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21 Diciembre 2009

Dermatología:

María Antonieta: el síndrome detrás del nombre

Cuenta la leyenda que, el día antes de morir guillotinada, a la reina francesa se le encaneció la cabellera súbitamente. ¿Mito o realidad?, este raro y conocido fenómeno en el mundo médico lleva su nombre.

El pelo es una estructura epidérmica con forma de filamento flexible, constituida por células queratinizadas, que emerge de forma oblicua hacia el exterior de la piel. Se calcula que existen unos 100 a 150 mil de ellos en el cuero cabelludo en diferentes fases: crecimiento, reposo y caída.

Desde la antigüedad, el cabello se ha considerado como un verdadero símbolo de feminidad, poder o estatus que sigue despertando admiración hasta nuestros días. Nunca ha faltado en las representaciones mágicas, protegiendo la parte más apreciada y digna de la persona: la cabeza.

En todas las culturas y a lo largo de la historia ha tenido un significado especial. Para los antiguos egipcios, representaba el estatus social; para los celtas, la fuerza; para los romanos, era como una expresión de actitud; para los griegos, una de peligro; para los punks un símbolo de oposición y para los hippies uno de liberación.

En la historia de la peluquería, es en el Renacimiento, cuando las mujeres comenzaron a ser el centro de la creatividad de los estilistas, que descubrieron la posibilidad de realizar peinados mucho más sofisticados, aplicando numerosos accesorios como redecillas, coronas, trenzas postizas y joyas entrelazadas.

En esta época, la cosmética facial tomó un impulso importante y el cuidado del cabello adquirió un gran glamour. Se convirtió en un bien preciado porque, mientras más arreglado estaba, más estatus reflejaba. Los rizos se pusieron de moda, así como los peinados extravagantes y enormes. Incluso, las pelucas in folio estuvieron de moda en la época de Luis XIV, quien la usaba para aparentar mayor estatura.

París es la ciudad, es el centro de todos los gustos y estilos de belleza. Las exigencias de los hombres y mujeres franceses eran tan grandes con sus peinados. La representación más clara de ello fue María Antonia Josefa Juana de Habsburgo-Lorena, mundialmente conocida como María Antonieta de Austria, princesa real de Hungría y de Bohemia, archiduquesa de Austria, reina consorte de Francia y esposa de Luis XVI.

A los 14 años ya era una de las damas más bellas de Europa, “de exquisito rostro oval, un cutis entre el lirio y la rosa, unos ojos azules y vivos, (...) cuello largo y caminar de una joven diosa”. El escritor británico y contemporáneo a ella, la Horace Walpole, señalaba que “sólo había ojos para María Antonieta. Cuando está de pie o sentada, es la estatua de la belleza; cuando se mueve, es la gracia en persona”.

Este encanto no era compartido por los franceses. Su vida licenciosa, la mala reputación de algunas de sus amistades, su extravagancia, su lealtad a los intereses austriacos, a la que se achacaron los problemas financieros del gobierno acrecentaron y su impopularidad, le pasaron la cuenta.

Tras el estallido de la Revolución Francesa, ella junto a Luis XVI fueron tomados prisioneros. Él fue ejecutado en enero de 1793, mientras que María Antonieta fue trasladada a la Conciergerie, donde fue enjuiciada y condenada a muerte. El 16 de octubre fue guillotinada y su cabeza exhibida ante el pueblo de París como un triunfo de la Revolución.

Una reciente investigación, publicada en la Archives of Dermatology (Arch Dermatol. 2009; 145: 656), entrega una explicación científica al mito urbano que, desde la ejecución de la reina francesa, ha circulado: un día antes de ser guillotinada, el cabello de María Antonieta se volvió completamente blanco.

Aunque la incidencia real del encanecimiento repentino sea rara, este fenómeno que estigmatiza, ha capturado la imaginación de los cuentistas como pocas otras aflicciones y se lo ha asociado a sinónimo de dolor de quien lo padece: Tomás Moro antes de su ejecución y sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial figuran dentro de la lista de ejemplos.

El más representativo de todos ellos es, sin embargo, María Antonieta que ha dado nombre a un síndrome que se asocia con la alopecia areata (AA), una enfermedad de base autoinmune y etiología multifactorial, que se caracteriza por áreas alopécicas no cicatriciales, asintomáticas y que afecta, aproximadamente, al dos por ciento de los pacientes que acuden al dermatólogo.

La alopecia areata se clasifica en: total, en la que se ve afectado globalmente el cuero cabelludo, acostumbra a comprometer también a las uñas, es crónica y de difícil recuperación; universal, donde hay una pérdida generalizada del pelo, afectando no sólo al cuero cabelludo, sino también al pelo del resto del cuerpo; ofiásica, típica de los niños y se presenta como una pérdida del pelo en la línea de implantación pilosa témporo-occipital; y tipo “María Antonieta”, donde persisten únicamente las canas, después de un episodio agudo en el que se pierden los pelos terminales oscuros.

Los expertos explicaron que, muy lejos de tratarse de un canities subita, se trata de una falsa sensación de cambio de color. Lo que ocurre es que “se cae el cabello de forma brusca. Primero, los más oscuros, por lo que las canas que ya había antes son más visibles y esto da mayor sensación de canicie repentina”, señaló la doctora Aurora Guerra, jefa de sección de Dermatología del Hospital 12 de Octubre de Madrid.

Mito o realidad, la imagen y nombre de María Antonieta trascendió a la misma historia. Hoy, este raro y conocido fenómeno heredó su nombre dentro del mundo médico.

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