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Con una pasión por la literatura que comenzó desde temprana edad, el doctor Eduardo Bastías Guzmán fue presidente de la academia literaria del colegio en el que estudió. Al graduarse, sus compañeros asumieron que sería un gran escritor. Con un deseo e interés oculto por la medicina, sorprendió y fue más allá. "Escribir era un hobby, algo que me encantaba, pero no mi intención. Para mí fue un logro enorme terminar siendo médico y escritor a la vez", cuenta.

Una vocación que lo llevó a la docencia en ambas materias y a dictar diversos talleres literarios para sus pares: "Fue una experiencia riquísima porque tenía muy buena asistencia de un grupo extraordinario de colegas médicos e incluso algunos que no lo eran. Aprendí mucho y me dio la oportunidad de interactuar con ellos".

Es así como uno de sus amigos organizó una conversación en torno a su trayectoria. Como médico escritor, el doctor Carlos Farías destacó el impacto del cardiólogo en su propio trabajo y la importancia de su obra más reconocida "Donde vuelan los cóndores" en la literatura chilena. "Esta novela es un logro total, tanto es así que el Ministerio de Salud la recomienda como lectura obligatoria para la educación secundaria", asegura.

- ¿Cuál fue su trayectoria desde la cardiología a la docencia?  

Una vez titulado, gané una beca para estudiar medicina interna en el Hospital del Salvador de Santiago. En ese tiempo, venía llegando de Inglaterra un cardiólogo, el doctor Saavedra, que era un maestro de la semiología cardiovascular. Con él me atrajo la idea de ser cardiólogo. La vida se va dando en base a oportunidades y se aprovechan.

También, asumí diferentes tareas. Estuve en Alemania cuatro años. Cuando volví, fui jefe de la UCI del Hospital Gustavo Fricke. Esa instancia fue muy útil porque allá hice anestesia y reanimación. Al ser cardiólogo, mi jefe me daba casos difíciles. Aprendí también a hacer rescate en ambulancia y en helicóptero. Todo ese conocimiento lo traje a este establecimiento. 

Ahí, me propusieron crear la carrera de Medicina de la sede Viña del Mar de la Universidad Andrés Bello, donde fui director fundador durante cinco años. Seguí haciendo clases por 16 años.

- ¿Cuáles son sus referentes?

Siempre mi gran influencia fue Antón Chéjov. Haciendo los talleres de literatura, de cómo confeccionar un cuento y su lectura, aprendí mucho de los antiguos escritores, Guy de Maupassant y Katherine Mansfield. De los modernos, Ernest Hemingway. De los más recientes, García Márquez y Julio Cortázar, que para mí es otro maestro. William Faulkner, que fue uno de los primeros en ganar el Premio Nobel de Literatura de Estados Unidos. La mayoría de sus cuentos están elaborados en un condado de fantasías en el sur de ese país. Su gran admirador es García Márquez, en quien se inspiró para crear Macondo. El mexicano Juan Rulfo, también.

- ¿Cuál considera que es su estilo literario?

Tenía el desafío de escribir "al estilo de…". Por ejemplo, tengo un cuento que se llama "Si no llevara la mula cargada", que es muy rulfiano. Adaptaba la forma al contenido del cuento, hasta que me di cuenta de que estaba escribiendo mi propio estilo y que este era la mezcla de todos ellos. Actualmente, me doy cuenta de que mis cuentos son auténticos.

Comencé escribiendo en un cuaderno. Después, con una máquina de escribir. Hasta que en los 90 apareció el computador, que fue la gran herramienta para poder desarrollar mis cuentos. Me gusta siempre terminar con un final inesperado, la mayoría de mis obras terminan con un "oh...".

Dr. Farías: Honestamente, yo se lo he copiado al doctor (ríe). La creatividad absoluta, en todos los géneros del arte y de la ciencia, es muy difícil. Se dice que es la combinación exacta, precisa y equilibrada de muchas copias de grandes escritores y pintores. La verdad, la originalidad absoluta no existe.

Dr. Bastías: No, no existe. Uno es producto de todo el bagaje que ha adquirido con el tiempo y la lectura.

- Dr. Farías: Ahora, "Donde vuelan los cóndores" es una novela que el doctor escribió y publicó en 1993. Aquí, yo me atrevería osadamente a decir que fue un logro total. Es un compendio, una amalgama, precisa y absoluta entre una hermosísima historia de amor y la divulgación científica más acabada y precisa de lo que significa el Sida, tanto en la parte médica como en el impacto sociológico.

Dr. Bastías: Qué bonito, porque para mí tiene un enorme significado. Fue mi primera novela. Mi intención y objetivo era la literatura didáctica, la enseñanza a través de la ficción. Es importante que el aprendizaje brote del propio lector en base a lo que está ocurriendo y lo que lee. Con eso, tuvo 37 ediciones e incluso se llegó a vender en Argentina, Colombia y México. Ahora, donde tuvo más éxito fue aquí en Chile.

Durante mucho tiempo, en la Escuela de Medicina de la Andrés Bello, a los alumnos de primer año les preguntaban si habían leído "Donde vuelan los cóndores". Ahí, se cumplió un objetivo claro que no solo era la prevención y la base romántica, sino que además la sociabilidad y el trato con el paciente.