Evolucionismo versus creacionismo
El próximo 12 de febrero se celebrará en todo el mundo el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin y el 150 aniversario de la publicación de su obra El origen de las especies, donde planteó que la evolución de los seres vivientes se da mediante la selección natural y la sobrevivencia del más apto, ideas que tuvieron fuertes repercusiones no sólo en el plano de las ciencias, sino que también en temas de la razón y la fe.
Darwin desde la infancia dio muestras de un gusto por la historia natural que él consideró innato y, en especial, de una gran afición por coleccionar cosas que para él era una pasión que llevaba al hombre a convertirse en un “naturalista sistemático, en un experto o en un avaro”.
En octubre de 1825 Darwin ingresó a la Universidad de Edimburgo para estudiar medicina por decisión de su padre. No le gustó la carrera, porque los profesores nunca pudieron captar su atención y por la antipatía que le causaban las cirugías. A pesar de ello, se gradúo de doctor en medicina. Como su padre no quería tener un hijo holgazán en la familia, decidió entrar a estudiar una carrera eclesiástica.
Pasó tres años por el Christ's College de Cambridge, donde obtuvo el título de Bachiller en Artes. Sin embargo, después de resolver sus dudas acerca de su fe no ejerció el sacerdocio, ni tampoco la medicina y menos el arte, sólo dedicaba su tiempo libre al deporte y la colección de insectos y plantas, herencia de su abuelo Erasmus Darwin, conocido médico e importante naturalista inglés que cayó en descrédito a causa de las controversiales teorías de su nieto.
Más que de los estudios académicos que se vio obligado a cursar, Darwin extrajo provecho en Cambridge de su asistencia voluntaria a las clases del botánico y entomólogo John Henslow, quien en 1831 lo convenció de que se inclinara por la geología. Él le presentó a Adam Sedgwick, fundador del sistema cambriano, y lo convenció de embarcarse como naturalista con el capitán Robert Fitzroy para acompañarlo en el viaje que éste se proponía realizar a bordo del Beagle alrededor del mundo.
La expedición duró cinco años y recogió datos hidrográficos, geológicos y meteorológicos en Sudamérica y otros lugares. El estudio de la geología, en un principio, fue el factor que más contribuyó a convertir el viaje en la verdadera formación de Darwin como investigador, pues lo obligó razonar de manera diferente.
Después de regresar a Inglaterra, durante seis meses se dedicó por completo a escribir el Diario de Investigaciones y, además, se puso a trabajar en tres libros relacionados con los estudios geológicos sobre los arrecifes de coral, las islas volcánicas y observaciones geológicas de Sudamérica.
En julio de 1837 comenzó a redactar el primer cuaderno de notas sobre la transmutación de las especies y después de leer Un Ensayo del Principio de la Población (1798) del economista británico Thomas Robert Malthus desarrolló su explicación sobre la evolución de las especies influenciado por las teorías de Malthus sobre cómo las poblaciones humanas mantenían el equilibrio. Para él ningún incremento en la disponibilidad de la comida para la supervivencia humana básica podría compensar el ritmo geométrico del crecimiento de la población. Lo último, por lo tanto, tenía que ser verificado por las limitaciones naturales como el hambre y la enfermedad o por acciones humanas como la guerra.
“De la rápida progresión en que tienden a aumentar todos los seres vivos resulta inevitable una lucha por la existencia. Todo ser que durante el curso natural de su vida produce varios huevos o semillas tienen que sufrir destrucción durante algún período de su vida, o durante alguna estación, o de vez en cuando en algún año, pues de otro modo, según el principio de la progresión geométrica, su número sería pronto tan extraordinariamente grande que ningún país podría mantener su producto. De aquí que como se producen más individuos de los que pueden sobrevivir, tiene que haber en cada caso una lucha por la existencia, ya de un individuo con otro de su misma especie o con individuos de especies distintas, ya con las condiciones físicas de vida”, sostuvo.
La teoría original de la evolución expuesta en forma lógica se debe a Juan Bautista de Lamarck, zoólogo francés, cuya Filosofía Zoológica se publicó en 1809. Lamarck suponía que los seres vivos están animados por una fuerza innata con la cual luchan frente al antagonismo del ambiente. Aceptaba también que las adaptaciones a ese ambiente, una vez fijadas, se propagaban a las generaciones sucesivas, o sea que los caracteres adquiridos se heredan. Al desarrollar el concepto de que aparecen nuevos órganos como respuesta a las necesidades de la lucha con el medio, dedujo que su tamaño e importancia se relacionaba con la ley del "uso y la falta de uso", lo cual también se hereda en el curso de las generaciones.
La teoría lamarquista explicaría la adaptación de muchos vegetales y animales al medio, pero en definitiva es inaceptable, ya que las pruebas genéticas son decisivas en el sentido de que los caracteres adquiridos no se heredan.
La contribución de Charles Darwin a los conocimientos científicos fue doble: presentó las pruebas para demostrar que la evolución había ocurrido y formuló una teoría, la de la selección natural, para explicar el mecanismo de la evolución. La publicación de Darwin, en 1859, On the Origin of Species by means of Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life marcó un verdadero hito, porque cambió la manera de ver el mundo. La doctrina evolucionista allí plasmada ejerció una notable influencia en el desarrolló de la filosofía moderna.
El día del lanzamiento se vendieron los 1.250 ejemplares editados. Nadie quiso quedarse fuera de la polémica que atribuía a la selección natural facultades hasta entonces reservadas sólo a Dios.
Las teorías del naturalista británico modificaron diametralmente las nociones acerca del origen y la evolución del hombre. Darwin refutó la arraigada creencia de que éste poseía un origen divino y demostró que los seres humanos eran el resultado de un proceso de desarrollo biológico, cosa que tuvo un impacto considerable en la mentalidad de la época y dieron lugar a encendidos debates.
Las discusiones entre evolucionistas y creacionistas se incrementaron con la muerte de Darwin el 19 de abril de 1882, a causa del mal de Chagas. Con el correr de los años los ánimos se han ido moderando, ya que la misma teoría de la evolución ha tenido que ser afinada por las generaciones de científicos posteriores a Darwin, quienes han partido desde la base que les da la solidez de sus planteamientos básicos.
El año pasado, la Iglesia de Inglaterra se dispuso pedir disculpas a Charles Darwin por haberse opuesto de manera "excesivamente emocional" a su teoría de la evolución, publicada en 1859, señalando que se repitió el error cometido por la Iglesia católica en el siglo XVII al obligar a Galileo a retractarse de las teorías copernicanas, según las cuales la Tierra giraba alrededor del Sol, y no al revés, como sostenían las teorías de Ptolomeo, consideradas hasta entonces como ortodoxas.
"Charles Darwin: 200 años después de tu nacimiento, la Iglesia de Inglaterra te debe una disculpa por malinterpretarte y por, además de tener una reacción equivocada, haber animado a otros a no comprenderte tampoco. Tratamos de practicar la antigua virtud de 'fe buscando la comprensión' y confiamos en que esto suponga una reparación".
Aunque Darwin nunca dijo que el hombre descendía del mono, sino que simplemente es nuestro pariente genético más cercano, actualmente se sabe que compartimos casi el 99 por ciento de nuestro código genético con ellos.
El origen de las especies es el legado que Charles Darwin nos dejó en las áreas de biología y botánica, pero las consecuencias de su pensamiento han influido en las disciplinas que estudian al ser humano de manera individual en su interacción social. Por esa razón, se convirtió en uno de los más grandes científicos en la historia de la humanidad.
