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De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), las anomalías congénitas son, en Latinoamérica, la segunda causa de muerte en niñas y niños menores de 5 años y en recién nacidos que aún no superan los 28 días.

A nivel global, afectan a 1 de cada 33 bebés anualmente, causando 3,2 millones de discapacidades y alrededor de 276 mil fallecimientos durante las primeras cuatro semanas de vida. Junto con la prematuridad, asfixia y sepsis, los trastornos o malformaciones congénitas representan más del 44% de muertes en la primera infancia.

También conocidas como defectos de nacimiento, se trata de alteraciones estructurales o funcionales que ocurren en la gestación, siendo detectadas durante el embarazo, parto o en las primeras semanas o meses de vida. El 50% de los casos de debe a factores socioeconómicos, demográficos, genéticos, ambientales, infecciones y estado nutricional de la madre, mientras que el porcentaje restante no tiene causa aparente y es materia de investigación.

Los trastornos graves más frecuentes son las malformaciones cardíacas, defectos del tubo neural y síndrome de Down. Muchos de ellos se pueden prevenir o tratar, mediante la ingesta adecuada de ácido fólico y yodo durante el embarazo, la vacunación contra la rubéola a las mujeres que pueden transmitirlo a sus hijos en el parto y los cuidados prenatales.

En este contexto, la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS), impulsa cada 3 de marzo la conmemoración del Día Mundial de los Defectos de Nacimiento.

Con el objetivo de ampliar la vigilancia, prevención, atención e investigación en anomalías congénitas, el Hospital de Linares se sumó a esta iniciativa, enfocándose en una de ellas: el trastorno alcohólico fetal. “El consumo de alcohol durante la gestación es muy grave porque este teratógeno se asocia con la aparición de diversas alteraciones que conforman los Trastornos del espectro del alcoholismo fetal (TEAF), que incluye al Síndrome de alcoholismo fetal (SAF), que es la expresión más severa de la exposición al etanol. La incidencia mundial estimada es de 0.97 niños por 1000 nacidos vivos”, comenta la doctora Aurora Canessa Tapia, pediatra del recinto asistencial.

Chile ocupa el primer lugar en consumo de alcohol en Latinoamérica y triplica el nivel considerado peligroso por la OMS. Según datos del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (SENDA), desde 2014 se aprecia un aumento sostenido de la ingesta de esta bebida, tanto en hombres como en mujeres, mientras que el grupo etario más afectado es el que fluctúa entre los 15 y 24 años, rango que muestra un consumo per cápita de 112 gramos.

Pese a esta realidad, en los centros de salud del país no se realiza el diagnóstico del síndrome alcohólico fetal al recién nacido, salvo que el alcoholismo sea evidente o reconocido por la madre.

“La población y los equipos de salud tienen poco conocimiento sobre los efectos de la ingesta de alcohol en la salud del niño en gestación y esto agrava el problema, porque la mayor parte de los embarazos no son planificados y existe un número importante en mujeres adolescentes”.

Para la doctora Canessa, “el diagnostico en un recién nacido de ser portador de espectro del alcoholismo fetal es difícil, ya que requiere contar con el antecedente de ingesta de alcohol durante la gestación. Los síntomas son variables y pueden incluir signos físicos, de comportamiento y aprendizaje en los años siguientes. No se conoce la cantidad de alcohol necesaria para producir el daño, por esta razón se recomienda a las embarazadas no ingerir alcohol durante la gestación”.