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19 Enero 2009

La renovada visión del cáncer

Hipócrates, el más famoso médico de la Grecia antigua, padre de la medicina y autor de muchos textos de medicina, propuso la Teoría humoral de la medicina donde especificó que el cuerpo está compuesto de cuatro fluidos: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra.

Ya en ese entonces, se pensaba que cualquier desequilibrio de estos fluidos causaba alguna enfermedad. De hecho, fue él quien atribuyó el exceso de bilis negra al cáncer y, por lo mismo, fue el primero en usar las palabras carcinos y carcinoma para describir los tumores.

El término cáncer viene del griego karkinos (cangrejo) y fue acuñado por Hipócrates mientras examinaba un tumor en la mama de un paciente cuyos vasos sanguíneos dilatados se asemejaban a las patas de un cangrejo.

Actualmente, las proliferaciones malignas de las células ocupan el segundo lugar –después de las enfermedades cardiovasculares- entre las causas de muerte en los países industrializados. Once millones de personas enferman y 6,7 millones mueren al año en todo el mundo a causa de esta enfermedad, que se puede manifestar en prácticamente cualquier tejido del organismo. En los varones, el pulmón y la próstata suelen ser los más frecuentemente afectados, mientras que entre las mujeres lo son la mama y el cuello del útero.

Hasta el siglo XIX el método de tratamiento específico contra el cáncer era la extirpación quirúrgica, cauterizando además –en ocasiones- la herida. La única posibilidad de curación consistía en extirpar el tejido maligno en su totalidad y que el tumor se encontrara en un estado de desarrollo tan temprano que no hubiera formado metástasis.

El patólogo británico Stephen Paget postuló la teoría de “las semillas y el suelo” –muy en boga en la actualidad- en la que dio a entender que el cáncer –así como los vegetales- dispersaba "semillas" que podían propagarse por la sangre y la linfa hasta alcanzar un órgano sano que le ofreciera un “humus" favorable y nutritivo para florecer. Por esta razón, la semilla metastática arraigaba en ese suelo y producía una nueva versión o segunda generación del cáncer primitivo. Nacía así una nueva metástasis.

Para llegar a estas conclusiones analizó más de 1000 documentos de autopsias de mujeres que habían tenido cáncer de mama y encontró que los patrones de metástasis no eran al azar y que las células tumorosas (las semillas) tenían una afinidad específica hacia ciertos órganos (la tierra), y que la metástasis sólo se desarrollaba si la semilla y la tierra eran compatibles.

Este fue un gran paso que ayudó a esclarecer –mucho más- el comportamiento de esta patología y estableció –con el paso del tiempo- una nueva ley: el cáncer no suele matar; lo que normalmente sí lo hace son sus metástasis y esto sucede porque hay métodos concretos para controlar el desarrollo del tumor primordial, pero es muy difícil evitar la migración metastática.

Cuando se produce el núcleo del cáncer primitivo, para desarrollar sus metástasis necesita seguir un camino largo y complejo. Para empezar, el tumor primario crece e invade los tejidos vecinos dentro de su órgano original. Luego empuja al sistema circulatorio a producir nuevos vasos sanguíneos para irrigarlo, mediante un proceso denominado angiogénesis. Más tarde, células cancerosas o grupos de ellas se desprenden de su tumor madre y buscan un camino hacia las vías circulatorias, migrando hacia un órgano lejano llevadas por la sangre o linfa donde establecen nuevas “posesiones”.

Un grupo de investigadores norteamericanos liderados por Robert Weinberg, profesor de Biología en el Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT) y fundador del Instituto de Whitehead para la investigación biomédica, compararon los procesos de morfogénesis y angiogénesis y trataron de establecer si es que el cáncer utilizaba el mismo mecanismo migratorio que las células normales de un niño en formación.

Realizando experimentos con células del mismo tumor canceroso de ratón, algunas del cáncer primitivo y otras de sus metástasis, descubrieron que ciertos genes sólo estaban activos en las células metastáticas y no en el tumor primitivo y el principal de ellos era el gen Twist, especie de regulador genético que ordena a todos los demás genes cuándo activarse o cuándo detenerse durante la formación de tejidos y órganos. Además, controla la producción y migración de tejidos embrionarios sin ayuda de nadie.

Luego aislaron células metastáticas y "apagaron" artificialmente el gen Twist, anulando la producción de la proteína que codifica. Una vez finalizado esto, inocularon estas células genéticamente modificadas en las glándulas mamarias de ratones sanos. Las hembras de ratón desarrollaron de inmediato grandes cánceres de mama, pero estos nuevos cánceres era totalmente incapaces de producir metástasis.

Gracias a este descubrimiento desarrollaron una lista de todas las células cancerígenas necesarias para dar lugar a un tumor maligno y actualmente el equipo se encuentra trabajando en el desarrollo de una droga que automáticamente “apague” el gen Twist en las células cancerosas que lo tienen encendido.

Si bien el tumor no desaparecería, dejaría de hacer metástasis en tejidos y órganos sanos lo que ligado a terapias tradicionales –como cirugía, quimioterapia y rayos- podría exterminar el cáncer primitivo y devolver al paciente un buen estado de salud.



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