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18 Octubre 2021

Dra. Cecilia Zapata Alegría:

“Rol de padres y educadores es fundamental para diagnosticar ambliopía”

Sensibilizar a la población en torno a sus consecuencias y aumentar la capacidad de pesquisa son claves para evitar que esta patología cause discapacidad visual severa.

Cerca de 2.200 millones de personas sufren deficiencia visual o ceguera de acuerdo a un informe publicado en 2019 por la Organización Mundial de la Salud, el cual establece además que mil millones de casos pudieron evitarse con diagnósticos y tratamientos oportunos. En el país 80 mil pacientes la padecen según la Sociedad Chilena de Oftalmología. Un problema que ha estado lejos de revertirse durante la pandemia por SARS-CoV-2 debido a las restricciones de movilidad y disminución de controles preventivos.

El envejecimiento de la población, cambios en los estilos de vida y acceso limitado a atención especializada en países de ingresos bajos y medios son algunos de los factores que impiden una cobertura adecuada. Se estima que 150 millones de niñas y niños sufren algún tipo de discapacidad, lo que refuerza la urgencia de aumentar la pesquisa de enfermedades como la ambliopía, cuya prevalencia alcanza entre 2% y 3% en este grupo etario según un estudio difundido por la Revista Chilena de Oftalmología [1].

La doctora Cecilia Zapata, coautora de este trabajo, asume que el desafío es complejo, pero confía en dos estrategias para abordarlo de forma más eficiente: mayor capacidad diagnóstica y una comunidad sensibilizada en torno a sus consecuencias. “Sin terapia puede conducir a discapacidad visual severa, sin embargo, detectada a tiempo no deja secuelas”, comenta durante un operativo realizado en el Hospital Dr. Guillermo Grant Benavente de Concepción e impulsado por el Consejo Latinoamericano de Estrabismo en el marco del Día Mundial de la Ambliopía (15 de octubre).

Coloquialmente identificada como “ojo vago, perezoso o flojo” consiste en la disminución de la agudeza visual de uno de ellos o de ambos por falta de uso durante el período de aprendizaje ocular (de cero a nueve años). “Es la causa más frecuente de visión monocular en niños, jóvenes y adultos”, agrega la oftalmopediatra formada en las universidades de Chile, Concepción y Freiburg de Alemania y en el Hospital Luis Calvo Mackenna.

“Cuando se presenta en solo uno, la sintomatología es inexistente y el desconocimiento del niño conduce a una adaptación riesgosa, ya que el cerebro procesa solo las imágenes percibidas por el ojo sano y anula el desarrollo del ojo afectado. Por esto el rol de padres, familiares y educadores es fundamental para distinguir signos sospechosos como un acercamiento excesivo a los objetos o falta de concentración en clases, pero puede ser completamente asintomático”.

Estrabismo, astigmatismo, hipermetropía, miopía, anisometropía, catarata congénita, opacidad en la córnea y ptosis severa están dentro de sus principales causas, generando cuadros que pueden ser unilaterales o bilaterales. También puede deberse a antecedentes familiares o genéticos, “vale decir, cualquier patología que interfiera en la proyección de la imagen correcta y estímulos al cerebro”.

- ¿A qué edad se debe contar con un diagnóstico?

Lo ideal es hacerlo a los cuatro años o menos, porque de esa forma el niño tiene todas las posibilidades de rehabilitarse y recuperar la capacidad de observar en tres dimensiones. Si esto no se concreta, en la medida que vaya creciendo disminuirá paulatinamente esa opción. La ambliopía representa la principal causa de visión monocular en la adultez, sin oportunidad de resolverse con cirugía refractiva. La indicación internacional es que a todos los niños se les practiquen exámenes oftalmológicos a más tardar cuando cumplan cuatro años para buscar patologías subyacentes. Los oftalmólogos cuentan con todas las herramientas necesarias para diagnosticar de forma precoz incluso en recién nacidos, sin la necesidad de que el paciente crezca para responder las preguntas del especialista. Jamás se debe retrasar la consulta por ese motivo.

- ¿Algunos grupos tienen mayor riesgo?

Los niños prematuros, también aquellos que tienen enfermedades genéticas y en los casos con antecedentes familiares de patologías oculares. Su detección temprana y tratamiento oportuno corregirán la mala visión y evitarán consecuencias más serias. Si no se diagnostica a tiempo, puede llegar a ser irreversible a partir de cierta edad, llevando a una limitación muy importante de la agudeza visual y calidad de vida.

- ¿Cuáles son los principales métodos de pesquisa?

El examen clínico oftalmológico, que incluye evaluación de fondo de ojo, polo anterior y refracción. Eso es suficiente para determinar si el menor de edad requiere de un abordaje inmediato. Si un paciente padece ambliopía significa que neurológicamente no desarrolló la capacidad de ver. Por lo tanto, el manejo indicado es cubrir el ojo sano con un parche para estimular y reeducar la visión del ojo enfermo. Es lo que llamamos tratamiento pleóptico, es decir, tapamos el ojo sano para que el afectado desarrollé mejor visión, a través de un eje visual libre y con corrección óptica adecuada. Apelamos a la neuroplasticidad, que es clave en los primeros nueve años de vida.

- Usted intervino en un estudio para determinar su prevalencia…

Junto al doctor Fernando Barría participamos en un proyecto FONIS titulado “Limitación visual asociada a error refractivo en escolares chilenos”. Examinamos a cinco mil niños y concluimos que la prevalencia alcanza entre 2% y 3%, cifra muy elevada en comparación a países desarrollados donde el índice alcanza solo 1%. Tenemos aquí un tremendo desafío.

- Durante la pandemia ha aumentado el uso de dispositivos tecnológicos en la población pediátrica. ¿Esto influye en el aumento de casos?

Indirectamente sí. La sobreutilización de pantallas, baja exposición a la luz natural, menos actividad física, alteración de la dieta con aumento en la ingesta de carbohidratos procesados y poca higiene del sueño son factores que determinan que los niños sean más miopes, condición que puede provocar ambliopía. Tenemos una epidemia de miopía y eso es muy preocupante. Si la miopía sobrepasa las 6 dioptrías los afectados tienen muchas posibilidades de sufrir un desprendimiento de retina en su vida. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, más de 60% de la población padecerá esta condición en 2050 y de ellos 10% serán altos miopes. La forma de evitarlo es que los niños estén en ambientes con luz natural, por lo menos dos horas al día, hacer ejercicio tres horas a la semana, llevar una dieta libre de carbohidratos procesados y dormir nueve horas. Es fundamental tomar conciencia sobre este problema y retomar los controles suspendidos durante la pandemia.

Referencia
[1] Arch. Chil. Oftalmol. 2017;2(2):39-49

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

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