La felicidad es buena para la salud
La felicidad, así como la salud, es un verdadero misterio que, quizás, sólo se revela en parte al contrastarlo con su ausencia. Tradicionalmente ha sido objeto de reflexión desde el punto de vista filosófico, pero no desde la óptica de otras disciplinas debido, básicamente, a la dificultad en la medición del objeto.
Es más, hasta hace poco, psicólogos y psiquiatras prestaban mucha mayor atención a las diversas formas de la amargura que a las de felicidad, resultándoles más cómodo entender el retrato de personajes sombríos que el de gente dichosa.
Para Aristóteles la felicidad representaba “aquello que acompaña a la realización del fin propio de cada ser vivo, la felicidad que le corresponde al hombre es la que le sobreviene cuando realiza la actividad que le es más propia y cuando la realiza de un modo perfecto”.
En los últimos años, científicos sociales han estudiado la forma de cuantificar la felicidad y considerar sus elementos constitutivos si es que vale el término. Uno de ellos, Martin Seligman, desarrolló la “fórmula de la felicidad”. Basándose en sus propias investigaciones concluyó que la felicidad es en parte genética, en parte como resultado de las circunstancias, y en parte un resultado de la decisión consciente e intencional.
Para el profesor de psicología Ed Diener, de la Gallup Organization de Princeton en New Jersey, la felicidad se puede medir dividiendo los logros entre lo que se desea y anhela. Es decir, si uno alcanza en la vida el doble de lo que desea, tiene una felicidad de 2. Por otro lado, si uno alcanza los mismos logros, pero desea el doble de lo que logra, su felicidad podría bajar a 0.5.
Junto a su equipo, el doctor Diener realizó una revisión de más de 160 estudios que le permitió constatar, “de forma clara y convincente”, que los individuos que reconocen ser felices viven más y con mejor salud.
En el trabajo, que fue publicado por la revista Applied Psychology: Health and Well-Being en su última edición de marzo, se analizaron diferentes estudios a largo plazo con humanos, algunas pruebas experimentales en las que también se incluían animales y otras investigaciones que evaluaron el estado de salud de personas estresadas por fenómenos naturales.
Uno de los ensayos siguió durante 40 años a casi 5000 estudiantes y detectó que los más pesimistas tendían a morir más jóvenes que sus compañeros. Si bien hubo algunas excepciones, los investigadores determinaron que la ansiedad, depresión, falta de disfrute de las actividades diarias o pesimismo están asociados con mayores tasas de enfermedad y una vida útil más corta.
Los estudios en animales también demostraron un fuerte vínculo entre el estrés y mala salud. Por ejemplo, aquellos animalitos que vivían bajo un fuerte nivel de estrés eran más susceptibles a las enfermedades del corazón, tenían sistemas inmunológicos más debilitados y, por tanto, morían más jóvenes que los que vivían bajo menos condiciones de hacinamiento.
El material estudiado permitió concluir que, a diferencia del estrés o la depresión, el bienestar es subjetivo y contribuye tanto a la longevidad como a una mejora de la salud. Tras analizar experimentos realizados a humanos en laboratorios, se logró confirmar que un estado de ánimo positivo reduce las hormonas relacionadas con el estrés, aumenta la función inmune y favorece una pronta recuperación del corazón después del esfuerzo.
Si la felicidad no sólo nos satisface, sino que mejora nuestra salud, ¿cuál es la fórmula para alcanzarla? Esa es la pregunta del millón. Tenga presente que, a menudo, olvidamos que la felicidad es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias. Por eso, para ser felices sólo es necesario disfrutar de la vida y no dar importancia a los pequeños problemas que en ella nos podemos encontrar, porque la felicidad es el placer de los sabios.
