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14 Diciembre 2009

Síndrome de estrés postraumático en la mira

Científicos lograron observar, a través de una resonancia magnética, el daño que produce este tipo de trastorno en el cerebro de los menores. Una de las conclusiones alcanzadas es que el hipocampo de estos niños funciona de manera deficiente.

"Síndrome del trauma de la violación", "neurosis de guerra", "síndrome de supervivencia", "síndrome de los campos de concentración" y "neurosis de combate" eran algunas de las antiguas formas para referirse a lo que hoy es el Trastorno de estrés postraumático (TEPT).

Este diagnóstico, que se incorpora formalmente en 1980 con su inclusión en el DSM-III, puede ocurrir a cualquier edad y aparecer luego de un desastre natural como una inundación o un incendio, o como una guerra, un encarcelamiento, un asalto, maltrato familiar o violación. La prevalencia global de este trastorno oscila entre el 1 y el 14%, explicándose esta variabilidad por los criterios diagnósticos empleados y el tipo de población objeto de estudio. Por ejemplo, debido al histórico conflicto palestino-israelí en el medio oriente, el 95% de los niños y niñas de la Franja de Gaza y el 68% de los menores de Cisjordania sufren estrés postraumático. En el caso de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, es probable que varias víctimas hayan sufrido este trastorno, sin embargo, no todas lo padecen.

Si bien la causa del trastorno de estrés postraumático se desconoce, hay factores psicológicos, genéticos, físicos y sociales involucrados. Se sabe que este trastorno cambia la respuesta del cuerpo al estrés y éste afecta las hormonas del estrés y los neurotransmisores. Así, las personas con trastorno de estrés postraumático experimentan de nuevo el hecho una y otra vez en al menos una de varias formas. Pueden tener sueños y recuerdos atemorizantes del acontecimiento, sensación de estar pasando por la experiencia nuevamente o tornarse muy perturbadas durante los aniversarios del evento.

Pero a pesar de todos estos conocimientos sobre el trastorno, fue ahora por primera vez que los científicos pudieron observar mediante técnicas de imagen la huella que este padecimiento deja en sus cerebros. "Existen evidencias científicas de un menor volumen del hipocampo en los adultos que fueron maltratados de pequeños y que desarrollaron TEPT. Sin embargo, estos hallazgos no han sido investigados en estudios pediátricos", comentan los investigadores del trabajo publicado en el último número Journal of Pediatric Psychology.


La investigación

Para alcanzar las conclusiones, el equipo de Victor Carrion, de la Universidad de Standford, Estados Unidos, desarrolló una investigación con 16 jóvenes de entre 10 y 17 años que sufrieron síntomas del TEPT tras la vivencia de una experiencia traumática (abusos sexuales, malos tratos físicos o bien presenciaron un acto violento) y los compararon con un grupo de 11 menores sanos que no habían pasado por ninguno de estos traumas.

A todos los participantes se les sometió a una resonancia magnética mientras realizaban un test sencillo de memoria verbal. Esta prueba consistió en leer un primer listado de palabras. Luego, se ofreció una segunda lista y se solicitó a los jóvenes que indicaran en qué posición se encontraban las palabras del primer listado en este último.

"Pese a que el hipocampo funcionó igual en los menores con el trastorno de estrés postraumático que en los sanos cuando se les dio la primera lista de palabras, en el momento de introducir la segunda, los menores que habían vivido el trauma cometieron más errores. Además, las pruebas de imagen constataron una menor actividad en el hipocampo durante la realización de la tarea en los adolescentes con TEPT que en los del grupo control", asegura el paper de la investigación. Las personas con un peor funcionamiento del hipocampo tienen más posibilidades de experimentar unos síntomas específicos del estrés postraumático como, "evitación y embotamiento, dificultad para recordar el hecho traumático, falta de emoción y aislamiento social".

Esta herramienta significa un gran avance, ya que hasta ahora los profesionales tenían que evaluar la evolución de sus pacientes observando la mejora de los síntomas, y el problema es que éstos cambian de un día para otro. “Con esta herramienta tenemos una ventaja ya que realmente podemos saber qué está pasando a nivel neuronal", comenta Carrion.

Por otro lado, el estudio también reveló que el 80% de los menores con síntomas de TEPT padecía otra patología asociada, fundamentalmente trastornos del humor o del comportamiento y ansiedad.

Con todo esto, es necesario prevenir y una forma de hacerlo puede ser a través de un buen apoyo social. De hecho, en estudios realizados con los veteranos de guerra de Vietnam, aquellos con sistemas de apoyo fuertes tenían menos probabilidad de desarrollar trastorno de estrés postraumático que aquellos que no tenían ese tipo de apoyo social. Debido a esto, es fundamental que exista una intervención precoz en el niño para evitar que desarrolle este tipo de trastornos.

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