¿Reaparecerá la leyenda de Tutankamón luego de 3.300 años?
La semana pasada, la momia de Tutankamón fue sacada de su sarcófago y expuesta al público, por primera vez, desde la muerte del faraón egipcio, hace unos 3.300 años. El cuerpo fue envuelto en telas, dejando sólo al descubierto el rostro, que hasta ahora los únicos que habían podido verlo fueron expertos.
Los centenares de turistas que visitan a diario la tumba de Tutankamón, situada en el Valle de los Reyes en la orilla oeste del Nilo a su paso por Luxor en Egipto, ahora podrán ver a la momia en una moderna vitrina transparente de plexiglás que dispone de un sistema de control de humedad y de temperatura para protegerlo de los imprevistos climáticos y de las bacterias aportadas por los visitantes.
Zahi Hawass, secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, explicó a la revista National Geographic que la principal motivación para realizar este cambio era frenar el irreversible deterioro de la momia, a partir de su descubrimiento en 1922. “La humedad del ambiente, unida a la respiración de quienes ingresan a la cámara funeraria, hubiesen causado la desintegración completa de Tutankamón o Tut”, señaló.
El método de embalsamamiento de los egipcios de la era de los faraones era complejo y, al parecer, su secreto era precisamente aislar al cuerpo de los agentes externos para facilitar su conservación a través de los siglos. Gracias a eso, hoy se puede ver el marchito rostro de Tutankamón, ubicado en un extremo. Su cuerpo está cubierto por un paño de lino blanco y sus ennegrecidos pies sobresalen al otro extremo. La cara de la momia tiene elevadas mejillas y una piel quebrada y oscurecida, con la nariz todavía intacta.
En el año 2005, utilizando alta tecnología para estudiar al joven faraón, investigadores abrieron el sarcófago de la momia para realizarle un estudio con tomografía computarizada, la cual sirvió para visualizar cómo fue realmente su rostro y para ayudar a resolver el misterio sobre la muerte de Tutankamón, que reinó entre 1333 y 1324 antes de Cristo.
Las conjeturas sobre la muerte del faraón empezaron cuando la tumba fue descubierta por el arqueólogo Howard Carter en 1922. Unos estudios con rayos X tomados a la momia en 1968 indicaban que había una inflamación en la base del cráneo, por lo que se estimó que el joven murió asesinado de un golpe en la cabeza. Los análisis también sirvieron para determinar que el investigador inglés y su equipo, utilizando herramientas rudimentarias para separar del cuerpo la máscara, las piernas y los brazos, cortaron el cuerpo en 18 partes, con el fin de recuperar más de 100 amuletos del interior de la momia.
Cuando Carter destapó el féretro de oro, halló a Tutankamón "en un estado desastroso". Tanto la momia como la máscara de oro que cubría su rostro se habían pegado al féretro a causa de una sustancia negra, de la apariencia del betún, que se había solidificado. "Por mucha fuerza que se hiciera no había forma de moverla", escribió en su diario.
Los ungüentos funerarios, una mezcla de aceite y resinas con que había sido rociado el cuerpo, habían prácticamente carbonizado la momia. Carter calculó que ese material adhesivo se derretiría con el calor, así que expuso el féretro a sol del mediodía, a 65 grados, fuera de la tumba. Como el engrudo seguía solidificado, recubrió por completo el féretro con planchas de zinc, lo protegió con mantas empapadas en agua y finalmente enfocó varias lámparas de parafina a plena llama, unos 500 grados, durante horas.
El 11 de noviembre de 1926, comenzó el reconocimiento de la momia. Nuevamente Carter se encontró con el problema del ungüento solidificado y procedió a recubrir las vendas de lino con parafina derretida. "Hubo que extraer a escoplo el material de debajo del tronco, brazos y piernas, antes de poder levantar los restos del rey", escribió.
Cuando se le retiraron los últimos vendajes de la cabeza, muy carbonizada, apareció "una cara serena y plácida, la de un joven". "Era refinada y educada y tenía los rasgos bien formados, especialmente los labios". Carter coincide con el médico Douglas E. Derry, que participó también en el examen, en hallar una probable relación consanguínea entre el cráneo de Tutankamón y su suegro Akenatón, el faraón hereje.
Pero, al parecer, ni Carter ni Derry escribieron toda la verdad. Desesperados por el engrudo pegajoso que no lograban eliminar, utilizaron cuchillos calientes para despegar los vendajes y en lugar del "escoplo" que menciona Carter usaron a conciencia martillo y cincel. Derry aserró la momia por la mitad a la altura de la tercera vértebra, intervención que pudo confirmarse en 1968, cuando la momia fue sometida a Rayos X. También le cortaron los pies para retirarle las sandalias de oro.
Tutankamón, hijo de Akenatón según varios egiptólogos, murió cuando tenía 19 años. Fue nombrado faraón cuando tenía nueve años y reinó durante una década hace unos 3.300 años. Fue el 12ª faraón de la XVIII dinastía egipcia.
Los investigadores establecieron que falleció por una herida en la pierna que se gangrenó. Durante muchos años se creyó que Tutankamón había sido asesinado de un golpe en la nuca. Sin embargo, el estudioso Dennis C. Forbes presentó, en 1992, una teoría que afirmaba que el joven faraón había sido aplastado por un carro de caza. Apuntaba a que Tutankamón pudo morir como consecuencia de una caída desde su carro tras lo cual su propio vehículo u otro le habría pasado por encima, aplastándole el torso. Ello explicaría, según decía Forbes, la falta de algunos huesos del pecho en la momia.
Según los análisis realizados a la momia en 2005, parece descartarse que se haya tratado de un asesinato. En ese último examen se descubrió una fractura en la pierna izquierda que podría haber provocado la muerte del rey y que es compatible con un accidente de carro que se habría producido durante una cacería.
Haya muerto asesinado, de una caída desde su carro o de una fractura en la pierna, lo cierto es que hoy tendremos la oportunidad de ver “al niño de oro”, a su magia y misterios por siempre. Sobre la maldición… no hay de qué preocuparse, pues no tiene ninguna base científica. Al menos eso es lo que asegura el arqueólogo australiano Mark Nelson, quien se dedicó a estudiar minuciosamente los hechos que originaron este mito sobre el faraón egipcio.
Si bien la leyenda cuenta que Tutankamón echó una maldición a quienes osaran presenciar la apertura de su tumba, el célebre faraón de Egipto puede sucumbir ahora ante otro maleficio más moderno: el plexiglás.
