Dr. Mauricio Invernizzi Rojas:
“La música es un bálsamo para el alma que me permite seguir trabajando”
Para este psiquiatra esta disciplina artística se ha transformado en una necesidad de expresión, que lo ayuda a canalizar, de mejor manera, la práctica clínica diaria con sus pacientes.
La música tiene una habilidad exquisita de conectarse con la esencia del hombre. A veces, cuando no es posible expresar lo que se siente con palabras, son muchos quienes buscan hacerlo a través de ella.
Ya Nietzsche lo decía: la música expresa, más que cualquier otro arte, la realidad de la voluntad de poder. Es, en todas sus variantes, el estimulante de la vida. La armonía, ritmo y melodía se vinculan con las dimensiones corporal y espiritual de las personas, es decir, es un fenómeno capaz de integrarlas, generando estados de bienestar, acción o quietud.
El doctor Mauricio Invernizzi Rojas es un convencido de ello. Este destacado psiquiatra de la Región de Valparaíso creció con esa convicción. Nacido y criado en la zona, estudió medicina en la Universidad de Valparaíso. Con la seria convicción de que ser gineco-obstetra era lo suyo, su paso por la atención primaria y su compromiso con un programa de salud mental que le tocó desarrollar, cambiaron esa inclinación.
“Espero que mis maestros no se molesten, pero cuando egresé de medicina salí con la sensación de que en psiquiatría se podía hacer muy poco, casi nada. Sobre las enfermedades que existían era no había mucho que modificar. Sin embargo, me equivoqué”, confesó.
Además de ser un conocido profesional en la zona, que trabaja en el Hospital Naval y en su consulta privada, se dedica a la formación de médicos y especialistas. “Empecé desde que estaba en la beca y no lo he dejado. Me gusta mucho hacer docencia, tanto en el pre como en el postgrado”.
Es reconocido también entre sus colegas como un excelente poeta y un virtuoso músico. “Son dos facetas que me encantan. Creo que me gusta ser más músico que poeta, pero al parecer me conocen por lo último. Si bien la medicina me encanta, me arrepiento de no haberme dedicado con más intensidad a la música y la poesía, sobre todo a la música. Pero es algo que pretendo retomar durante este año”, confidenció el profesional.
Desde su consulta privada, el doctor Invernizzi, además de conversar sobre la evolución que ha experimentado la especialidad, nos invitó a conocer un poco más sobre la invitación que Poetas en la Ciudad le extendió para publicar sus poemas este año y sobre los proyectos musicales que quiere desarrollar este 2013. “Para mí, la música es una necesidad. Es una puerta que toca y que necesita abrirse para comunicarse con las demás personas”, sentenció.
Doctor, me gustaría que nos contara por qué decidió ser psiquiatra.
En realidad decidí ser psiquiatra después de que egresé. Al principio no era mi prioridad, la verdad por desconocimiento. Cuando egresé de la escuela no tenía mucha noción de qué era en realidad o qué podía llegar a ser esta especialidad. Salí con la sensación de que en psiquiatría se podía hacer muy poco, casi nada. Las enfermedades estaban definidas y sobre ellas era poco lo que podíamos modificar. Por esa razón no estaba dentro de mis gustos. Yo quería ser gineco-obstetra. Me gustó el atender partos, fue algo que me emocionó mucho. Una vez egresado, estuve trabajando como médico general y participé en un programa de salud mental. Ahí me di cuenta que, en realidad, se podían hacer muchas más cosas, pero sentí que me faltaban herramientas, quedaba corto con lo que yo sabía. Sentí que era necesario estudiar algo más y especializarse, por eso me empezó a gustar la psiquiatría.
¿Cuál ha sido su trayectoria profesional?
Bueno una vez egresado de medicina, trabajé como médico general en la atención primaria. Cuando terminé la beca en la Universidad de Valparaíso me quedé trabajando en el Servicio de Salud Valparaíso-San Antonio, en el Hospital Psiquiátrico del Salvador unos años y estuve un año en el Hospital de Quilpué. Luego me fui a trabajar al Hospital Naval, donde aún sigo desempeñándome. Cuando terminé la beca empecé a hacer clases en la Universidad de Valparaíso junto a mi compañera de beca, la doctora Patricia Hernández, en pregrado y luego en postgrado, algo que continuo haciendo todavía.
En su consulta, trabaja con una única línea de comprensión del ser humano o combina diferentes escuelas o enfoques.
Yo tengo una formación más psicodinámica, algo que le agradezco mucho a mis profesores, sobre todo al doctor Gustavo Figueroa que me formó. Acá en el Centro de Salud Mental, en mi consulta, trabajamos en equipo con psicólogos que sí tienen distintos enfoques: cognitivo conductuales, psicodinámicos, psicoanalíticos y sistémicos. Junto al grupo de profesionales tratamos de ofrecer una terapia integral a nuestros pacientes.
En los últimos años, cómo han evolucionado las patologías psiquiátricas. ¿Cuáles diría usted que son las más prevalentes dentro de la sociedad chilena?
Bueno todos los trastornos afectivos, ansiedad y depresión son bastante prevalentes, en parte, porque se diagnostican más. Incluso los médicos generales, actualmente, están más preparados para hacer diagnóstico y tratamiento de toda la patología derivada del estrés que, por los cambios de vida, es algo que se ve con mucha frecuencia. En general, lo que uno más ve en la consulta particular es gente con problemas. Más que patología psiquiátrica en sí, que la hay también, vemos la reacción del ser humano ante situaciones vitales estresantes.
Y esos problemas de las personas, ¿por qué se deben resolver con la ayuda de un psiquiatra? Si usted bien dijo que son problemas y no patologías. ¿Acaso no tenemos las herramientas como para hacerlo?
Exacto, yo creo que es más un sesgo de la población y de los médicos, que ante un ser humano con problemas, que está teniendo una reacción y un síntoma, inmediatamente lo deriva a la persona que se supone debiera poder atender eso, cuando todos estamos capacitados para acoger a una persona con problemas. Todos los profesionales que atendemos en salud, debiésemos ser capaces de tratar a un paciente integralmente.
Y a qué se debe este fenómeno…
Desgraciadamente esto se debe, principalmente, a que la medicina se ha ido hiper especializando. Nos hemos ido convirtiendo en técnicos, cada vez más especializados en una parte del funcionamiento del ser humano y no del hombre como ser integral. Cualquier médico, con la especialidad que tenga, debiera ser capaz de acoger a su paciente con el problema que presente porque, de alguna u otra manera, incide en la patología que pueda estar cursando.
A su juicio, la patología mental sigue siendo un estigma en nuestra sociedad.
Todavía sigue siendo así, pero creo que de a poco ha ido cambiando. Eso debido a que las patologías mentales son cada vez más conocidas y a que las personas han ido entendiendo que cualquiera de nosotros podría llegar a desarrollar algún tipo de enfermedad psiquiátrica. Es decir, el aparato mental es inherente al ser humano y así como se enferma el aparato respiratorio o digestivo, el aparato mental, en algún momento, se puede desregular también, producto de una enfermedad o debido a diferentes formas de reaccionar frente a los problemas de la vida.
¿Por qué es tan mal visto entonces que la mente se enferme?
Porque sabemos poco sobre eso y lo toleramos mal. A veces confundimos la depresión con la felicidad y la preocupación con una ansiedad clínica. Nos cuesta discernir también, y quizás esto viene de muchos siglos atrás en que se hizo esa escisión entre el cuerpo y la mente, como si fueran dos entidades separadas. Quizás eso se hizo, en un principio, para estudiarlas, pero se continuó viendo en el tiempo como cosas o entidades separadas. El cuerpo por un lado y la mente por otro, como si lo emocional fuera algo etéreo, que no tiene asiento en un órgano, que es el cerebro. El cerebro también tiene derecho a “botarse en huelga”, a desregularse, como pasa con la tiroides o los riñones. Eso lo aceptamos mejor. Quizás cuando los médicos generales o internistas diagnostican una diabetes, el paciente no quisiera padecer la enfermedad, pero asume que debe cuidarse, que debe comer tal o cual cosa, que debe tomar un medicamento, sabe que es una condición crónica. Pero cuesta cuando uno le explica a una persona que tiene un trastorno depresivo mayor, que es la expresión de una predisposición genética que puede traer y que tiene que tratarse por varios años o, en algunos casos, de por vida. Cuesta que la persona entienda que es una enfermedad tan física como el resto de las patologías.
¿En qué hemos avanzado y qué nos queda por hacer?
Se ha avanzado mucho en el diagnóstico, contamos con un mejor arsenal farmacológico y se ha desarrollado bastante la psicoterapia cognitivo conductual, por ejemplo. Hay más recursos terapéuticos en ese sentido y, de a poco, en la formación de los profesionales, se ha hecho presente el tema de la integralidad del ser humano.
Pasando a otro tema. Usted, además de ser psiquiatra, es un apasionado de la música y la poesía. ¿Cuándo comenzó esta afición?
Yo creo que siempre ha estado en mí. Es una herencia de mis padres. Los dos eran de aquellos viejos profesores normalistas que participaban en coros. Yo creo que ahí nació la semilla. La música a mí me apasiona y me gusta. Sobre todo aquella de raíz latinoamericana. Soy un profundo admirador de Inti-Illimani. Lo escuché, por primera vez, en la universidad y, desde entonces, me han cautivado con la música, los instrumentos y la simpleza de los temas que le dan a esa vertiente musical una belleza especial. Yo creo que esa influencia hizo que yo fuera aprendiendo a tocar otros instrumentos. Además de la guitarra, de manera autodidacta, sin estudios formales, me fui introduciendo en el mundo del triple, charango, cuatro, mandolina, flauta traversa y clarinete, de curioso no más.
Usted nos comentó anteriormente que se considera más músico que poeta, ¿por qué?
Porque me gusta más hacer, tocar y cantar, que escribir. La poesía para mí representa la necesidad de expresarse. Fue otro canal que también descubrí. Ha sido más conocida mi veta poética, que empaña un poquito la musical. Yo me rebelo contra eso, porque quiero hacer más cosas musicales que, por tiempo, he tenido que postergar. El preparar algo musical toma más tiempo, ensayos, juntar a los músicos. Yo lo hago con amigos y con mi hermano. Él es músico y juntos hemos hecho muchas cosas. En cambio, escribir poesía es mucho más fácil. Se puede hacer en cualquier rato libre que uno tenga. Este año quiero retomar la faceta musical, aunque sea solo lo haré. Es algo que me debo. Quiero presentar algunos trabajos que están dormidos.
¿Qué relevancia ha tenido la música en su vida?
Yo creo que ha sido como un bálsamo para el alma, ayuda a superar el trabajo diario y a no caer en la rutina. Para mí es una forma de comunicación con Dios. Tanto la poesía como la música me permiten encontrarme con Él. Yo tengo la profunda necesidad de desarrollar mi propia espiritualidad a través de estas dos expresiones artísticas. Hay otras personas que lo hacen mediante cultos formales, asistiendo a la iglesia, por ejemplo. Yo lo hago de esta manera. Para mí ha sido muy importante hacerlo por esta vía. Si Él me ha dado talento musical y poético es algo que no puedo callar, siento que hay que compartirlo, porque es un regalo.
Esto que usted cataloga como necesidad lo lleva a la práctica clínica, por ejemplo, a través de la musicoterapia con sus pacientes.
No, justamente es algo que yo no he querido hacer, porque no quiero confundir mi rol profesional con mi faceta más artística. Yo, si bien soy una sola persona, soy músico y poeta, pero también soy psiquiatra. No soy, ni pretendo ser, musicoterapeuta. No quiero encausar esta necesidad que tengo haciendo terapia. La respeto mucho, quizás en algún momento pueda llegar a utilizarla, pero lo que yo quiero, además de ser psiquiatra, es desarrollar también mi parte artística. En aquellos pacientes que, por ejemplo, hacen música o se conectan de una forma especial con ella, por supuesto que se habla sobre canalizar inquietudes a través de esa vía.
La III versión de Poetas en la Ciudad ha seleccionado textos suyos que se publicarán junto a otros 12 escritores durante 2013. ¿Qué nos podría comentar sobre esta designación y sobre lo qué es Poetas en la Ciudad?
Poetas en la Ciudad es una publicación que hace el poeta porteño Arturo Morales, que además fue uno de mis maestros inspiradores en la poesía. Cada cierto tiempo, él reúne a poetas, al principio eran sólo de Valparaíso, para publicar un libro. A través de los años, ha ido incorporando a otros creadores y en esta tercera versión contará con poetas de Estados Unidos y de chilenos que están en otros países. Me invitó a participar en esta edición y para eso eligió tres trabajos míos, algo que, obviamente, me halaga.
¿Cómo se complementan la música y la poesía con la práctica de la psiquiatría?
La música y la poesía en mi vida se complementan muy bien, el sólo hecho de hacer música y componer hace que esas dos facetas se entrelacen y comuniquen. Y ambas se complementan con la práctica de la psiquiatría como un canal para seguir trabajando, para despejarme de los problemas que puedan quedar del trato con los pacientes. Si bien uno trata de poner los límites y de no llevarse los problemas de quienes vemos a diario a la casa, a veces pasa lo contrario, por lo que el hecho de tener otra actividad recreativa te ayuda a desconectarte de esa carga, de respirar aire puro, de oxigenarte. A mí me ha permitido ser un profesional capaz de entregarme 100 por ciento en estas cuatro paredes de mejor manera con mis pacientes.
Por último doctor, ¿qué nos recomendaría para cuidar nuestra salud mental?
Yo creo que lo fundamental es dejar espacios para hacer otras cosas que ayuden a realizarse. La medicina, o cualquier actividad profesional, no se puede transformar en la vida de una persona. Es una parte de lo que somos e indudablemente tratamos de hacerlo lo mejor posible. La vida está compuesta de otros ámbitos: el familiar, social y espiritual, que uno también tiene que cultivar. Uno debe traducir esta profundidad en la cual uno se va hacia el interior para encontrarse. Uno nunca debe dejar de buscar. Esa es la clave. El que dice que ya encontró yo creo que está perdido. Hay que estar buscando constantemente. Eso es lo que a mí me ha permitido poder seguir adelante. La clave es nunca dejar de caminar. A veces, uno pierde de vista hacia dónde, pero tenemos que ser peregrinos en esta tierra hasta encontrar aquello que buscamos. Hasta encontrar la felicidad.
