Desentrañando los misterios del cerebro de un genio
El físico alemán Albert Einstein es mundialmente conocido por la publicación de la teoría de la relatividad, por haber recibido el premio Nobel de Física y por sus estudios sobre energía nuclear que llevaron a la construcción de la primera bomba atómica.
Se le considera una de las grandes figuras del siglo XX, no sólo por sus aportes a la ciencia, sino que también por su gran calidad humana, sensibilidad, gusto por la música y gran compromiso social
Desde muy pequeño destacó por su talento e inquietudes que no se reflejaron en su etapa escolar. Fue catalogado como un estudiante mediocre e inadaptado. Mientras sus compañeros jugaban en los recreos, él componía en su mente música para piano y disfrutaba de la práctica del violín. Para Einstein el sistema educativo era muy aburrido, por eso dejó la escuela a los 15 años y se mudó con su familia, por motivos económicos, a Italia.
Años más tarde, y luego de completar el bachillerato por sugerencia del director del Eidgenössische Technische Hochschule de Zürich, entró a dicho establecimiento a estudiar física en la escuela de orientación matemática y científica.
Sus aportes a la ciencia y la física en diferentes materias lo elevaron a la categoría de genio y sembraron muchos mitos en torno a la capacidad de su cerebro. Tanto es así que pese a que Einstein había estipulado ser cremado luego de su muerte, médicos y científicos consideraron que este órgano tan preciado no debía ser condenado a la hoguera y lo conservaron.
El doctor Thomas S. Harvey, que trabajaba como patólogo en el Hospital de Princeton, fue el encargado de preservarlo. Junto a otros especialistas, lo fotografió y seccionó en doscientas láminas, con excepción del cerebelo y algunas partes del córtex.
Como era lógico, fue el primero en estudiarlo. Quería descifrar las claves biológicas de la mente más brillante de la historia. Su trabajo On the Brain of a Scientist: Albert Einstein (Experimental Neurology, 1985; 88: 198-204), cuestionado por su metodología, aseguraba que el cerebro del físico y matemático poseía un mayor número de células de la glía cerebral que neuronas, lo que explicaría las extraordinarias capacidades cognitivas.
En 1999, la doctora Sandra Witelson del Departamento de Psiquiatría y Neurociencias del Comportamiento de la Universidad McMaster en Ontario, lideró la investigación Albert Einstein's brain que reveló importantes particularidades (Lancet, 1999 Jun; 353, 2149-2153).
Las mediciones anatómicas efectuadas fueron comparadas con cerebros que no estaban afectados por ningún tipo de patología. Si bien era similar al de los 35 hombres y 56 mujeres estudiados, se detectó una peculiaridad importante: la región inferior parietal de Einstein era más amplia. Y debido al desarrollo extensivo de esa estructura en ambos lados, su cerebro era un 15 por ciento más ancho que lo normal.
Esta región del cerebro es la que controla el pensamiento matemático y la capacidad cognitiva visual-espacial, lo que explicaría la singular forma con que Einstein abordaba los problemas científicos.
Además, carecía de un surco que atraviesa toda esa área que le habría ayudado a mantener una mayor concentración de neuronas, que eran capaces de establecer conexiones de manera sencilla creando –posiblemente- un córtex altamente integrado y expansivo.
El doctor Dean Falk, del Departamento de Antropología de la Universidad Estatal de Florida, con técnicas de paleoantropología identificó nuevas características anatómicas y desechó algunas anteriores.
En su estudio, The texture of Einstein’s genius (Science. 2009 Apr; 324 (24): 445) publicado este año, asegura haber identificado “un número de rasgos insólitos en el cerebro de Einstein, incluyendo una estructura pronunciada en forma de perilla en la parte del córtex motor que controla la mano izquierda”, área que de acuerdo a varios estudios se relaciona con la capacidad musical.
Asimismo, Falk confirmó el hallazgo de Witelson sobre el anormal ancho de la región parietal, aunque señaló la existencia de “extraños patrones de surcos y crestas” en dicha región que él relaciona con la “capacidad superior de Einstein para conceptuar problemas de física”.
Pese todas las investigaciones realizadas, los científicos son claros en enfatizar que aún falta desarrollar nuevas indagaciones, pues aún es imposible afirmar con certeza si estas características observadas son la base de la genialidad científica de Einstein.
Sólo se podrá llegar a esa verdad, comparando estas estructuras con las existentes en cerebros con una inteligencia similar a la del genio. La pregunta que se han hecho los investigadores es si estas características anatómicas y el genial pensamiento matemático son innatos o adquiridos.
En el caso de Einstein el problema está resuelto: más que los estímulos del entorno, la anatomía jugó un papel muy importante en este científico alemán, nacionalizado suizo y estadounidense que entregó luchó toda su vida por “no volverse un hombre de éxito, sino un hombre de valor”.
