Estudios clínicos y terapias en enfermedad de Parkinson
El doctor Juan Segura, académico del Programa de Farmacología del Instituto de Ciencias Biomédicas de la U. de Chile, ahonda en inédito texto sobre diversos modelos preclínicos para la investigación de esta patología.
El párkinson es una condición progresiva del sistema nervioso que afecta el movimiento, cuyos síntomas comienzan gradualmente. A su vez, suele causar rigidez o disminución del movimiento.
Para contribuir en la formación y actualización de neurólogos, neurofarmarcólogos y estudiantes del área, el doctor Juan Segura, académico del Programa de Farmacología del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, presentó un escrito sobre los diversos modelos preclínicos para la investigación de esta afección, llamado “Estudios clínicos y terapias en enfermedad de Parkinson”.
“A lo que el libro apunta, es a mostrar que esta enfermedad es un proceso focalizado, en el que no se produce una muerte masiva de neuronas. Lo que al parecer sucede, es que la toxina que induce los efectos neurotóxicos está dentro de cada neurona dopaminérgica, lo que hace que esto sea un proceso focalizado: la neurona degenera, muere y es eliminada por los macrófagos, que en este caso son las microglías. Por esto, en ensayos con tejidos postmortem de pacientes solo se puede observar el remanente de los efectos degenerativos, sin reflejar lo que pasó durante la enfermedad”, explica.
A ello suma que, “de hecho, si se analiza el cerebro de una persona de 70 años sana, se puede ver que la sustancia negra está cargada con neuronas dopaminérgicas; en cambio, un paciente que falleció por párkinson la tiene casi totalmente desaparecida. Al tener este efecto tan lento, hace que desgraciadamente los modelos preclínicos que se utilizan no nos den la información que necesitamos para tener claros los mecanismos de la patología ni de si la droga que se está probando en ella es efectiva”.
En ese sentido, el académico explica que lo que hace el texto es discutir y plantear los problemas que existen y proponer nuevos modelos, analizando tres tipos de neurotoxinas.
“La primera mutación genética que se descubrió asociada al párkinson genético es la alfa-sinucleina; pero quienes sufren de párkinson idiopático -que es el 70% de los casos- no tienen esa mutación, entonces tiene que haber otra molécula que lo active. De hecho, recientemente un estudio clínico en el que usaban anticuerpos de alfa-sinucleína fue suspendido en fase II; lo retiraron por falta de efecto. Y claro, si el proceso es focalizado en una pequeña neurona, que se va acumulando por años, estos anticuerpos no pueden tener efecto, porque a lo mejor hay muy pocas células en proceso degenerativo”.
En segundo término, indica el doctor, “existe otra neurotoxina denominada DOPAL, que se forma fundamentalmente a partir de la degradación de la dopamina que hace la enzima monoamino oxidasa. DOPAL posteriormente se degrada a DOPAC, catalizada por la enzima aldehído deshidrogenasa-1, que se encontró estaba en bajos niveles de expresión en estudios postmortem realizados a pacientes. Por lo tanto, a pesar de que existe la posibilidad de que esta molécula pudiera oxidarse y producir quinonas que podrían ser neurotóxicas, el problema está en que todo esto se pensó a partir de que había pacientes que tenían esa enzima con niveles deficientes, por lo que tampoco está claro que pueda ser esta la que esté relacionada con la enfermedad”.
Por último, “nosotros pensamos que los estudios preclínicos tienen que ser hechos en base a modelos animales en los que se induzcan los síntomas de la enfermedad mediante una molécula de aminocromo. Dentro de estos 50 años en que se ha estudiado esta patología, se ha llegado a la conclusión que este camino neurodegenerativo envuelve seis procesos de mecanismos neurotóxicos, entre ellos: disfunción mitocondrial; falla en la degradación de proteínas; formación de oligómeros neurotóxicos de alfa-sinucleina; neuroinflamación; estrés del retículo endoplasmático y estrés oxidativo”.
