Odontopediatra de la Universidad de Chile advierte sobre los riesgos de la onicofagia
La onicofagia o costumbre de comerse las uñas es un hábito muy frecuente en la población, que no afecta sólo a niños y jóvenes, sino también a muchos adultos. Aunque las manos son las primeras en delatar los efectos de esta práctica, los dientes sufren un deterioro igualmente dañino, aunque no tan evidente.
La doctora Silvia Espinoza, odontopediatra del Servicio DentoMáxilo Facial del Hospital Clínico Universidad de Chile, explica que los signos más evidentes son los bordes desgastados de los dientes anteriores, úlceras recurrentes e inflamación en la encía, labios y mayor predisposición a las infecciones orales.
La profesional advierte que esta práctica también produce problemas en la articulación temporomandibular, más conocida como “carretilla”, pues para comerse las uñas la persona debe enfrentar los dientes superiores con los inferiores en una posición inusual para la mandíbula, lo que provoca que un componente de la articulación llamado cóndilo salga de su postura de trabajo habitual y busque un acomodo vicioso que causa inflamación. “Esto causará disfunciones que además provocarán dolores articulares, musculares y de cabeza”.
“Se afecta la armonía de engranaje entre el maxilar inferior y superior, lo que dificulta la buena oclusión de la mandíbula y que los maxilares puedan cerrar correctamente. Entonces, si los menores desde una temprana edad cierran los maxilares de forma atípica, se produce lo que se denomina “mordida cruzada”, lo que a su vez genera un desgaste de las piezas dentarias y una acomodación incorrecta de la mandíbula sin poder volver a su lugar original”, expone la doctora Silvia Espinoza.
La especialista recomienda corregir a temprana edad el problema de la “mordida cruzada” con aparatos removibles, pues asegura que de no ser diagnosticado o corregido a tiempo, no sólo se perjudican los dientes, sino que como el hueso permanece en una posición que no corresponde, músculos, tendones y articulaciones se ven mucho más exigidos, transformándose en un problema tan complejo que incluso puede llegar a necesitar cirugía. “Es importante consultar con el especialista antes de los ocho años, no sólo por caries o frenillos, sino que también por la mordida, por hábitos que inciden en la dentadura y otras patologías asociadas como la mordida abierta, la forma progénica o alteraciones en la estructura ósea, deformaciones, o bruxismo”, recomienda la doctora.
El hábito de comerse las uñas, frecuentemente refleja un estado de estrés, que en el caso de los adultos suele presentarse en personas que están sometidos a escenarios de mucha presión. La odontopediatra dice que los niños imitan esta conducta, sobre todo cuando son introvertidos y no tienen mucha capacidad para expresarse, o bien, si se desenvuelven en lugares donde no hay mucha comunicación o si son obligados a seguir muchas instrucciones.
