Muchos son los médicos que, en su época de estudiantes, formaron parte del elenco de “Quiebrespejos y otros sueños”, obra teatral creada en 1974 por un colectivo de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, que entre sus miembros contaba con el psiquiatra y dramaturgo Marco Antonio De la Parra.

La pieza, que muestra las vivencias y sentimientos de los médicos durante su fase universitaria, no posee guión escrito, sino que se trasmite en forma oral de generación en generación, lo que constituye una de las características principales del montaje.

La composición dramática está estructurada a partir de pequeños cuadros, relatos y piezas fraccionadas que, en mayor o menor medida, identifican a todos los que han estudiado la carrera. A su vez, cada escena tiene música propia, ya que la obra cuenta con partituras originales, las que son interpretadas por “La Banda de los Sueños”. Algunos de los temas más famosos son “Muchacho de segundo”, “Delantalcito blanco”, “Casa del herrero” y “Todos los mechones”.

En sus versiones 2003 y 2004, el rol del Mechón, ha estado a cargo de Javier De la Parra -hijo de Marco Antonio De la Parra- quien también ha dirigido la obra en sus dos últimas temporadas. Dado que cursa el séptimo año de la carrera y, por lo tanto, deberá abandonar el montaje, ya comenzaron a realizar audiciones para seleccionar el próximo elenco. “Cuando hayamos elegido a todos los actores, veremos quién interpretará cada rol”, explica De la Parra, interno del Hospital Clínico de la Universidad de Chile.

Hay tres requisitos básicos para formar parte del elenco del Quiebrespejos: ser hombre, estar cursando la carrera de medicina en la Universidad de Chile y haber visto la obra al menos una vez. Aunque en un par de oportunidades se incorporó a mujeres en el elenco, tradicionalmente su rol se ha limitado a las áreas de maquillaje y producción.

Pese a ser el aniversario, el Quiebrespejos se presentó en agosto como todos los años y no hubo ningún evento conmemorativo. Por ello, el equipo de la obra está considerando realizar una presentación especial en noviembre e interpretar parte del montaje en el acto de titulación a fin de año.

Cuando el Mechón se fue de gira

Uno de los capítulos más curiosos y menos conocido de la historia del Quiebrespejos tuvo lugar a mediados de los ’80, cuando a raíz de la contingencia política de la época, la Universidad de Chile atravesaba por un período de constantes paros y movilizaciones estudiantiles.

El gastroenterólogo Álvaro González Koch, profesor asistente y director médico del Programa de Transplante Hepático de la Universidad de Kentucky, Estados Unidos, formó parte del equipo de producción de la obra en 1987, año en el que la presión ejercida por los estudiantes llevó a la renuncia del rector Luis Federicci.

Las movilizaciones previas a ese hecho, generaron un ambiente de gran tensión, frente a lo cual las autoridades respondieron prohibiendo todo tipo de manifestaciones al interior de los recintos universitarios. Dicho escenario dio paso a la primera, y durante mucho tiempo la única, gira del Quiebrespejos fuera de Santiago.

El doctor González explica que la iniciativa fue financiada por la propia Facultad de Medicina, organismo que proporcionó un bus con chofer y combustible, para que el elenco realizara su viaje.

La gira duró cinco días, en los cuales la obra fue presentada con gran éxito en las escuelas de medicina de Temuco y Valdivia. “Las funciones fueron a teatro vuelto y había mucho entusiasmo”, recuerda el facultativo, quien además ofició como organizador de la iniciativa.

“Me tuve que conformar con esto, ya que no fui seleccionado durante las audiciones de ese año para formar parte del elenco. Antes de ingresar a la Universidad de Chile, yo estudié durante algunos meses Medicina en Valdivia, por lo que se me ocurrió la idea de llevar la obra. Para eso me coordiné con Mauricio Mondion, quien en la actualidad es presidente del Colegio Médico en Punta Arenas”, señala el doctor González.

El médico recuerda que el viaje contempló visitas al Fuerte de Niebla y a la ciudad de Concepción. “Lo pasamos muy bien, especialmente en Valdivia, que fue donde estuvimos por más tiempo y nos trataron muy bien”.

Para el doctor González, en esa época, el gran valor del Quiebrespejos era ser un fuerte punto de unión. “Cuando el país estaba tan dividido, la obra era una instancia que reunía a los estudiantes con el objetivo de divertirse, de ‘mirarse al espejo’, identificándose con cada personaje y etapa de la vida del estudiante de medicina. Durante la representación todos éramos iguales, todos nos reíamos y algunos lloraban, especialmente los de séptimo que estaban por terminar la carrera. No había diferencias entre derecha, centro o izquierda, no había distinción entre ricos o pobres”.

La nostalgia del doctor Álvaro González es compartida por cientos de profesionales que actuaron en la obra o asistieron a alguna de sus temporadas, pues allí, sobre el escenario vieron sus historias, sus problemas, sus sueños y su vida.