Lactancia materna: clave para las nuevas generaciones
Desde la antigüedad, la lactancia materna ha estado íntimamente unida a la alimentación del niño durante los primeros años de su vida. Si bien, en un comienzo, sólo se le reconocía como un recurso utilizado para la supervivencia de los pequeños, hubo quienes vieron en este hábito cómo las mujeres adoptaban conductas que representaban una afiliación e interacción con su hijo.
Diversas investigaciones han llegado a establecer una línea temporal sobre la evolución de este hábito, el que revela cómo los usos y costumbres predominantes en cada momento histórico fueron marcando la tendencia.
En la prehistoria los niños eran amamantados sólo por sus madres. En el antiguo Egipto, Grecia y Roma la alimentación dependía de la clase social. Las nodrizas jugaron un papel fundamental en esta época. Ellas se preocupaban de la alimentación de sus propios hijos y de la de los hijos de reyes y nobles. Durante la Edad Media siguió esta práctica, sobre todo como una manera de controlar la fecundidad en los estamentos más bajos de la sociedad, por el efecto anticonceptivo de la lactancia.
Durante el siglo XVIII y XIX se comienza a desarrollar la lactancia artificial y la alimentación complementaria. Las nodrizas “pasaron de moda” y debido a una serie de creencias populares y erróneas teorías, además de una serie de factores socioeconómicos y religiosos, la lactancia materna entre las clases media y alta de muchos países de la Europa de los siglos XV a XIX fue rechazada.
Se consideraba al amamantamiento como algo indigno, vergonzoso, propio de las clases inferiores o de los animales. Con la Revolución Industrial, la industria química y farmacéutica comienza a elaborar un alimento sustitutivo de la leche humana: la leche “maternizada”, que si bien entregaba resultados nutricionales satisfactorios, no contaba con las propiedades inmunitarias de la leche materna.
La pérdida paulatina del hábito de la lactancia natural en los países industrializados, y lo que es peor aún, en los países subdesarrollados, llevó a la Organización Mundial de la Salud y a la UNICEF a emprender las acciones para beneficiar la práctica de la lactancia materna.
Es por eso que, todos los años, entre el 1 y 7 de agosto se celebra en el mundo la semana de la Lactancia Materna, fecha que conmemora el aniversario de la Declaración de Innocenti, emitida en una convención celebrada en el “Hospedale Degli Innocenti”en Florencia el 1 de agosto de 1990.
En aquella oportunidad, se establecieron cuatro objetivos para proteger, promover y apoyar la lactancia materna, uno de ellos es que todas las instituciones que proporcionan Servicios de Maternidad garanticen el cumplimiento de los “Diez pasos hacia una lactancia materna exitosa”.
La bibliografía médica ha demostrado los beneficios de lactancia natural: promueve el desarrollo sensorial y cognitivo; protege al bebé de enfermedades infecciosas y crónicas; reduce la mortalidad infantil por enfermedades de la infancia, como la diarrea o la neumonía; favorece un pronto restablecimiento en caso de enfermedad; contribuye a la salud y el bienestar de la madre; ayuda a espaciar los embarazos; disminuye el riesgo de cáncer ovárico y mamario; incrementa los recursos de la familia y el país; es una forma segura de alimentación y resulta inocua para el medio ambiente.
Existe consenso en que los niños que se alimentan con leche materna durante seis meses presentan una condición óptima de salud y que este recurso confiere protección sobre enfermedades que se presentan en etapas posteriores de la vida, como diabetes insulino-dependiente, obesidad, enfermedades cardiovasculares, colitis ulcerosa, enfermedad celiaca, enfermedades alérgicas, asma, leucemias, linfomas, entre otras.
La prevalencia de lactancia materna al sexto mes en nuestro país en las madres que trabajan fuera del hogar es del 14 por ciento versus 55 por ciento en aquellas no lo están. Esto ha llevado a que diferentes organismos, entre ellos el Colegio Médico y la Sociedad Chilena de Pediatría, retomen el debate sobre la ley que prolongaría a seis meses la licencia post natal, tiempo que permitiría fomentar la lactancia natural exclusiva y el apego psicológico que hacen una diferencia enorme en lo que se refiere a una mejor calidad de vida.
El costo económico que significaría para el Estado y los particulares la prolongación de un post natal, es mínimo frente a los beneficios que se obtendrían en salud de los pequeños, menos licencias médicas por enfermedad del hijo menor de un año y la reducción de licencias no justificadas médicamente. Esta política es claramente una inversión y no un gasto para este país.
Prolongar el postnatal es el mejor regalo que se le puede hacer al recién nacido, a su madre y a la sociedad. Con una iniciativa como está, Chile avanzaría en el camino que han trazado países desarrollados, como Inglaterra, donde está establecido que el permiso maternal es de hasta 52 semanas para estimular el desarrollo integral de los menores.
