. Se cree que debió llegar a través de El Pireo, el puerto de la ciudad y única fuente de comida y suministros. La ciudad-estado de Esparta y gran parte del Mediterráneo oriental también fueron afectados por la epidemia y es un hecho que esta plaga fue el detonante para debilitar a Atenas y permitir el avance espartano.

Tucídides, el gran historiador y militar ateniense, no tan sólo fue testigo presencial sino que, como hizo notar en sus escritos, fue afectado por la enfermedad, lo que le permitió entregar una vívida relación de la calamidad pública y describir sus síntomas y sus características con extraordinaria propiedad.

“No hacía aún muchos días que estaban allí, cuando comenzó a declararse la epidemia entre los atenienses; se dice que había atacado ya antes muchos lugares, Lemnos entre otros, pero una plaga tan terrible y una tal mortandad de gente no se recordaba en ninguna parte. Los médicos, que no la conocían y la trataban por primera vez, no podían hacer nada contra ella, sino que ellos mismos eran sus primeras víctimas, pues eran los que más se acercaban a los enfermos, y tampoco valía otra ciencia humana”, relató.

“En Atenas cayó de improviso y primero atacó a la población del Pireo; por esto corrió el rumor de que los peloponenses habían tirado veneno en los pozos, ya que allí aún no habían fuentes. En seguida llegó a la ciudad alta y entonces la mortandad fue mucho mayor. Sobre esta epidemia, cada cual, médico o profano, diga según su parecer, cuál fue el origen probable y cuáles las causas que cree de fuerzas suficientes para provocar perturbación tan grande. Yo, por mi parte, diré sus características y mostraré sus síntomas a vista de los cuales, si volviese a sobrevenir, teniendo una idea previa, mejor se podría diagnosticar”.

El historiador relata que sin ninguna causa manifiesta, sino de repente, los que “estaban buenos, de buenas a primeras les venían unas fuertes fiebres de cabeza, rojez e inflamación en los ojos y, por dentro, la garganta y la lengua inmediatamente se inyectaban de sangre, la respiración era irregular y el aliento, fétido. Después de estos síntomas sobrevenían estornudos y ronquera y en no mucho tiempo el mal bajaba al pecho y luego producía una fuerte tos”.

Esta peste acabó con un tercio de la población de la polis, marcando así el devenir de la guerra del Peloponeso. Con el tiempo se suscitaron numerosas teorías acerca de la naturaleza de la enfermedad y se enunciaron hasta 28 hipótesis distintas al respecto.

Sin embargo, gracias a que un equipo de arqueólogos descubrió en el cementerio de Kerameikos de Atenas una tumba que contenía al menos 150 cuerpos, vasijas y otras ofrendas funerarias del 430 a.C., periodo que coincide con el del relato de Tucídides, se pudo comprobar que la peste de Atenas fue en realidad una epidemia de fiebre tifoidea, una enfermedad infecciosa provocada por una bacteria Salmonella tiphy, que se transmite por alimentos, agua y bebidas contaminadas. Después de su ingestión, la bacteria se propaga desde el intestino hasta los ganglios linfáticos del intestino, hígado y bazo por la sangre donde se multiplica. Puede infectar directamente la vesícula biliar a través del conducto hepático o extenderse a otras áreas del cuerpo por medio del torrente sanguíneo.

La enfermedad se transmite cuando no existen buenos hábitos de higiene y las condiciones de saneamiento público, durante el período en cuestión, en la población del Ática no eran de las mejores, ya que vivían sitiados dentro de los Muros Largos y en tiendas de campaña. “Tal era el agobio de la desgracia en que se veían sumidos los atenienses; la población morfa dentro de las murallas y el país era devastado fuera”, narraba Tucídides.

Actualmente, el impacto de esta enfermedad se ha reducido fuertemente con la aplicación de técnicas sanitarias modernas. Con un estimado de entre 16 y 33 millones de casos en el mundo cada año con resultado de 216.000 muertes en las zonas endémicas, la Organización Mundial de la Salud ha identificado a la fiebre tifoidea como un problema grave de salud pública.

Por lo que para los investigadores de la Universidad de Atenas la posible secuenciación futura de la cepa antigua de Salmonella tiphy descubierta, podría ayudar a identificar las diferencias genómicas responsables de su especificación en los seres humanos modernos, lo que sería de gran ayuda para reducir el número de hospitalizaciones y muertes relacionadas con las enfermedades transmitidas por los alimentos.

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