Dra. María José del Río Vigil:
“La obstetricia y ginecología debe avanzar en innovación sin deshumanizarse"
La especialidad ha experimentado una transformación marcada por hitos científicos, desarrollo tecnológico y la consolidación de un modelo asistencial más consciente de los derechos y necesidades de las mujeres.
A 90 años de la fundación de la Sociedad Chilena de Obstetricia y Ginecología (SOCHOG), la especialidad exhibe un desarrollo sostenido que la posiciona como una de las áreas más dinámicas y de mayor impacto en la salud pública nacional.
Desde los primeros congresos científicos, pasando por la profesionalización de la ginecobstetricia, la reducción drástica de la mortalidad materno-perinatal y la consolidación de la cirugía mínimamente invasiva, el progreso ha sido continuo.
Hoy, esta área enfrenta nuevos desafíos: integrar tecnologías emergentes, fortalecer la descentralización y profundizar un enfoque respetuoso y biopsicosocial en la salud de las mujeres. Así lo manifiesta la doctora María José del Río, presidenta de la SOCHOG, quien repasa los hitos de la institución y reflexiona sobre los retos que marcarán el rumbo de la obstetricia y ginecología en Chile.
- ¿Cuáles considera los hitos más decisivos en la historia de la SOCHOG?
Cuando una sociedad científica cumple nueve décadas, inevitablemente uno mira hacia atrás y reconoce que se trata de una trayectoria excepcional. La SOCHOG, fundada en 1935, nació en un contexto donde el acceso a información médica era limitado, no existía la especialización tal como la entendemos hoy, y donde los médicos que atendían patologías de mujeres provenían de áreas generales. En ese escenario, la creación de una agrupación dedicada exclusivamente a la ginecobstetricia fue un hito pionero no solo en Chile, sino también en Latinoamérica.
Desde sus inicios, uno de los grandes aportes fue la organización de congresos nacionales, un espacio que permitió reunir el conocimiento que se generaba en el país y a la vez traer el que provenía del extranjero. Era un mundo poco globalizado, con escasas posibilidades de viajar, por lo que estos encuentros fueron vitales para compartir experiencias clínicas, trabajos en desarrollo y aprendizajes. Ya en esa época la SOCHOG cumplía una función que damos por hecha: generar redes profesionales sólidas y activar la circulación del saber científico.
Otro hito significativo fue la creación de la Revista Chilena de Obstetricia y Ginecología, que desde sus primeros números se convirtió en el principal órgano de difusión científica de la especialidad. Hoy es una revista indexada, completamente digital, con mayor alcance y un proceso editorial cada vez más riguroso; es un reflejo del compromiso de la Sociedad con la divulgación de conocimiento.
A esto se suma el rol en educación médica continua, que se ha transformado a lo largo del tiempo. Pasamos de actividades exclusivamente presenciales a un modelo mixto con plataformas que permiten llegar a todo Chile. Esto ha ampliado las oportunidades de actualización para ginecólogos, matronas y otros profesionales.
Y, por supuesto, uno de los grandes hitos fue la realización en Chile del Congreso FIGO 2003, bajo la presidencia de la doctora Mercedes Ruiz. Reunir a más de 5.000 especialistas de todo el mundo consolidó la posición del país como referente regional. También destacaría la incorporación formal del Capítulo Chileno del Colegio Americano de Ginecología y Obstetricia, que reconoció el nivel profesional de nuestros especialistas a la par del estándar norteamericano.
Todo esto refleja un trabajo sostenido de décadas para profesionalizar la especialidad, articular a sus distintos actores y posicionar a la ginecobstetricia chilena en el mapa internacional.
- ¿Cómo ha evolucionado el rol del ginecobstetra en la atención de la salud de las mujeres?
Ha cambiado profundamente. Tradicionalmente se asociaba casi exclusivamente al embarazo y al parto, pero eso ya no refleja la magnitud de la especialidad. Hoy la atención está centrada en acompañar a la mujer a lo largo de todo su ciclo vital: la adolescencia, la etapa reproductiva -incluyendo a quienes no desean ser madres-, el climaterio y los desafíos propios de la vida adulta.
Este cambio responde, por un lado, a transformaciones sociales que han modificado la forma en que las mujeres viven su salud sexual y reproductiva. Y por otro, a un proceso de maduración dentro de la medicina, que ha dejado atrás modelos paternalistas. Nuestro rol actual no es decirle a la paciente lo que debe hacer, sino ayudarla a comprender sus opciones, integrando la evidencia con sus propios valores y proyectos.
A esto se suma que la prevención tiene un peso distinto: desde los programas de control y educación hasta el manejo precoz de factores de riesgo. Ser ginecobstetra implica reconocer que cada mujer es única, con un contexto biológico, emocional y social que condiciona su salud. La especialidad ha evolucionado desde "tratar la enfermedad" hacia "acompañar la salud" de manera continua e integral.
- ¿Cuáles han sido las innovaciones que más destaca?
Hay avances que realmente marcaron un antes y un después. La ecografía probablemente es la revolución más significativa: transformó la forma de diagnosticar y acompañar tanto al embarazo como a las patologías ginecológicas. Pasó a ser una extensión del examen físico, un lenguaje común dentro de la disciplina.
Luego vino el monitoreo fetal, los controles prenatales sistemáticos y el acceso a anticoncepción moderna, que no solo cambiaron la práctica clínica, sino también indicadores de salud pública clave, como la mortalidad materno-neonatal o el embarazo adolescente. Chile ha tenido históricamente buenos resultados en estas áreas, y eso responde al trabajo de múltiples generaciones.
La cirugía mínimamente invasiva, especialmente la laparoscopía, transformó radicalmente el manejo quirúrgico. No solo redujo complicaciones y tiempos de recuperación, sino que abrió una nueva visión de la ginecología quirúrgica. Y ahora estamos dando paso a la cirugía robótica, que viene a profundizar ese camino.
Finalmente, la inteligencia artificial ya está presente en ecografía y procesamiento de imágenes. Es una herramienta que puede optimizar diagnósticos y estandarizar capturas. Su valor está en complementarnos, no reemplazarnos, y debemos integrarla sin perder de vista el juicio clínico.
- La SOCHOG ha tenido un rol relevante en políticas públicas. ¿Cuáles destaca?
Históricamente ha sido muy activa, y eso es algo que se ha mantenido independiente del gobierno de turno. Hemos participado de manera permanente en la elaboración y actualización de guías clínicas, protocolos y consensos que orientan la práctica en ginecología y obstetricia a nivel nacional. Un ejemplo muy claro fueron las Guías Perinatales del 2015, en cuya formulación la Sociedad tuvo un apoyo decisivo, y que hoy están en proceso de actualización para seguir ajustándose a las necesidades del país. Ese tipo de documentos son fundamentales porque muchas veces no podemos extrapolar directamente las recomendaciones internacionales; necesitamos estándares adaptados a nuestra realidad sanitaria.
Además, la Sociedad ha estado involucrada en diversas políticas públicas y marcos legislativos que afectan directamente nuestro quehacer, como la Ley de Fertilización Asistida, el trabajo asociado a la baja tasa natal, la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en tres causales, y el reconocimiento de distintas subespecialidades.
También hemos participado en iniciativas como el Programa para la Endometriosis y otros lineamientos que han surgido desde el Ministerio de Salud. En todos esos procesos, nuestra labor ha sido aportar la mirada médico-científica, basada en evidencia y en la experiencia acumulada de los especialistas del país.
Este trabajo no lo hacemos solos. La articulación con el Ministerio de Salud ha sido constante, así como la colaboración con el Colegio Médico. Hemos tenido siempre una voz escuchada y validada, porque contribuimos desde un enfoque técnico y no desde intereses gremiales. Creo que ese ha sido uno de los aportes más relevante: poner el conocimiento al servicio de políticas públicas que mejoren el bienestar y la salud de las mujeres en todo Chile.
- ¿Cuáles son los desafíos más urgentes en materia de salud pública?
Evitar que la especialidad pierda su dimensión humana en un entorno cada vez más tecnificado. El ritmo acelerado del trabajo, los nuevos dispositivos diagnósticos, la inteligencia artificial y la presión asistencial pueden desplazar la relación clínica si no somos conscientes. Humanizar no es un concepto abstracto, implica reconocer la individualidad de cada mujer, su historia y su contexto, y al mismo tiempo, reconocer nuestras propias limitaciones y necesidades como médicos.
Otro desafío crucial es la descentralización. Chile tiene una geografía extensa y heterogénea, y eso genera brechas en acceso. Aunque hay excelentes especialistas y subespecialistas en regiones, sigue existiendo una desigualdad territorial que afecta a mujeres en zonas aisladas o rurales. Esto impacta en la cobertura del virus papiloma humano (VPH), la mamografía, la atención del parto y múltiples indicadores más. Avanzar hacia una mejor distribución requiere planificación, recursos y corresponsabilidad de todos los actores.
- ¿Cómo ha cambiado la formación y actualización de especialistas desde la creación de la SOCHOG?
Radicalmente. Existen programas de especialización desde el norte al sur del país, cada uno con su propio sello, y eso es una riqueza para la especialidad. La SOCHOG no interviene en los currículos, pero sí cumple un rol esencial: unir miradas, facilitar el intercambio de experiencias y fortalecer redes. El capítulo juvenil o de reciente formación ha sido clave para que quienes están en proceso formativo encuentren un espacio común, independiente de su universidad.
En educación continua, la Sociedad ha ampliado sus herramientas: congresos bienales, cursos en línea, jornadas para atención primaria y una plataforma digital que ha crecido especialmente desde la pandemia. Mantenerse actualizado es muy complejo en una especialidad tan amplia; por eso esta área es una responsabilidad central de la sociedad científica.
- ¿Qué avances observa en la incorporación de una mirada respetuosa e integral en salud sexual y reproductiva?
Ha habido un cambio cultural profundo. El modelo paternalista quedó atrás, y hoy la autonomía de la mujer es un eje estructural de la práctica clínica. Reconocer sus derechos sexuales y reproductivos implica no solo validar sus decisiones, sino también educar y garantizar que tenga acceso a información de calidad.
Como sociedad científica, hemos trabajado para visibilizar este enfoque, incluirlo en programas de formación, incorporarlo en cursos y congresos, y promover prácticas alineadas con estos principios. La autonomía no surge espontáneamente, es un aprendizaje. Por eso la formación en derechos sexuales y reproductivos es parte esencial de nuestro quehacer.
- ¿Cuál es su visión para el futuro de la SOCHOG?
La Sociedad ha avanzado gracias al trabajo de generaciones de ginecólogos que han puesto siempre a la mujer al centro. Creo que el desafío es continuar en esa línea: fortalecer la educación médica continua, integrar de manera responsable las nuevas tecnologías, fomentar redes en todo el país y mantener una mirada siempre orientada al bienestar. La innovación es importante, pero debe ir acompañada de humanidad, ética y compromiso con la salud pública.
Por María Ignacia Meyerholz