Crónica de una oveja clonada
Por Paloma Baytelman
En la antigua Grecia, Klon significaba retoño, rama o brote, pero en el lenguaje científico es el conjunto de individuos que desciende de otro por vía vegetativa o asexual, proceso que ha existido desde el comienzo de la vida sobre la Tierra.
En el origen de la evolución los procesos reproductivos eran asexuados, de modo que los descendientes de los seres microscópicos con los que se inicia la vida sobre el planeta eran idénticos a sus padres.
Millones de años después, en febrero de 1997, un hito en la historia de la ciencia posicionaría a la clonación como un tema de primera línea. Ese año, un grupo de genetistas guiados por Ian Wilmut, del Instituto Roslin de Escocia, anunciaron que habían logrado clonar a un ovino hembra y que el animal era exactamente igual a su madre.
La oveja Dolly nació el 5 de julio de 1996 y se convirtió en el primer mamífero producto de este experimento. Desde entonces la palabra clonación fue incorporada al lenguaje normal y cotidiano de la humanidad. Sin embargo, varias décadas antes, diversos equipos científicos ya estudiaban el tema.
Investigaciones previas
A mediados de los años ‘20 el investigador alemán Hans Spemann demostró que las sucesivas divisiones celulares de un cigoto proporcionan células programadas para llegar a ser un individuo completo, evidencia que lo llevó a sugerir que clonar un ser humano era posible. Este descubrimiento le valió el Premio Nobel de Medicina en 1935. Sin embargo, en aquella época, no se disponía de la tecnología necesaria para realizar una clonación.
Los primeros en tener éxito fueron los biólogos estadounidenses Robert Briggs y Thomas King, quienes en 1952 clonaron una rana y obtuvieron renacuajos capaces de nadar, proceso que resultó relativamente fácil considerando el instrumental existente en la época, teniendo en cuenta además que los batracios son organismos genéticamente simples.
En los 10 años siguientes, John Gurdon demostró que el núcleo obtenido de una célula de blástula temprana soportaba el desarrollo no sólo del renacuajo sino incluso de adultos maduros, lo que le permitió obtener ranas fértiles.
Los intentos por clonar mamíferos resultaron mucho más complicados. Una técnica de transferencia nuclear, probada en un ratón en 1983, sólo arrojó resultados limitados. A principios de los ‘80, el embriólogo danés Steen Willads desarrolló ovejas y bovinos adultos, reportando más de 100 becerros obtenidos por transferencia nuclear, pero todos se desarrollaron anormalmente.
Hasta 1992, los investigadores tuvieron un índice de fracasos muy alto con mamíferos, pues algunas anomalías cromosómicas inducían la suspensión del desarrollo. Esto se interpretó como una consecuencia de la dificultad de sincronizar los ciclos de la célula donante y de la célula receptora. Entonces, gran parte de la comunidad científica dio por hecho que clonar a partir de una célula adulta era imposible. Incluso, el estadounidense Jim Robl -a pesar de haber sido el primero en conseguir la producción de embriones avanzados a partir de células adultas en 1992- no insistió en intentar producir nacimientos, porque creyó que esos embriones no progresarían. De hecho, se pensaba que cada tejido adulto había recibido un cambio fundamental que impedía que su material genético pudiera libremente comandar una transformación en otro tipo celular radicalmente diferente.
La era Dolly
Paralelamente al trabajo que realizaba el equipo del doctor Robl en la Universidad de Massachussets, en el Instituto Roslin de Edimburgo, Escocia, el embriólogo Ian Wilmut buscaba una forma de modificar la constitución genética de ovejas y vacas, que resultara más efectiva que la inyección de genes en el huevo fertilizado.
Su colaborador, el biólogo celular Keith Campbell, estaba convencido de que la sincronización entre los ciclos de las células donantes y receptoras era la clave para la transferencia nuclear exitosa. Por ello, comenzó a realizar diversos experimentos tendientes a sincronizar dichas células, utilizando principalmente estímulos eléctricos, tanto para fusionar las células cultivadas con el huevo enucleado, como para reiniciar el desarrollo embrionario.
De 244 núcleos transferidos, 34 alcanzaron una condición adecuada para implantarse en el útero de ovejas nodrizas, proceso que permitió el nacimiento de cinco corderos en 1995. Sólo dos de ellos sobrevivieron. Megan y Morag fueron los nombres de los primeros mamíferos clonados a partir de células diferenciadas.
Una año más tarde los científicos continuaron experimentando, pero esta vez usaron núcleos de fibroblastos fetales y de células de glándula mamaria tomadas de una oveja de seis años. Lograron obtener siete ejemplares vivos al realizar 277 transferencias. Dolly fue la única que sobrevivió, convirtiéndose en el primer mamífero de la historia exitosamente clonado a partir de una célula adulta de otro ovino.
Este proyecto demostró a toda la comunidad científica internacional que el ADN de un animal adulto, puede reprogramarse para crear un organismo completamente nuevo.
Los otros casos
Si bien Dolly nació el 5 de julio de 1996, el hecho fue guardado en el más estricto secreto durante varios meses, a la espera de que se hiciera efectiva la patente de la técnica utilizada. En febrero de 1997, Ian Wilmut presentó a Dolly públicamente provocando un revuelo mundial cuyas repercusiones aún permanecen.
A partir de entonces surgió una fuerte controversia basada en la idea de que este mismo procedimiento pudiera aplicarse al ser humano. Con ello, Dolly se transformó en un ícono de las promesas y amenazas de los avances biotecnológicos.
Un año más tarde, el mismo equipo que creó a Dolly, abrió a la técnica de la clonación una nueva posibilidad con Polly y Molly, ovejas clónicas alteradas genéticamente para producir proteínas humanas con propiedades terapéuticas. En este caso, su leche contenía un factor útil en el tratamiento de la hemofilia.
Mientras los avances del Instituto Roslin aumentaban día a día, en 1998 algunos investigadores pusieron en duda los orígenes de Dolly, argumentando que su ADN provendría de una célula madre o de una célula fetal. Gracias a una muestra del tejido embrionario de la oveja que mantenían congelada, Wilmut y su equipo demostraron la autenticidad del experimento, lo que fue respaldado por un artículo publicado en julio en la revista “Nature”, donde se expuso el código genético de Dolly y fue comparado con el de su madre biológica. Pero más allá de los desmentidos, los científicos escoceses tenían un anuncio aún más importante bajo la manga: el nacimiento de Bonnie, el primer hijo de Dolly, que había sido gestado naturalmente y evidenciaba la buena salud de su madre.
Con estas pruebas, la técnica comenzó a ser aplicada con éxito en otras partes del mundo. Toyokazu Morita, del Centro de Investigaciones Ganaderas de Ishiwaka, en Japón, consiguió con éxito clonar dos terneros y Ryuzo Yanagimachi, de la Universidad de Hawai, presentó a Cumulina, el primero de una camada de 50 ratones clónicos. Asimismo, en 1999 la misma casa de estudios presentó la “Transgénesis de Honolulu”, una nueva técnica de clonación para producir animales transgénicos, lo que posibilita que los investigadores reproduzcan en mamíferos enfermedades humanas, con el fin de estudiarlas.
Superando algunos de los problemas que enfrentó el equipo de Ian Wilmut, y sin la necesidad de desechar tantos fetos como en la experiencia del Instituto Roslin, investigadores del Centro Regional de Primates de Oregon, Estados Unidos, clonaron a un mono hembra que recibió el nombre de Tetra y con el mismo método, en la Universidad de Conneticut, reprodujeron seis terneros. Aunque sólo sobrevivieron cuatro, el caso demostró los avances en las técnicas de clonación.
Desde el nacimiento de Dolly, el profesor Wilmut continuó trabajando en la compañía biotecnológica PPL Therapeutics. Fue en ese lugar donde en julio de 2000 anunció el nacimiento de Cupido y Diana, dos ovejas portadoras de un gen humano, que a diferencia de Polly, fueron clonadas a partir de células somáticas maduras. En esa ocasión, el investigador explicó que este logro contribuiría a criar animales con una configuración genética que los hiciera inmunes a múltiples enfermedades, tales como la encefalopatía espongiforme bovina.
Dos años más tarde, el equipo de científicos escoceses volvió a sorprender al mundo, anunciando la clonación de cinco cerdos manipulados genéticamente, para que en teoría sus órganos fueran susceptibles de ser trasplantados a humanos. A estos animales les fue desactivado un gen, que cuando está activo y es detectado por el sistema inmune humano provoca el rechazo de los órganos de cerdo en pocos minutos.
¿Clonar o no clonar?
Mientras la discusión ética y los avances científicos relacionados con la clonación de animales crecía vertiginosamente, en un rincón del Instituto Roslin la oveja más famosa del mundo comenzaba a sufrir los primeros síntomas de artritis.
La noticia se hizo pública en enero de 2002 y Dolly volvió a ocupar la portada de diarios y revistas, pero esta vez no como una promesa de los beneficios biotecnológicos, sino como el símbolo de la duda sobre la viabilidad de las técnicas de clonación y su uso para el desarrollo de nuevos tratamientos en humanos y animales.
Si bien la apariencia exterior de la oveja fue siempre normal, el envejecimiento prematuro de Dolly había sido anunciado por primera vez en mayo de 1999, cuando un estudio demostró que la edad de sus cromosomas no era de tres, sino de nueve años. Tal situación revelaba que a su verdadera edad, había que sumarle los seis años del ejemplar al cual le fue extirpada la célula que permitió engendrarla.
Dichas anomalías cromosómicas le provocaron primero una artritis y, más tarde, dificultades respiratorias que son bastante comunes en ovejas de edad avanzada. Aunque aún no se ha probado que estos defectos sean producto de la clonación, investigaciones posteriores del doctor Wilmut revelaron que todos los animales clonados en el mundo sufren malformaciones genéticas y físicas y, por lo general, envejecen precozmente.
El 14 de febrero de 2003, para algunos científicos no tuvo mucho que ver con el amor. Ese día Dolly fue sacrificada mediante una inyección anestésica letal, evitándole así el sufrimiento por la artritis y el cáncer que le descubrieron en los últimos meses.
En el futuro los métodos de clonación se perfeccionarán cada vez más, permitiendo metas que hoy parecen lejanas: crear animales de un genotipo deseado o incluir en ellos genes específicos requeridos para la resistencia a ciertas enfermedades, producir fármacos u órganos para transplante, o bien recuperar especies extintas sobre la tierra. Esto, que podría parecer una ficción, es una realidad no muy lejana que traerá consigo posibilidades inimaginables.
Sin embargo, los humanos también son animales y, por lo tanto, susceptibles de ser clonados, lo que plantea múltiples interrogantes éticas y sociales sobre lo que sucederá cuando llegue el momento en que estos procesos se hagan realmente eficientes y eficaces.
